Médica y viajera

Ana Puiggròs: "A Zanzíbar le queda poco como paraíso"

Vive buena parte del año en Zanzíbar, donde dirige un centro de submarinismo y donde asegura haber dejado de lado el estrés y las prisas.

Ana Puiggròs.

Ana Puiggròs.

XAVIER MORET

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--¿Por qué vive en Zanzíbar?

--En Barcelona trabajaba con drogodependientes y llevaba una vida muy estresada. No me sentía bien, pero cuando iba a África veía que allí había otro ritmo de vida, una paz que aquí no encontraba. Quizá no tienen dinero, pero viven felices. Y pensé: vamos a probarlo.

--¿Ha valido la pena?

--¡Y tanto! Allí saben vivir mejor, sin agobios. En el 2000 busqué un trabajo como médico en un hotel, para conocer mejor la isla y a la gente. También trabajé para Médicos del Mundo.

--Y después se lió la manta a la cabeza.

--En el 2002 presentamos un proyecto al Gobierno de Zanzíbar para montar un centro de submarinismo en la costa norte y nos vinimos aquí con mi pareja, Gregorio, y mis dos hijos, Sabina y Daniel, que entonces tenían 19 y 9 años.

--¿Qué le atrae de África?

--Siempre me siento bien allí. La primera vez ya me enamoró y volvimos a menudo. Empezamos por Kenia, pero luego vimos que en Tanzania era todo más fácil.

--¿Y cómo llegó a Zanzíbar?

--Fue en 1997. Entonces era solo una isla para hippies, con pocos hoteles y malas carreteras, pero con playas maravillosas y la ciudad de Stone Town, increíble. Nos dimos cuenta de que la isla iría a más y de que era buen lugar para montar un negocio.

--El centro de submarinismo Spanish Dancer

--Le pusimos así porque el Gobierno nos dijo que éramos los primeros españoles en montar algo en la isla y que estaría bien un nombre español. El Spanish Dancer es un nudibranquio, una especie de gusano que baila en el agua como si llevara un traje de faralaes. Hay muchos en Zanzíbar.

--¿Va bien el negocio?

--Muy bien. Tenemos tres barcos y también nos ocupamos de reservas de hoteles y de organizar safaris por el sur de Tanzania. El norte está demasiado explotado; en el sur ves el África más profunda.

--¿Habla suajili?

--No es un idioma difícil. Lo hablo con los capitanes de los barcos y con la gente de la isla. Es como el esperanto del África del Este.

--¿Qué tiene Zanzíbar que no tengan otros sitios?

--Es una isla bellísima en la que el submarinismo estaba prácticamente virgen. La barrera de coral rodea la isla, y solo hay dos entradas, por Stone Town, la capital, y por Nungwi. Nosotros decidimos instalarnos en Nungwi.

--La isla ha cambiado mucho en los últimos años, ¿no?

--La hemos visto cambiar. No paran de construir hoteles, carreteras... Hay mucha inversión extranjera, demasiada. Antes no había hoteles y ahora hasta hay un cinco estrellas.

--¿Le sigue gustando?

--Sí, porque la relación con la gente es muy buena. Son muy tranquilos. Son como una familia para nosotros.

--Dicen que en el norte de la isla hay magia negra.

--Hay quien dice que la magia negra nació en la isla de Tumbatu, cerca de Nungwi. Por allí vamos a bucear y algunos dicen que hay demonios que te atan cadenas a los pies para que te ahogues. Dicen también que, a veces, se oyen campanas en la isla, pero no hay ningún campanario. En Nungwi hacen vudú a plena luz del día, pero nosotros nunca hemos tenido problemas.

--¿Se conserva todavía la maravilla de Stone Town?

--Se restaura más desde que es Patrimonio de la Humanidad. Sigue siendo un lugar maravilloso, laberíntico. El sur y el este de la isla han cambiado más. Era un paraíso y ahora está lleno de hoteles-gueto.

--¿Qué ha aprendido en Zanzíbar?

--A tomar distancia de los problemas. Aquí te ahogas en un vaso de agua y allí te lo tomas todo con calma y al final siempre encuentras una solución. Allí hay más solidaridad entre parientes y vecinos. Si estás enfermo, todos te ayudan.

--Alguien me dijo que, en África, los grandes problemas tienen fácil solución, pero que los pequeños problemas, como una puerta que no cierra, no tienen arreglo.

--Es cierto, pero aprendes a convivir con los pequeños problemas. Al fin y al cabo, no es tan grave.

--¿Aún ejerce de médico?

--Trato a la gente del pueblo sin cobrarles y les doy los medicamentos que dejan los turistas.

--¿Zanzíbar sigue siendo un paraíso?

--Está en un punto que... Pienso que a Zanzíbar todavía le quedan unos años como paraíso.

--Cuando esto se acabe, ¿buscará otro paraíso?

--No sé si quedan.