'Tours' verdes

Rutas de primavera: encuentra los escondites en flor de Barcelona

¿Lo notas? Es la libido floral. Estamos en abril: la naturaleza comienza a brotar en el asfalto. Redescubre selvas urbanas, oasis vegetales y rincones de postal

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cervantes.jpg / A.S.

Albert Fernández

Albert Fernández

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Sientes los latidos en la sien y cualquier canción te anima; el sol te acaricia la cara y a tus ojos la danza de las flores con la brisa le da mil vueltas a la más laureada interpretación de 'El lago de los cisnes'. La primavera la savia altera. En cuanto abril asalta nuestro calendario, la naturaleza responde con exuberancia a las horas de luz. El despliegue vegetal multiplica su intensidad para embelesarnos con sus colores alegres y fragancias hechizantes. En esta Barcelona asediada por las obras y el ruido, nada como sentir la vida brotar entre el asfalto.

1. Jardines eróticos

Paraísos frutales

Si buscas un jardín de ensueño para escribir poemas, declarar tu amor, o simplemente petarlo con un selfie floreado, estás en el área de vegetación voluptuosa. En estas fechas no puedes dejar de visitar el parque de Cervantes (Diagonal, 706). Más allá de su impresionante reguero de tilos, olmos, encinas y pinos, la espectacular rosaleda de Cervantes contiene cerca de 10.000 rosales de unas 2.000 especies y variedades diferentes que, en el mejor momento de la floración –entre mayo y julio–, pueden llegar a presentar 150.000 rosas abiertas al mismo tiempo. Parterres espectaculares, fragancias en flor y una líbido floral creciente invadiendo el aire.

Un paraíso escondido: los Jardines de la Casa Ignacio Puig.

Un paraíso escondido: los Jardines de la Casa Ignacio Puig. / Joan Cortadellas

Si atraviesas el vestíbulo del Hotel Petit Palace Boqueria Garden (Boqueria, 10) y subes las escaleras que te llevan a los Jardines de la Casa Ignacio Puig te sientes como Indiana Jones descubriendo los restos de una civilización perdida. Este edén olvidado data de 1861 y se reparte en dos niveles, con árboles de canela, laureles y mares de cintas rebosando verdor. El sonido del agua de sus fuentes en forma de gruta hacen olvidar el bullicio de las Ramblas. Los pasillos de baldosas, bancos y tarimas resultan ideales para el paseante meditabundo. Pero sin duda este armonioso escenario es ideal para una primera cita. Imagina robar un beso sobre esa romántica balaustrada.


2. Gràcia en flor

Raíces vecinales

Un paréntesis natural en Gràcia: el Jardí del Silenci.  

Un paréntesis natural en Gràcia: el Jardí del Silenci.   / Zowy Voeten

Como un paréntesis natural que se abre entre las callecitas de Gràcia, el Jardí del Silenci (Encarnació, 62) causa pasmo en los transeúntes distraídos, que asoman por la valla fascinados por su tremenda exposición de biodiversidad. La tierra se abre y bifurca, con el suelo colonizado por tiestos y plantas a ambos lados. Para cuando llegamos a la apasionante pérgola de glicinas que lleva a su fuente central hemos olvidado en qué siglo vivimos. El Jardí no solo es una paraíso de la frondosidad, también representa la gran victoria del barrio frente a la voracidad inmobiliaria.Gràcia puede celebrar otro gran triunfo. Muy cerca del Jardí del Silenci, hace poco se hizo por fin realidad el Jardí de l’Alzina (Manrique de Lara, 7). Complace infinitamente recostarse sobre el respaldo de la tarima de madera que protege las raíces del árbol más antiguo de la ciudad.

Amapolas bajo el hormigón del Mercado de la Abacería en ruinas.

Amapolas bajo el hormigón del Mercado de la Abaceria en ruinas. / Robert Strauss

Y Gràcia quiere seguir floreciendo: sus vecinos ya han reunido 8.000 firmas para detener la reforma del Mercado de la Abaceria y que acoja un mercado tradicional con parque en vez de un súper.    


