Gente corriente

Raúl Cancio: "Una cosa es mirar y otra, muy distinta, ver la foto"

Fotoperiodista. Le gusta parecer un abuelo, pero está más vivo que nunca. Su octavo libro lo demuestra. Son imágenes históricas.

Raúl Cancio

Raúl Cancio

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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Castizo, madrileño. Fue y es un ejemplo. Es tan grande, tan inmenso, tiene un corazón tan enorme, tan de todos, un ojo tan vivo, un dedo índice derecho tan demoledor, tan relampagueante, incluso pasados los 66 años, que el mundo entero le perdona ser tan del Madrid. La historia del fotoperiodismo tiene un montón de padres y maestros. Raúl Cancio (Madrid, 1943) es uno de ellos. Y acaba de publicar su octavo libro de fotos:Simplemente...periodismo.

–Para que se haga cargo del tipo de entrevista: yo empecé en esto y quería imitarle. Tonto de mí, pretendía hacer las fotos que usted publicaba en el diario Pueblodonde salían cabecitas de futbolistas chocando en el aire con el balón en una esquina y mi padre me metía unas broncas que no vea: «¡Niño, eso se lo dejas a Raúl, tú has de coger la jugada entera!».

–Me estás hablando del siglo pasado, de mediados de los 60, cuando yo aparecí en un campo de fútbol, primero con un Novoflex de 240 mm y, después, con los maravillosostrescientos, primero 5.6 y, luego, la repera, con un 2.8 de diafragma, donde la luz se hacía eterna, limpia, casi infinita. A usted le abroncaban por imitar mis fotos ¡jajaja! y a mí me consideraban un loco por publicarlas, por decidir que, más que el gol, que la jugada, yo perseguía el gesto, la mueca, el grito, el estirón de pelos, de la camiseta, algo distinto, en fin. Me lo pasaba en grande, sí.

–Este libro maravilloso tiene 71 fotografías históricas, todas ellas comentadas por grandes plumas.

--Es el primer libro de fotografía que se ve y se lee a la vez. En él están todas las secciones de un periódico, desde internacional hasta economía, pasando por deportes, política, espectáculos y sucesos. Puro periodismo y, gracias a Dios, todos han querido colaborar con este sueño, con textos maravillosos junto a cada imagen.

–Lo que más me gusta del libro es que el 95% de las fotos son en blanco y negro, como tiene que ser.

--Le voy a devolver el piropo: su padre me enseñó que la vida es en color, pero las fotos han de ser en blanco y negro. El matiz que ofrecen los grises, en toda su gama, es un placer para la vista. No hay nada como el blanco, negro y gris para representar la realidad, para reflejar la autenticidad de una imagen. Las lágrimas en blanco y negro son reales, las ves caer, son espesas, tremendas, dolorosas. El color jamás podrá ofrecer esa lectura. El color carece de esos matices.

–¿Qué les enseña a sus alumnos de fotografía en la universidad?

–Ya nadie nace fotógrafo. La era digital ha convertido a la humanidad en fotógrafo, ha hecho creer a todos que pueden ser fotógrafos. Y es verdad, sí. ¡Pero si ahora se publican fotos hechas con un móvil! Yo lo único que trato de inculcar a mis alumnos es que una cosa es mirar y otra, muy distinta, ver la foto. Hay que aprender a ver el mundo a través del visor, no de la pantallita. Por eso, pese a que todo el mundo lleva una digital o un móvil en su bolsillo, el ojo y el dedo, ese dedo que ha de ser rápido como lo era Billy el Niño con su revólver, seguirá marcando la diferencia. La foto nunca morirá.

–Como los periódicos, ¿verdad?

–Como los periódicos, aunque puede que en el futuro sean un producto de lujo. Pero eso de comprar el periódico e irte a tomar un café a una terraza para repasar la actualidad y escoger lo que quieres leer, eso es maravilloso y persistirá. Ya ve, esa web, WikiLeaks me parece que se llama, ha tenido que recurrir al papel, alThe New York Times,The GuardianyDer Spiegel, para que la denuncia ganase en credibilidad. Yo creo que el papel sigue siendo más creíble que la red, donde todos cuelgan de todo.

–Tras más de 40 años con la cámara a cuestas, ¿qué es lo más difícil de captar en fotografía?

--La foto instantánea, la foto de prensa, el fotoperiodismo, la rabiosa actualidad. Todo lo demás es demasiado fácil: el retrato, el reportaje, la entrevista... En todo eso tienes tiempo de recrearte, de repetir. La actualidad, no, la actualidad te mata. Si te pilla despistado, has muerto, amigo. Tú llegas a los sitios y si no ves la foto, si no disparas al instante, estas pérdido. Y, sobre todo, cuando llegues al diario, no seas idiota, no digas «...había una foto...». Había, había, ¡haberla hecho! El fotoperiodismo no se repite, no te da una segunda oportunidad. El instante preciso es irrepetible. Eso, que te has perdido o que, por suerte, has captado con tu máquina, no volverá a repetirse.

–¿De sus 71 hijas que aparecen en el libro, con cuál se quedaría?

–Ese Dalí, del 66, que metía miedo, yo estaba cagado al verlo. Esa enigmática Doris Lessing. Ese maestro de maestros, Cartier-Bresson, al que tanto copié. Ese Butragueño que, en cinco minutos, te regalaba cuatro portadas con sus gestos o ese Santillana que, a lo Michael Jordan,se quedaba suspendido en el aire antes de rematar de cabeza a gol.