Dos miradas

¡Qué casualidad!

EMMA RIVEROLA

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El sábado, el alcalde Hereu recorría la Mostra d'Associacions en la plaza de Catalunya. A cada paso, se detenía y escuchaba las quejas o los agradecimientos de ese colaje de compromisos. Desde el hombre en silla de ruedas que reclamaba mejores accesos a los vagones del tren a los abuelos que detallaban sus programas de acogida.

En aquel mismo momento, al otro lado de la plaza, unos jóvenes ocupaban la antigua sede del Banco Español de Crédito y colgaban una pancarta que inquiría: ¿Cuál es tu huelga? Pasó el fin de semana. Las paradas y las gentes del compromiso se fueron. Los okupas, no. Ellos siguieron y se multiplicaron. Hasta ayer. Justo el día de la huelga general.

La jornada se había desarrollado con tranquilidad por la mañana en la ciudad. Nadie estaba interesado en perturbar la calma. Hasta que estalló la olla a presión. Centenares de okupas y un despliegue impresionante de mossos convirtieron el corazón de la ciudad en un campo de batalla. ¿Por qué se consintió que los okupas se hicieran fuertes durante cuatro días? ¿Por qué se esperó precisamente hasta ayer para desalojarles? ¿Y por qué se hizo a primera hora de la tarde, con las calles abarrotadas y justo en puertas de la manifestación? ¿Quién provocó a quién? Demasiados interrogantes y una respuesta: los violentos consiguieron su foto y entre todos secuestraron el espíritu de la huelga.