La rueda

La letra ya no entra ni con sangre

FÉLIX DE Azúa

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

No le había visto en los últimos cinco años. Comparto con él la inicua pasión libresca, esa bibliopatía que nos ha llevado a acumular toneladas de libros cuya lectura ocuparía cinco largas vidas. Tenía muy buen aspecto y estaba sumamente simpático. Solo en un momento de la conversación, justamente cuando tratamos sobre los libros, mostró cierta preocupación. Coincidimos en que nadie pone ya en duda que nuestras bibliotecas personales, conjuntos de 10.000, 12.000 o 15.000 volúmenes, son ya las últimas que podrá poseer un particular.

En el futuro será cosa de locos o de millonarios reunir en casa más de 1.000 libros. Mi generación es la última que ha logrado tener al alcance de la mano la totalidad del saber y de la literatura. La electrónica y el precio de la vivienda, aquí y en todo el mundo, matarán las grandes bibliotecas particulares.

Muy contrariado, me dice que los libros le están costando mucho más caros que la familia que nunca tuvo. Una parte la guarda en el piso de su propiedad, pero ha tenido que alquilar otros dos para disponer el resto. Gasta todo lo que gana en su biblioteca.

Otro amigo mío se vio obligado a alquilar su piso lleno de libros para poder seguir pagándolo. El inquilino convive con ellos, por cierto, muy a gusto. Otros amigos se han ido a vivir a lugares casi salvajes para poder disponer de espacio libresco.

Quienes padezcan esta pasión carísima y postrera se divertirán leyendoBibliotecas llenas de fantasmas, que ha editado Anagrama. Su autor,Jacques Bonnet,sufre la misma enfermedad y los mismos temibles conflictos. ¿Y por qué razón soportamos tan terrible losa? ¡Qué pregunta más ociosa! CuentaBonnetque en las carretas que llevaban a los nobles franceses a la guillotina, cierto testigo pudo observar a uno de ellos perfectamente ajeno a su muerte inmediata, apenas apoyado en las tablas laterales y leyendo absorto un libro en octavo. Y así subió al cadalso, sin dejar de leer y pasando página.

¡Lo que daríamos cualquiera de nosotros por tener ese libro en nuestra biblioteca!