Las reacciones tras el viaje del Papa al Reino Unido

La pacífica batalla de Inglaterra

Es injusto elevar la pederastia a categoría general cuando afecta a una ínfima proporción de sacerdotes

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JOSEP MIRÓ I ARDÈVOL

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El Papa ha ganado la pacífica batalla de Inglaterra. Esta es la conclusión que se desprende de la prensa inglesa. Un periódico como El País, nada propicio a la persona del Papa, lo reconocía en el subtítulo de su balance: La prensa británica coincide en que Benedicto XVI deja una mejor imagen. Incluso The Sunday Independent, laicista y liberal, formulaba una crítica a los sectores más intolerantes del ateísmo por su actitud ante la visita. Y es que el resultado ha sido mucho mejor de lo que podía esperarse dados los difíciles y enrevesados antecedentes:

Primero, porque hay un poso furibundamente antipapista en sectores del anglicanismo que son herencia del pasado. Ian Paisley es una muestra de esta actitud, pero no es la única. También porque ahora la relación con la comunión anglicana tiene una dificultad objetiva nacida de la consagración de mujeres y homosexuales como sacerdotes, hecho que está provocando un goteo y el riesgo de una emigración masiva hacia la Iglesia católica.

Segundo, porque Londres, junto con Bruselas y París, son tres núcleos que históricamente han generado un subtipo de ateísmo particularmente agresivo: aquel que cree que los seguidores de Jesucristo somos poco menos o poco más que débiles mentales, y todos los papas, reos de prisión. Solo hace falta leer los argumentos de la carta pública firmada por sus personajes más representativos, como el escritor Ken Follet, el de Los pilares de la Tierra, o el científico Richard Dawkins, junto con algunos lores y gentes de la nobleza, para constatar la naturaleza de las críticas que vertían contra Benedicto XVI, al que incluso han responsabilizado de la propagación del sida, algo francamente muy difícil en quien promueve la abstinencia sexual en el soltero y la fidelidad conyugal en el casado. O la manifestación convocada que exponía un diversificado muestrario de cómo insultar al prójimo, al católico para ser exacto. Más que una paradoja es esquizoide que quienes se consideran adalides de la tolerancia practiquen la difamación, la burla sañuda o directamente el insulto contra unas personas en razón de su pensar distinto. Ante este lenguaje y estas formas, el utilizado por el Papa y la actitud de los asistentes a sus actos han evidenciado un contraste ético que la mayoría de la población, con independencia de sus creencias, ha valorado positivamente.

Finalmente, la cuestión peor de todas, la que más daño hace a la Iglesia porque refleja una realidad: los actos de pederastia de algunos sacerdotes, y la ocultación de unos pocos obispos que ha contribuido a multiplicar los efectos del pecado y del delito cometido. Todo esto que ha venido emergiendo ha tenido un fuerte rebrote en el caso de Bélgica pocos días antes del viaje papal. Pero ante esta realidad cabe decir que lo sucedido no debería dar pie para ensañarse con los sacerdotes y los obispos como colectivo, dado que en su inmensa mayoría están lejos de tales aberraciones y es que, como escribía The Sunday Independent, las críticas «se tienen que equilibrar en cualquier visión razonable por el poder para hacer el bien que tiene la Iglesia católica». La pederastia es un excelente motivo para ensañarse con Benedicto XVI a pesar de la forma decidida y contundente como ha actuado contra ella desde su época como cardenal. Es injusto elevar a categoría general lo que afecta a una ínfima proporción de sacerdotes, y a la vez pasar por alto el impacto que tal lacra tiene en otros entornos sociales más afectados. El mal está tan extendido en la sociedad que ya hay compañías de aviación, como Air France y British

Airways, que han adoptado medidas para evitar que los adultos se sienten al lado de niños que viajen solos. O el tratamiento favorable dado a Roman Polanski para que no fuera extraditado a EEUU para ser juzgado por haber violado a una niña. O la buena acogida en su momento de las tesis de Cohn Bendit sobre las relaciones con menores y su lucha contra la moral burguesa. O el hecho de que durante años una de las mayores organizaciones internacionales del homosexualismo político, la ILGA, acogiera a la NAMBLA (North American Man-Boy Love Association), cuyo objetivo explícito era promover el amor entre chicos y hombres. Ha habido, hay, una cultura pedófila que incita a la pederastia en muchos ámbitos sociales, algo contra lo que la Iglesia siempre ha luchado. Que le salgan tíos ranas solo quiere decir que debe perfeccionar su selección, formación, investigación, denuncia, y afrontar sus responsabilidades caso por caso, algo que ya viene haciendo. Pero a su lado se alza el gran problema semioculto de la pederastia en la sociedad secular que ni tan siquiera está planteado.

Quizá por esta suma de evidencias, por los relatos que ha acometido con prudencia y humildad durante su visita, por su testimonio personal, Benedicto XVI ha cosechado un resultado extraordinariamente bueno. Sus mensajes han calado y ha transformado la crítica o el rechazo en aceptación o reconocimiento. Presidente de e-Cristians. Miembro

delPontificio Consejo para los Laicos.