La lucha contra las enfermedades de transmisión sexual

La cuestión no es sida o no sida

El VIH puede considerarse una enfermedad crónica y es el momento de su normalización social

JORDI Casabona

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Pese a que el sida ha desaparecido de los medios de comunicación, el número de nuevos infectados sigue aumentando en muchos países y en varios grupos de nuestro entorno, y con más o menos eco mediático –según la habilidad de los correspondientes gabinetes de comunicación– se siguen llevando adelante iniciativas. No hace mucho, el Ministerio de Sanidad, en el marco de la presidencia europea, organizó la Conferencia sobre Sida y Vulnerabilidad; hace dos semanas se celebró el 13º Congreso de Seisida en Santiago de Compostela, y en Catalunya se está celebrando el 15 aniversario de la creación del centro de investigación biomédica IRSI-Caixa, un exitoso ejemplo de colaboración entre el sector público (Departament de Salut) y el privado (La Caixa). Pero las pocas noticias que llegan a los medios suelen estar relacionadas con los aspectos más biológicos de la epidemia, reflejando una vez más la enorme dificultad que existe para aumentar el rigor científico y la difusión de la investigación en prevención, y utilizarla para mejorar la efectividad de las intervenciones que sabemos que contribuyen a evitar nuevos contagios.

De hecho, todas las intervenciones biomédicas tienen un componente de comportamiento y otro social a tener en cuenta. Por ejemplo, por muy eficaz que sea un fármaco, si el enfermo no se lo toma regularmente, no tendrá efecto; o bien, por muy barato que sea realizarse las pruebas diagnósticas, si los afectados están socialmente rechazados, se tenderá a no hacerlas. El diagnóstico del VIH es un ejemplo paradigmático de esta interacción, pues, por el mal pronóstico y el estigma tradicionalmente asociados al sida, su realización siempre ha estado rodeada de una importante excepcionalidad, tanto desde el punto de vista normativo como sobre cómo y dónde hay que hacerlo. Pero si bien la excepcionalidad ha sido necesaria, a veces ha dificultado también el acceso al propio diagnóstico. Ahora que el VIH puede considerarse una enfermedad crónica, es una buena oportunidad para

–sin dejar de combatir el estigma-- facilitar la normalización social de esta infección y en particular de su diagnóstico. Hacerlo ayudará a que más personas se hagan la prueba y a que muchos infectados lo sepan antes; y el diagnóstico precoz de la infección no solo asegura un mejor pronóstico para el paciente, porque se puede empezar a tratar antes, sino que además favorece que este evite la transmisión.

En nuestro contexto se empiezan a introducir las pruebas de diagnóstico rápido (que en 15 minutos permiten saber si una persona está infectada y pueden ser realizadas por personal no sanitario convenientemente entrenado). Esta tecnología ofrece una excelente oportunidad para debatir y consensuar algunos de estos aspectos transversales. Es preciso hacerla llegar activamente a las poblaciones más vulnerables a la infección y con menor acceso a los servicios sanitarios. Pero siempre sin perder de vista la importancia de este acto diagnóstico, pues he visto propuestas de realizar la prueba en la calle como si se tratara de un acto festivo.

Normalización sí, pero no banalización. La infección por el VIH sigue siendo una enfermedad grave y, en muchos casos, mortal. Además, la prueba del sida debe debatirse y ofrecer en el contexto de la salud sexual en general. El importante aumento de algunas infecciones de transmisión sexual (ITS) clásicas, como la sífilis o la clamidia, y muy especialmente el número de abortos en chicas adolescentes y el de dispensaciones de la píldora del día siguiente para evitar el embarazo, nos indican que el problema no es solo el sida. Quien se expone a un embarazo no deseado se expone también a una ITS, incluyendo el sida, y viceversa. Tener el sida o no tenerlo, no es la cuestión. La reciente encuesta hecha por el Ministerio de Sanidad dice que el 40% de los encuestados no utiliza ningún método de anticoncepción en su primera relación sexual, y además los métodos anticonceptivos más efectivos no evitan la adquisición de ITS; por el contrario, los métodos de barrera, como el preservativo, que sí protegen de algunas ITS, ni se utilizan siempre ni siempre que se utilizan se hace correctamente.

Estos días se han tomado dos medidas importantes para normalizar el VIH y la promoción de la salud sexual. Por un lado, en Catalunya se ha aprobado un decreto que considera el VIH una infección de declaración obligatoria y nominal, tal y como lo son otras infecciones como la tuberculosis, la meningitis y el sarampión; por otro, se aplica en el Estado la ley de salud sexual y reproductiva, que regula y garantiza el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo. Pero, de nuevo, la salud sexual va mucho más allá de los aspectos médicos y, teniendo en cuenta los datos existentes y la importante sexualización experimentada por nuestra sociedad, en general, y en particular en los productos y publicidad dirigidos a los jóvenes, la educación sexual en la escuela y los mensajes para aumentar la edad de la primera relación o disminuir el número de compañeros y compañeras sexuales no deben considerarse moralizadores, sino unos objetivos técnicos más.

Fundació Sida i Societat.