3. Vegetal y vertical

Ramas trepadoras

Un rincón verde para instagramear en la calle d’en Tripó.

Un rincón verde para instagramear en la calle d’en Tripó. / Zowy Voeten

Cuando la naturaleza se enfila por muros y piedras, el 'show' alcanza proporciones de circo. Dando un distraído giro desde la calle donde Paradiso (Rera Palau, 4) nos sirve secretas maravillas en vasos imposibles, nos aguarda una sorpresa para los sentidos. Frente a la plaza de les Olles, resguardadas por una espléndida tipuana que extiende sus ramas en gesto protector, se revelan las frondosas paredes de la calle d’en Tripó. Este coqueto 'cul-de-sac' antiguamente fue un pasaje particular con una valla de madera que cerraba la entrada. Ahora cobija un ecosistema vertical que da para 200 'likes' como mínimo. La hiedra asciende desde el muro hasta conquistar una extraña chapa ondulante curiosamente decorada con trazos granate, cobre y cian. La mano se va al móvil mientras las pupilas se pierden en las psicodélicas confluencias del verdor y la pintura, sobreviene el mareo de Stendhal, y es fácil perder pie.  

Igual de flipante es dar con este otro esplendor en la hiedra: contempla la tupida invasión verde que cubre la casa del pasaje de Fontanelles con la calle de Anglí.


4. Claustros vegetales

Patios germinados

Un clásico de los ránkings de jardines secretos: la terraza del bar de La Central del Raval.

Un clásico de los ránkings de jardines secretos: la terraza del bar de La Central del Raval. / Sergi Conesa

A veces para dar con un paréntesis verde hace falta adentrarse en algún patio o galería interior, rincones alejados de las miradas donde la luz incide sutilmente sobre una colección de plantas en subterfugio. Tras la piedra podemos dar con tesoros como el vergel interior del Museu Frederic Marès (plaza de Sant Iu, 5) o los nobles 'Citrus aurantium' que crecen en el Jardí dels Tarongers (Elisabets, 8).

El selvático Bar El Jardí.

El selvático Bar El Jardí. / Zowy Voeten

Resulta excepcional leer algún poema de Walt Whitman caña en mano en el jardín interior del Centre Cívic Can Deu (plaza de la Concòrdia, 13), o soñar despierto en la terraza interior del bar de La Central del Raval (Elisabets, 6). Beber entre plantas también es posible en el célebre Bar El Jardí (Hospital, 56), ubicado en el patio del Antic Hospital de la Santa Creu. Su selvática terraza está siempre a tope. 

Terraza-jardín del Antic Teatre.

Terraza-jardín del Antic Teatre. / Manu Mitru

Donde se reúne todo tipo de fauna es en torno a la graciosa flora de la terraza-jardín del sempiterno Antic Teatre (Verdaguer i Callís, 12). Representación de los jardines interiores de los palacios decimonónicos de la ciudad, ahora su hermosa higuera da sombra al hormigueante cerveceo en esas sillas de plástico sobre las que se habrán fraguado no pocas citas de Tinder.


5. Paseos épicos

Frondes y escaleras

Cuando te empleas en una caminata cuesta arriba, no hay mejor alivio que vivir tu ascenso en compañía de floraciones alucinantes y frondes fabulosos. Ascendiendo desde Vallcarca hacia la zona monumental del Park Güell das con un camino de tierra y vegetación que llega a una curiosa escalinata de baldosas pardas. Entre los peldaños desciende un pequeño caudal, emitiendo un rumor natural cautivador. El agua proviene de la Fuente de Sant Salvador. A los lados de la escalera con riachuelo crecen arbustos y árboles dispersos sobre un manto marrón. El encanto sobrenatural del lugar es tal que parece que en cualquier momento vayan a llegar cantando los elfos de Lothlórien

Escaleras entre pinos y adelfas en los terrenos contiguos al albergue Barcelona Xanascat.  

