Siete x siete

Un jardín en Kioto

XAVIER MORET

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A vuelo de pájaro, la distancia entre Barcelona y Kioto es de 10.326 kilómetros. Conclusión: Kioto está muy lejos. Y, sin embargo, por muchas que sean las horas empleadas en el desplazamiento, hay varios jardines en Kioto que justifican por sí solos el viaje. Sin ir más lejos, el Jardín de Piedras del templo de Ryoan-Ji, una maravilla zen de finales del siglo XV que consta de tan solo 15 piedras distribuidas en cinco grupos sobre un rectángulo de grava blanca convenientemente rastrillado para que evoque el océano, las monta- ñas, las islas... El jardín es de una sencillez extrema, pero es tanta la emoción estética que desprende que ha resistido más de 500 años las cicatrices del paso del tiempo y, en los últimos años, las oleadas del turismo de masas.

Alex Kerr, escritor norteamericano con casa en Kioto desde hace más de 20 años, escribió en Lost Japan que "Kioto es una especie en extinción". "Sus monumentos no han cambiado en siglos --añadió--, pero el estilo de vida de Kioto se acerca a su fin por culpa del moderno desarrollo".

Si un día, por desgracia, llega a concretarse la extinción de lo que significa el antiguo Kioto, la humanidad será culpable. Y entonces no solo perderemos unos adorables jardines y unos templos elegantes, sino también una intensa relación con la naturaleza que es la que ha llevado a todo esto.

En este contexto, el Protocolo de Kioto, ese documento de mínimos que todavía hay quien se empeña en discutir, simboliza no solo la lucha para detener el cambio climático, sino también la salvación de un pequeño y fabuloso jardín zen que contiene en esencia todas las maravillas de la vida.

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