Opinión | EDITORIAL

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Fiesta mayor cívica

Apesar de los recortes presupuestarios, a pesar de las primeras amenazas de lluvia, las fiestas de la Mercè, patrona de Barcelona, se han desarrollado de nuevo dentro del marco que las caracteriza: asistencia generalizada de público, participación multitudinaria, ocupación de múltiples espacios urbanos (desde el circo en Montjuïc hasta los conciertos en el Fòrum, pasando por los actos más tradicionales, los espectáculos en la Ciutadella, el correfoc o la cabalgada). Podemos hablar de una Mercè pletórica en una ciudad que, por unos días, aparca sus problemas y se deja ocupar por la fiesta y la efervescencia sin límites de edad.

Este año debemos celebrar también la ausencia de disturbios como los que en el 2009 ocasionaron la lamentable muerte del vigilante del Hotel AC en el Fòrum. La emocionante carta de su hija, Hannah Katz, publicada hace unos días, reclamaba que no se volvieran a repetir sucesos como aquél. Podemos, pues, alegrarnos de una Mercè pacífica. Las fiestas empezaron con polémica, por el tono reivindicativo con que el poeta Joan Margarit imprimió a su pregón. Hay opiniones para todos los gustos, las de quienes querrían un parlamento aséptico y las de quienes abogan por respetar la autonomía intelectual de quien asume la responsabilidad de inaugurar los festejos. La figura de Margarit merece todos los respetos, así como su apasionada opción. Es una señal de la vitalidad de una ciudad con múltiples registros ideológicos que, al fin, al término del piromusical, se reconoce y se junta en una fiesta compartida, dinámica y cívica.