Escaleras entre pinos y adelfas en los terrenos contiguos al albergue Barcelona Xanascat.   / Albert Fernández

También escucharás las fanfarrias de 'El señor de los anillos' si accedes a los terrenos contiguos al albergue Barcelona Xanascat (paseo de la Mare de Déu del Coll, 41, 51). Junto a la antigua Torre Marsans el terreno se inclina para llevarte a un paraje de fantasía, donde unas escaleras de madera avanzan entre pinos, pitosporos y adelfas en flor. Otra estampa que encandila es una escalinata que aflora en el Ferró, en la calle de Atenes a la altura del Col•legi Major Monterols (Corint, 3). La pendiente de escalones se curva rodeada por una alfombra verde donde una palmeras datileras se giran en consonancia, arañando el cielo. Por la pared trepan unas graciosas buganvillas. Por cierto, ¿sabes que esta planta es un trampantojo de la naturaleza? Esas despampanantes formas fucsia no son sus flores, sino hojas modificadas. La flor es blanca y tubular, y queda protegida en su interior.


6. Coronas de flores

Techos vegetales

Calle de Horaci, en Sarrià.

Calle de Horaci, en Sarrià. / Albert Fernández

Viviendo en una jungla de cristal, a veces el verde viene a resguardarnos. Fascina encontrar rincones conquistados por ramas y hojas tan peculiares como esa pérgola hecha de vegetación que cubre calzada y aceras en la confluencia de las calles de Espronceda y Marroc. Parece como si el mismísimo Groot estuviera extendiendo sus leñosos brazos para protegernos con su sombra. 

Si caminas entre las agradables tipuanas del paseo central de Josep Tarradellas, en el Eixample, también sentirás sobre tu cabeza el amparo de sus hojas elípticas y esos racimos de flores amarillas y amariposadas. Igual de seductor resulta el descenso por el tramo final de la calle de Horaci, en Sarrià. La cuesta que lleva a la entrada trasera de los Jardines de Ca N’Altimira (Maó, 9) está techada por ramas arqueadas pobladas de vivos limbos verdes. La sombra de sus hojas titila sobre el suelo, y el recogimiento de este corredor se vuelve maravilloso.


7. Sorpresas de primavera

Inevitable naturaleza

Oasis florido en la plaza de Sant Gaietà. 

Oasis florido en la plaza de Sant Gaietà.  / Maria D’Oultremont

Descubrir el gran espectáculo secreto de la naturaleza en los intersticios de la ciudad sobrecoge al más despistado. Hay quien aún desconoce el paraíso en miniatura de la plaza de Sant Gaietà. Aquí el Stendhalazo es instantáneo. Solo puedes contener el aliento y pasear la mirada estupefacta por el desfile de tiestos, jarrones y muros por donde brotan enredaderas y centellean infinidad de flores ajenas a las manadas de turistas de los búnkers del Carmel. Esta placita escondida en los intersticios de Sarrià se mantiene esplendorosa gracias al trato íntimo de sus vecinos, que cuidan con esmero su repertorio vegetal. Un fantástico despliegue de ficus, margaritas, geranios, ciclámenes, rosales y limoneros. Apetece hacer un pacto mudo con el lugar y quedarte ahí en silencio, mientras un gato se frota por las macetas.

Otra revelación inesperada es salvar la ruidosa corriente de tráfico de Sant Gervasi y girar la esquina que lleva al paraíso verde del pasaje de Maluquer. Se trata de un reino salvaje donde la flora parece querer borrar cualquier rastro de civilización. Árboles gigantes y enredaderas desaforadas ocultan los edificios, las tipuanas tiñen el asfalto de amarillo con su floración, y los cipreses crecen más allá de donde alcanza la vista. Los pájaros celebran con cánticos la conquista vegetal de los cielos. Ante semejante epifanía natural, el ser humano trastabilla. La cabeza se va. Te colocas. Un episodio psicodélico que solo podría elevarse más si viéramos a La Cosa del Pantano emerger entre el verdor, extraer un tubérculo de su musgosa caja torácica y ofrecernos un bocado de la engrosada raíz. Frente a la selva del asfalto, el verdor siempre se abre paso.

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