La rueda

Iniciativa social y liderazgo político

JOSEP-MARIA Terricabras

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Con frecuencia discutimos sobre la capacidad asociativa de nuestra llamada «sociedad civil». Algunas cosas resultan obvias. Una de esas obviedades es que la sociedad catalana tiene una capacidad de iniciativa absolutamente admirable: iniciativa cultural, pero también empresarial; iniciativa artística y también deportiva o escolar; iniciativas solidarias, de creación de grupos y asociaciones, iniciativas para la investigación y para el teatro, para los negocios y para entretenerse, iniciativas porque sí, casi por el mero gusto de tenerlas, inventarlas, iniciativas de impulso individual e iniciativas entendidas como labor colectiva.

Muchas son extraordinariamente eficaces, a pesar de mantener un carácter muy discreto. En efecto, existen centenares de grupos desperdigados por el país que se encuentran regularmente para actuar juntos, para leer y comentar libros, para realizar debates y tertulias –y buenos ágapes–, para organizar conferencias, excursiones, bailes o acciones solidarias. En verano, junto a los conciertos más publicitados, existen numerosas iniciativas musicales, reducidas, casi clandestinas, pero de una gran riqueza; junto a los grandes acontecimientos deportivos, hay torneos amables y desinteresados; y siguen realizándose conferencias, mesas redondas, jornadas y debates. El cliché del catalán individualista, tacaño, huraño e introvertido es un cliché anticuado.

Estaría bien que los grupos que ahora están activos dejaran constancia de su existencia en una base de datos. Nos sorprendería la dimensión del fenómeno que, al ser más conocido, podría crear colaboraciones y complicidades. Por ello no ha de extrañar que también surjan iniciativas políticas de debajo de las piedras, desde la creación de plataformas y agrupaciones hasta la organización de las actuales consultas soberanistas o de la gran manifestación del 10 de julio.

Y por ello extraña, en cambio, que muchos catalanes participativos se encaminen a la abstención en periodos electorales. Una conclusión posible: la abundante iniciativa social no encuentra liderazgos políticos convincentes.