El epílogo

La metáfora del 10-J

ENRIC Hernàndez

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La protesta ciudadana que el pasado sábado colapsó el centro de Barcelona no fue solo una gran manifestación, que también. La marcha del 10-J inscribió en la milenaria historia de Catalunya una nueva página que, cincelada por el pueblo, esconde, como toda obra coral, muy diversos significados. Cabe pues analizarla como si de una suma de figuras retóricas se tratara.

La organización recurrió sin duda a la hipérbole al cifrar en más de un millón las personas congregadas, marabunta imposible de contener en tan breve espacio sin causar tumultos y víctimas mortales. Cierto que el millón de manifestantes contra la guerra de Irak tuvo también más de simbólico que de científico. Lo que no excusa a quienes, mediante fotos tomadas cuando la marcha ya se disolvía, cuentan menos asistentes que los que abarrotan el Camp Nou cuando juega el Barça.

Asimismo, constituye un oxímoron presentar la protesta como una defensa del Estatut fruto de la unidad catalana, por ser estos últimos términos históricamente antitéticos. Es falaz pretender que quienes el sábado desfilamos por el paseo de Gràcia tenemos una visión común sobre cuál debe ser el futuro de Catalunya y el de su vinculación (o no) a España. Basta con recordar que entre los instigadores de la protesta contra la sentencia del Constitucional había partidos y entidades que en su día rechazaron el Estatut luego refrendado por los catalanes.

Ahora bien, presumir que las abundantes consignas coreadas en favor de la independencia representaban a todos los manifestantes, incluido elpresidentJosé Montilla, supone una nueva exageración. O, si se prefiere, una sinécdoque: el tipo de metonimia que toma la parte (vociferante) por el todo (más silente).

Enhorabuena, Constitucional

En realidad, el 10-J fue una metáfora del trance que vive la nación. Los partidarios de un mejor acomodo de la identidad catalana en una España más plural carecen ya de argumentos (y de lemas) tras el frustrado (y frustrante) proceso del Estatut. Y los independentistas, genuinos o de ocasión, se han envalentonado. Enhorabuena al Constitucional.