El futuro de Catalunya tras la sentencia del Estatut y las movilizaciones

La caída de los dioses

Los últimos acontecimientos apuntan la posibilidad de cierto descontrol social y político

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MANUEL Milián Mestre

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Luchino Viscontiretrató un momento muy preciso de crisis y decadencia en las capas sociales más privilegiadas cuando amanecía el nazismo, y con él la confusión entre lo conveniente desde el punto de vista del egoísmo de clase y lo necesario ante una sociedad desnortada. En tales circunstancias el caos o la catarsis alumbran a veces soluciones estrambóticas o radicales, sin una aprovechable salida. Quizá se resuelva momentáneamente el desasosiego social, pero, a medio plazo, se darán la incógnita o la catástrofe. Así lo advertían aquellos burgueses deLa caída de los dioses; algunos hicieron pingües negocios, como losKrupp, con una guerra que les sumó beneficios con sus cañones, pero que, a la postre, llevaría a Alemania a su destrucción en 1945. Los pasos previos son de todos conocidos: crisis de 1929, gran depresión, caos en sociedad y en los mercados y el fascismo redentor o el populismo demagógico que condujo a la guerra mundial.

Parece más sensato hablar de patriotismo que de nacionalismo. Es mil veces más prometedor construir desde el realismo que aferrarse a los sueños de la virtualidad. De la manifestación multitudinaria del día 10 de julio y de las decenas dereferendos,¿saldrá en verdad una vía hacia la independencia? Si fuera así, habría que concluir que se ha renunciado al pujolismo como fórmula de acceso al pleno autogobierno, en pro de un posibilismo, popular o populista, que, sin duda, conllevará la crisis de los partidos clásicos y la dispersión del voto en opciones singularistas capitaneadas por Laportas, Carreteros, ERC radicalizadas, agrupaciones locales confederadas y formaciones políticas coyunturales que nacerían al albur de una efervescencia independentista. ¿Alguien en serio estima que el cuadro resultante ofrecería un marco de gobernabilidad para Catalunya? No siempre es entendible esta fiebre radical que ha removido el epicentro de la política catalana, tras la malhadada sentencia del Tribunal Constitucional y los continuos cambios de rumbo y de intensidad deZapatero,Montillay los socialistas catalanes hoy descolocados en sus vaivenes irremediables. ¿A dónde les puede llevar un tal desconcierto, agravado por su presencia en una manifestación que, en el fondo, les denostaba por su debilidad a la hora de obtener los resultados de una supuesta hegemonía en la gobernación del país? Si leemos correctamente las apariencias de la expresión popular el 10 de julio, la decantación manifestada plantea algunas reflexiones: a) la realidad de una Catalunya obstinada en la independencia como horizonte, b) la desorientación y crisis de los partidos políticos desbordados por la aparente voluntad popular de esa entendida sociedad civil que los execró a gritos, c) la hipotética gobernabilidad de un Parlament con excesivas sensibilidades y grupos que dificultarán la composición de un gobierno tras las elecciones del otoño.

En apariencia el escenario político se ha movido en Catalunya, y pudieran darse serias dudas acerca de un Gobierno sólido de CiU, tras su victoria electoral. Vencer y no poder gobernar a solas, ya que ciertas alianzas romperían su tradicional moderación reconocida por su electorado. Por el contrario, un escenario radical podría alumbrar una tercera versión de gobierno alternativo –plagado de contradicciones–, no ya tripartito, sino cuatripartito o quintopartito con acarreo de las formaciones deconstruidas a que diera lugar la matemática de una mayoría suficiente que anulare la victoria de CiU sin mayoría absoluta. Es decir, la soledad del PP sin alianzas posibles. ¿Era ese el cálculo de los convergentes antes del 10 de julio? El modelo alternativo habría que buscarlo en Baleares, con sus debilidades ya conocidas. La inteligencia política aconsejaría, justamente, evitar una tal hipótesis, pero la percepcióntrasmanifestacionalapunta una movilización de los sectores miedosos de la ciudadanía más moderada, o menos catalana en su origen. ¿Se había previsto una escenografía semejante?

La crisis ha conducido inequívocamente a una descomposición de la burguesía tradicional y a un terremoto en el seno de las clases medias. La indefinición de los sindicatos y las carencias perceptibles de liderazgo político conllevan una probable deriva en este sentido: confusión, estrabismo político y recesión. Dinámicas todas ellas de arduo control en una economía decadente, y una sociedad en clara pérdida de poder adquisitivo y puestos de trabajo. He aquí el paralelismo viscontiniano: cuando los dioses se caen, la directriz de los acontecimientos políticos e históricos obra en manos del pueblo. El triste espectáculo de esta burguesía en deconstrución, de su dinero temeroso y en huida, convida a pensar en salidas sorprendentes que Catalunya conoce en su pasado. España tiene hoy un problema con Catalunya, pero no es menos cierto que,rebus sic stantibus, Catalunya es todo un problema en sí misma, y con el tarradellismo y el pujolismo enterrados. Todo cansa a la larga. Quizá el oasis catalán haya que darlo por cancelado después del 10 de julio. Habría que convocar a reflexión a los unos y a los otros.

Exdiputado del PP.