Opinión | Editorial

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Pecados a expiar en la Sagrada Família

La opinión del diario se expresa solo en los editoriales. Los artículos exponen posturas personales.

Los agoreros, tremendistas y apocalípticos han vuelto a errar en sus pronósticos. La tuneladoraBarcinoha dejado atrás la Sagrada Família sin que el templo se venga abajo. Concluyen ocho años de lucha partidista, institucional y judicial que a punto estuvo de malograr el túnel ferroviario que unirá las estaciones de Sants y la Sagrera. Pero antes de pasar página de esta controversia, es preciso demandar explicaciones.

Llama la atención que en torno a una construcción con 128 años de historia haya primado el cortoplacismo. Porque solo el cálculo electoralista de vuelo gallináceo explica que CiU y PP apostaran en el 2005 por revisar el trazado del túnel que habían pactado tres años antes desde la Generalitat y el Gobierno central, respectivamente. A falta de argumentos técnicos -arquitectos, ingenieros y geólogos defendían el trazado original-, solo el reciente accidente del Carmel y las protestas vecinales en el Eixample podían explicar tan súbito cambio de criterio, que dejó al Ayuntamiento de Barcelona y al Ministerio de Fomento como únicos valedores de la obra.

En el 2008, cuando el Patronato del Templo ya había impugnado ante la Audiencia Nacional la perforación, las presiones de CiU estuvieron en un tris de lograr que la entonces ministra de Fomento, la socialista Magdalena Álvarez, pospusiera la licitación del proyecto hasta después de las generales. Pero la firmeza del alcalde, Jordi Hereu, expresada en una carta abierta a José Luis Rodríguez Zapatero que publicó en EL PERIÓDICO, logró conjurar la amenaza.

Con la llegada de José Blanco a Fomento se acabaron los titubeos, pero no las maniobras para forzar que los jueces o la Unesco paralizasen las obras. Todo fue en vano. Y el pacífico paso de la tuneladora frente a la Sagrada Família delata que los temores eran, amén de malintencionados, infundados.

En puertas de que el Papa consagre como basílica el templo del genial Antoni Gaudí, el Patronato debe normalizar el diálogo con el ayuntamiento y permitir, por ejemplo, la supervisión oficial de una obra que, por cierto, carece de permisos. La colaboración institucional sobre el futuro del templo expiatorio, foco de gran interés turístico para Barcelona y fuente de millonarios ingresos para el Patronato, permitiría que algunos expiaran sus pecados.