La entrevista CON EL Periodista deportivo

Sergi Mas: «Podría vivir como un rey haciendo de 'president'»

Escritor, actor, imitador, guionista, presentador, ‘showman’, radiofonista. Es todo eso y más. Y ni siquiera farda de ello.

Sergi Mas.

Sergi Mas.

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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Si están con él y son capaces de aguantar cinco segundos sin soltar una carcajada, ya no les digo una sonrisa, les pago una cena. Sergi Mas (Barcelona, 1964) es el periodista total. Su padre nació en Melilla (y es lo primero que te explica) y su madre en Soria (y es lo segundo que te cuenta) y tiene tres hijos (Genís, de 11 años; Claudia, de 5, y Abril, de 3) y es lo tercero que te suelta. A partir de ahí intenta contagiarte su espíritu e ilusión por esta profesión, la de contar cosas, poco importa el formato. Y lo logra. A risas. A carcajadas.

–Para que se haga cargo del tipo de entrevista: usted es de los grandes, grandes y, sin embargo, siempre ha parecido el más pequeño.

--Perdone, pero no sé de qué me está hablando. ¿Me lo puede explicar?

–No sé si sabré explicárselo. Quiero decir que usted vive casi en el anonimato, siendo tan bueno como esos que lideran las audiencias.

--Yo soy muy feliz, aunque nuestra profesión ya no es lo que era. Y como siempre he compartido la opinión del gran José María Íñigo, que decía que «tú vales lo que vale tu último programa», ahora valgo eso, lo que vale mi interpretación delpresidentMontilla enPolònia. Y punto.

–Perdón, eso no es cierto. Usted hace un programa muy entretenido en COM Ràdio, Què has dinat?, y acabo de leer un libro suyo, Què has dinat?,Anécdotas de fútbol

--Eso fue un encargo de Planeta, que me oyó contar esas anécdotas en el programa de Cárdenas en Cadena Dial y me pidió que lo hiciese.

–El periodismo deportivo era mucho más abierto hace 20 o 30 años.

--Nada que ver. Yo no entiendo cómo hacemos programas de una hora o llenamos 16 páginas del Barça, si no podemos hablar con un solo protagonista. Bueno, sí, con el que sacan ellos cada día para dirigir la información y para que se imponga el pensamiento único, el del club.

–Y nadie protesta ni nadie se queja.

--Al club ya le va bien; al jefe de prensa, le va de cine; para el futbolista es de fábula: habla una vez cada mes y medio, y punto, y, encima, ni siquiera tiene necesidad de conocerte. Bueno, es que ni te saluda. Pero hay un problema: como no existe el contacto periodista-futbolista, se intensifica el contacto periodista-directivo, y en situaciones como la actual puedes provocar más de un incendio.

–Su libro está plagado de anécdotas exquisitas y muy divertidas.

--¿Cuál es la que más le gusta?

–Hay muchas, pero me encanta aquella en la que cuenta que, en un entrenamiento con Cruyff, el balón se va fuera y Johan le dice a Romário: «Hijo, ve a buscar la pelota». Y Romário ni se mueve: «No voy. Tú no eres mi padre y no me mandas».

--El otro día, Charly – Rexach, sí– me contó otra para el próximo libro. Estaba todo el Camp Nou pitándole, como siempre, por su parsimonia, y el tío se hartó tanto, tanto, que fue a lanzar un córner y, en lugar de ponerse perpendicular a la portería, se puso perpendicular al gol sur, dentro del campo, y metió un zapatazo que envió la pelota a la grada. «Hala, seguid pitándome», dice que dijo. Y el técnico, me parece que Vic Buckingham, lo cambió. No vea.

–¿Cómo ve el caso del Olivergate?

--Hay dos cosas que nadie soporta: que le imiten y que le espíen. A nadie le gusta que le cojan el móvil e intenten curiosear en su buzón de mensajes. Pues lo del espionaje del Barça es eso multiplicado por cien. Hemos llegado a la locura de aceptar el eufemismo lanzado por Oliver, que se atrevió a calificar de «auditoría de seguridad» algo que era y es, simple y llanamente, espionaje.

–Lo de la imitación es su fuerte. Lo paran en los semáforos, ¿no?

--Tengo una ventaja –o un problema, no sé– con respecto a los otros compañeros que actúan enPolònia: yo apenas me maquillo. Me pongo las gafas del señor Montilla y hago depresident. Y, sí, sí, la verdad es que la gente me reconoce y nos divertimos mucho, casi todo son bromas y saludos de buen gusto. Algún idiota hay, sí, claro, cómo no, pero los menos.

–La verdad es que su imitación es prodigiosa, clava al personaje, sí.

--Si quisiese –pero no quiero, porque me parece una vergüenza– viviría como un rey imitando, ejerciendo, depresidentMontilla. Así de claro.

–Ejerciendo de president

--Yo recibo cada semana tres o cuatro invitaciones, bueno, ofertas de trabajo, de ayuntamientos y empresas a las que acude elpresidentpara inaugurar algo, una plaza, una fábrica, algo. Me piden que vaya para imitarle, para hacer de doble en ese acto, con él presente. Y siempre, siempre, digo que no. A ellos les parece gracioso y a mí no me hace ni puta gracia. «Quedará simpático, hasta alpresident le hará gracia. Saldrá en los diarios....». Yoflipo,de verdad.

–Ya veo que si aceptase sería rico.

--Yo ahora aceptaría forrarme mofándome de Millet, pero jamás delpresident. La imitación del señor Montilla ha de quedar circunscrita aPolònia. Porque, ¿cuáles son los guiños que estiramos en esa imitación? Dos: su quietud y el idioma. ¿Yo tengo que ir a esos actos a no mover ni un músculo y a decir«bonas tardes, em fa mal la pierna»? ¿Eso he de hacer yo, que, con 45 años que tengo, hablo el mismo catalán que elpresident? ¡No, hombre, no! Mi Montilla no se mueve dePolòniapor más dinero que me paguen, eso lo tengo clarísimo. Solo he hecho una excepción en mi vida, y fue cuando hice un anuncio para EL PERIÓDICO, con permiso de Presidència, y porque se trataba de promocionar unos juegos de inteligencia para niños, para jóvenes.