El turno

Pilares, evasiones y necedades

JOSÉ ENRIQUE RUIZ-DOMÈNEC

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Hay otra forma de hablar de política, hablar de las pantallas que la sociedad de consumo crea para apartarnos de una comprensión precisa del pasado que permita construir el futuro.

La edad media ya se sabe que es el principal objetivo de estas ficciones que ahora la cadena Cuatro nos trae de nuevo con Los pilares de la Tierra, la famosa novela de Ken Follet, convertida en una serie destinada a tener éxito popular. Esas ficciones calan hondo en los comportamientos colectivos. Tranquilizan. La situación actual es difícil, incluso mala, pero era mucho peor en aquellos tiempos medievales, en los que se construyeron catedrales, expresión de un fervor popular. El objetivo consiste en sosegar los ánimos del espectador ante la crisis económica o la subida del precio de la luz. Qué importa que se apuntalen en una falsificación de la historia y del espíritu de Europa.

Esas evasiones construyen un mundo donde la indiferencia comienza a ser una narcosis social. Desde esta gélida ceguera resulta fácil entender los modos de afrontar el asunto del pueblo gitano. Existe en la práctica una complicidad entre una emergente torpeza democrática y la vanidad de determinados gestores que tal vez se encuentran en una posición mezquina en la sociedad y ahora sienten que de repente pueden gobernar el mundo sin distinción, a bulto. El riesgo es legitimar un futuro turbulento y destructor, siempre pronto a derribar e inepto para fundar, donde no solo se practicarán la violencia, el desprecio a los derechos humanos y la opresión de las minorías, sino que se propondrá la elisión del individuo en nombre de un aparato al que todo le estará permitido para alcanzar sus fines. Todo esto puede culminar en la afásica banda de unos iluminados con su insoslayable pretensión de señalar a la sociedad cuál es su Bien, obligándola a atenerse a él.