La resaca del mayo francés del 68

PILAR Rahola

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Hasta los que, por edad, no vivimos el mayo francés del 68, lo adoptamos como mito adolescente, y, desde entonces, conformó nuestros sueños transgresores. Tuvo que llover mucho, caer una dictadura y aprender a vivir en libertad para entender que el prohibido prohibir era una perla poética, pero una sandez ideológica. Como toda epopeya colectiva, aquel Mayo del 68  acumuló virtudes históricas, pero también dejó en herencia algunos tipos que aún se arrastran por las esquinas del dogmatismo, unos cuantos lemas inservibles y una buena dosis de tontería progresista. Visto en perspectiva, fue tan importante porque pasó en París, y ya se sabe que cuando Francia estornuda, el mundo tiene la gripe. O al menos, así era hace un tiempo, cuando Francia pintaba algo.

Ahora, después del huracán electoral, llega André Glucksmann y nos dice que Sarkozy "ha recogido el papel de Cohn-Bendit", y que no siendo de izquierdas, era el candidato más a la izquierda. El que tiene "las soluciones más eficaces contra la miseria". Supongo que las sabrá compaginar con sus vacaciones en yates de lujo. Pero, notorias y prematuras contradicciones al margen, la afirmación que ayer hacía Glucksmann en EL PERIÓDICO merece una reflexión serena. Algunas cosas son ciertas. Hay derechas socialmente avanzadas e izquierdas profundamente retrógradas, y en los centros de ambas sensibilidades habitan ideas muy solventes. También es cierto, como denuncia desde hace años Glucksmann, que los retos más importantes de la libertad, desde la lucha contra el nihilismo fundamentalista, hasta la solidaridad con Darfur, pasando por la esclavitud de la mujer en el islam, no han sido seriamente asumidos por la izquierda, cuyas banderas se mantienen paradas en las recurrentes obsesiones antiamericanas. Es decir, asumiendo el oxímoron, son izquierdas antiprogresistas. De ahí a considerar a Sarkozy como un nuevo Cohn-Bendit, hay muchos pueblos, pero el matiz de Glucksmann queda recogido. Es cierto: en estos tiempos de confusión, las etiquetas ideológicas solo definen prejuicios. Debajo de ellas están las sorpresas.