La falta de influencia de Europa
La UE, el gigante mudo
Más que dirigentes europeos, Van Rompuy y Ashton parecen actores de la serie 'Perdidos'
Rubén Herrero de Castro
Profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid.
RUBÉN Herrero de Castro
Se cumplieron en mayo 60 años de la firma de los tratados de lo que hoy es la Unión Europea (UE). Recientemente, todos sus miembros han ratificado el Tratado de Lisboa con la intención de culminar el proyecto económico, mejorar el funcionamiento institucional, reforzar el proyecto político y, muy especialmente, dotar de voz a la UE en los asuntos globales.
En lo que respecta a este último punto, de acuerdo con el Tratado de Lisboa, se crearon órganos específicos para tal función y se nombró al belgaHerman van Rompuyy a la británicaCatherine Ashtonmáximos responsables de la política exterior de la UE. Desde el principio, sus nombramientos fueron recibidos con frialdad debido al bajo perfil político de ambos, excesivamente técnico y burocrático.
No hace falta ser un experto en relaciones internacionales para darse cuenta de que los dos escogidos para dar voz a la UE en el mundo carecen del carisma y la voluntad política para su importante misión.
La percepción generalizada es que ambos están estrechamente relacionados y demasiado pendientes de las demandas del Consejo Europeo. Una institución con un enorme poder en el seno de la UE, donde la perspectiva que se aplica a la política exterior es intergubernamental. ¿Qué quiere decir esto? Pues someter a constante vigilancia y bajo la norma de la unanimidad la política exterior común, con lo cual los avances en esta materia son muy tímidos y responden siempre a los intereses particulares de los estados miembros, particularmente a los de los más poderosos.
Enseguida se cuestionaron las capacidades deVan RompuyyAshton.La verdad es que ambos, más que dirigentes europeos, parecen actores de la seriePerdidos. El representante belga, probablemente esté más preocupado por el terremoto político que sacude Bélgica. Nada más llegar, se vio envuelto en una peculiar polémica cuando un eurodiputado comparaba el carisma del presidente belga con el de una bayeta. ¡Qué injusticia!, para la bayeta quiero decir.
La segunda recibió el cometido de diseñar y desplegar el cuerpo diplomático de la UE, que sobre el papel se mostraba muy ambicioso. Tras agotar los plazos, cuenta con el apoyo, cómo no, del Consejo Europeo, pero también con la disconformidad de los principales grupos del Parlamento Europeo. Sobre ella, las únicas nuevas que llegan desde Bruselas es su más que posible renuncia al cargo ante las fuertes críticas recibidas por su gestión.
Y es que los resultados iniciales no pueden mostrar menos. La tragedia del terremoto en Haití ha puesto de manifiesto la parálisis que en materia de acción exterior conjunta afecta a la UE. Por no mencionar los dos meses que tardó la alta representante en posar sus pies en Haití.
Seamos realistas, hoy no podemos hablar de una política exterior común y relevante de la UE. Actualmente, cabe hablar de acciones aisladas, pero no de una acción exterior común respaldada por una doctrina sobre cuáles son los intereses exteriores de la UE y la mejor forma de defenderlos.
En el escenario internacional, todo gira en torno a cuatro hegemonías: económica, tecnológica, militar y normativa.
Respecto a las dos primeras, podemos considerar que la UE estaría a la altura e incluso por encima de Estados Unidos, pero, sin embargo, la presencia e influencia global de estos es notablemente mayor. La gran diferencia entre ambos es que los norteamericanos disponen de un Ejército sin rival en el mundo, que proporciona una gran ventaja a la hora de diseñar e imponer el marco normativo que más favorece a sus intereses.
Pese a la buena marcha del proyecto económico-político de la Unión, sin duda su gran déficit es el desarrollo de unas fuerzas armadas europeas poderosas tal y como señaló meses atrásAngela Merkel.
Hoy en día, una política exterior eficaz viene respaldada por disponer de información, un ejercicio inteligente de la diplomacia y unas fuerzas armadas que transmitan la imagen y la sensación de poder.
Es en este último campo donde la UE tiene su asignatura pendiente más delicada y espinosa. Especialmente, porque entronca con aspectos sensibles y esenciales para todos sus miembros, como son los de seguridad y defensa. Se nos antoja muy difícil que estados como Francia y Gran Bretaña cedan soberanía en estas cuestiones, pues son actores globales con agendas propias y ajenas a la UE, con el agravante de que esta apenas tiene un boceto de sus objetivos globales, más allá de improductivas declaraciones generales de intenciones. Por no hablar de la absoluta falta de voluntad política necesaria para abordar y promocionar un Ejército europeo común.
Así las cosas, el gigante europeo deambula mudo, sin rumbo fijo por el globo, repartiendo sonrisas para alegría deAhmadineyady dictadores similares. Sin duda, en un ejercicio de inteligencia que a todos se nos escapa, guarda sus palabras para mejores ocasiones.
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