En sede vacante

La tinta, el papel y el fútbol

josep Maria Fonalleras

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Me tendrán que perdonar. Ayer les hablaba de fútbol y hoy vuelvo a hacerlo. En realidad, estaba tentado de escribir de nuevo sobre el señorMatas,que ha dicho que le han destrozado la vida, o sobre el señorTiger Woods,de quien ya renegué y a quien volvería a criticar si no fuera porque no vale la pena esforzarse más. He superado el deseo de volver a decir algo razonable sobre la indecencia popular o sobre el lloriqueo del golfista, pero no he podido evitar el retorno al fútbol. Como ustedes saben, tanto si son aficionados como si no, mañana se juega un partido que promete ser memorable, un partido de los que se guardarán en la memoria a lo largo de los años. Hacía tiempo que la tradicional disputa entre los dos equipos más potentes, más simbólicos, no tenía un acento tan dramático, tan decisivo, y será por eso por lo que las previas –aquello que tanto gusta a los fanáticos, los preliminares de su particular orgasmo futbolístico– son tan arrebatadas. Para acabar de completar el panorama, ahora más que nunca, se trata de una lucha entre dos conceptos que el talante de unos y de otros, su comportamiento deportivo y social, ha llegado a diverger de tal manera que los han convertido en dos líneas casi paralelas que no se encuentran sino en un punto francamentre alejado.

Sin embargo, a pesar de la pasión desatada, a pesar de las toneladas de adrenalina que estos días se han vertido y se vertirán sobre la espalda del imaginario colectivo, el Madrid-Barça de mañana no deja de ser una competición queBorgesconsideraba totalmente estúpida, «12 hombres detrás de una pelota que no confiere una imagen especialmente bella». Quizá es cierto. También lo es lo que escribió otro que no eraBorgessinoJ.B. Priestley,el autor deEl tiempo y los Conway: «Afirmar esto es como decir que un violín es una cosa de madera con una tripa, y queHamletes tinta y papel».