Opus mei

Los poderes ocultos de la lengua vasca

JOSEP Pernau

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Hoy escribiré sobre el euskera, pero no en su aspecto lingüístico, sino deportivo. Alguna virtud ha de tener, pues el entrenador del Atlético de Bilbao, Joaquín Caparrós, le ha dado una función en los encuentros, de la que debe esperar sorprendentes resultados, los cuales serían negativos para el Barça en el partido de la final de la Copa del Rey. Caparrós ha dado la orden a los jugadores de que se expresen en la lengua vasca. Los resultados están a la vista en la semifinal disputada el pasado miércoles: 3-0 contra el Sevilla. ¡Clasificados!

Retrocedamos 62 años, a los días de la guerra mundial, y situémonos en las islas del Pacífico, ocupadas por los japoneses. De nada ha servido la comunicación entre los norteamericanos en códigos secretos. Los nipones se los descubren todos. Hasta que el capitán Frank D. Carranza, hijo de emigrantes vascos, tiene la idea de utilizar el euskera para la transmisión de mensajes, ante el que fracasarán todos los expertos en descifrar textos engañosos. A principios de 1942 ensayan con 60 pastores vascos, que eran numerosos en el estado de Nevada y en todo el oeste, hasta que el 7 de agosto se llevó a cabo la invasión de la isla de Guadalcanal. Empezaba el desembarco y los ocupantes daban la bienvenida a los aviones que llegaban. A partir de aquel momento, el Pacífico se llenó de barras y estrellas.

Y vuelvo a la presencia del euskera en un campo de fútbol. Algún poder ha de tener si consiguió cambiar el sentido de un frente bélico. Solo lo saben Caparrós y sus 14 euskerohablantes de los 25 que componen la plantilla. Son como los pastores de ovejas. Nosotros no entendemos el mensaje. Con Guardiola incluido, somos los japoneses de la historia. Si todo sigue así, la Copa del Rey se nos volverá a escapar de las manos