Pequeño observatorio

Cipreses de tres estrellas

JOSEP MARIA Espinàs

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Desde hace algunos años, por Semana Santa, suelo pasar cuatro días en el Hotel Empordà, en las afueras de Figueres, y después de un largo rato de escritura, aviso a la familia: "Me voy a pasear por el camino de los cipreses". Es un camino recto, que solo tiene cipreses a un lado, lo que es bastante frecuente en el Empordà. Los cipreses no se plantan para dar sombra, sino para frenar el paso del viento y proteger los sembrados.

Pero los cipreses tienen más carácter si se nos aparecen como un árbol solitario que si están muy juntos y alineados. Los cipreses aislados en el paisaje son los que están relacionados con las leyendas y la literatura. Mi amigo Sebastià me ha enseñado un escrito de Francesc Roma sobre La simbologia del xiprer a Catalunya. Este árbol es bastante conocido como símbolo funerario, porque en los cementerios es habitual encontrar cipreses. He visto bastantes cementerios, a lo largo de mis viajes a pie, con frecuencia cementerios pequeños y modestos, y el ciprés nunca faltaba. Con su forma de llama, de un verde oscuro, casi insensible al paso del aire, la llama silenciosa de otro mundo --¿se paran alguna vez los pájaros en esos cipreses inmóviles?

Más reconfortantes son los cipreses que hay junto a una masía, porque en Catalunya son el símbolo tradicional de la hospitalidad. Son los precedentes de aquellas casas que por toda Europa cuelgan hoy un cartel que dice "Bed and Breakfast", cama y desayuno. La diferencia es que una casa con ciprés ofrecía un auxilio gratuito al caminante pobre.

Esta costumbre estaba tan arraigada que incluso una guía de Olot de 1908 --hace exactamente 100 años-- tenía este apartado: "Almoines públiques setmanals de cases particulars", en donde se explicaba cómo, cada día, de martes a sábado, se podía ir a algunas casas para recibir "la caridad". En la casa que mi abuelo Espinàs tenía en Sant Just Desvern, se presentaba cada semana un pobre, siempre el mismo pobre y el mismo día, y el abuelo nos mandaba que saliésemos a darle una peseta y una buena rebanada de pan.

Martí Boada dice que un ciprés delante de la casa significaba que el pobre tenía derecho a pan, vino y un poco de embutido. Dos cipreses significaban un ágape completo. Y tres cipreses, que se podía pasar la noche allí. Los cipreses funcionarían, pues, como la actual clasificación de los hoteles: una estrella, dos estrellas, tres estrellas. Los pobres más afortunados se encontraban delante de una casa con tres cipreses.