EDITORIAL: 'Europa carga con el futuro de Kosovo'

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Con un debate enconado y a puerta cerrada en el Consejo de Seguridad de la ONU, la cuestión de Kosovo llegó a su abrupto final diplomático y quedó definitivamente irresuelta. La Unión Europea (UE) y Estados Unidos, que respaldan la independencia de la provincia serbia, ahora asumen la ardua tarea de hallar una salida que no entrañe otro estallido de violencia en los Balcanes. Rusia y Serbia subrayan la ilegalidad de la secesión sin contar con el aval de la ONU mediante una resolución y propugnan la continuación de las negociaciones entre serbios y albanokosovares. Situación similar a la que existía cuando el presidente Bush, al no lograr el apoyo expreso del Consejo de Seguridad, decidió invadir Irak. Una violación flagrante de la seguridad colectiva, pilar del orden internacional encarnado por la ONU.

Tras el fracaso definitivo, un comunicado conjunto de EEUU y la UE señaló que los europeos están dispuestos a asumir la iniciativa para un "arreglo que defina el estatuto de Kosovo". Aunque no lo dice, la UE pretende aplicar el plan del enviado especial de la ONU, Martti Ahtisaari, para "una independencia supervisada", una variante del protectorado ejercido desde que la OTAN bombardeó Serbia en 1999 y sometió a su provincia de Kosovo a la tutela internacional. Pese a las reticencias o los escrúpulos legales de algunos de sus miembros, la UE pretende reafirmar su hegemonía continental con la OTAN detrás, pero no cabe duda de que retorna al avispero de los Balcanes enfrentada a Rusia y sin un respaldo jurí-

dico inequívoco.

La crisis de Kosovo enrarece aún más la atmósfera de guerra fría que envuelve las relaciones de Occidente con Moscú. El presidente Putin parece dispuesto a recuperar la influencia en los asuntos mundiales y pretende impedir, ante todo, que las avanzadillas de la OTAN y la codicia petrolera se aproximen al llamado "extranjero próximo", las repúblicas exsoviéticas del Cáucaso y Asia central. El Kremlin alega que la decisión de seguir adelante con la independencia ilegal de Kosovo es un acto hostil de imprevisibles consecuencias. La Europa de fronteras abiertas y penuria ener-

gética, adalid de la legalidad internacional, se alinea con el criterio de Washington y prefiere establecer un protectorado en Kosovo en vez de entenderse con Rusia para organizar un espacio de prosperidad desde el Atlántico a los Urales. El tiempo juzgará esta elección arriesgada.

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