La Canaletes desconocida

Paseos singulares por Barcelona: la Rambla de los 135 pasos

Marc Piquer, el explorador urbano de la cuenta de Twitter @Bcnsingular, estrena sus rutas insólitas en ‘On Barcelona’. Hoy redescubre un lugar tan concurrido como Canaletes

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IMG_7737.JPG / Marc Piquer

Marc Piquer

Marc Piquer

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Me piden que escriba sobre la otra Barcelona y no se me ocurre otra cosa, para empezar, que llevaros a un lugar tan desconocido como la Rambla. Mi sugerencia pasa por fijarnos en aquello a lo que no se presta atención, mientras andamos a lo sumo 100 metros; o lo que es lo mismo: 135 pasos, 2 minutos a paso ligero, que es lo que se tarda en recorrer el primer tramo de esta calle emblemática y universal que, dependiendo de si se es o no turista, genera amor u odio

Durante tres siglos, la parte superior del paseo estuvo ocupado por la universidad primigenia, l’Estudi General (1536-1714), convertida luego en cuartel militar. Y hasta donde llegan mis recuerdos de infancia, este espacio –tras derribarse el recinto– parecía que fuera propiedad del señor Gonzalo, que se enfurecía cuando alguien se sentaba en una de sus sillas de pago sin intención alguna de abonarle 50 pesetas. Hoy se sigue quedando en la rambla de Canaletes –donde la fuente, o a la salida del metro–, pero al rato la gente se dispersa, y se pierde detalles que la enriquecen.

1. Los abuelos tribuneros

La farola de Canaletes

La farola de Canaletes tiene más historia de lo que parece.

La farola de Canaletes tiene más historia de lo que parece. / Montse García

Vale, es una farola, pero tiene más historia de lo que parece. Desde 1929, ahí está, al principio de la Rambla. Aunque un poco por accidente. Junto a otras siete, tenía otra misión: iluminar el centro de la plaza de Catalunya. Pero una vez realizado el encargo a la empresa Biosca & Botey, Francesc de Paula Nebot introdujo cambios en el proyecto monumental de Puig i Cadafalch, y prescindió de los fanales. La solución fue poner el único que estaba terminado –diseñado por Félix de Azúa– en su ubicación actual. Pronto se juntarían a su alrededor abuelos tribuneros expertos en cantar alineaciones y arreglar el mundo.  

-Ha habido tongo.

-No me haga reír, hombre, ¡no me haga reír!

Puede que estas discusiones monotemáticas sobre fútbol ya no den para escribir crónicas periodísticas. O a lo mejor es que ya no existen periodistas como Martín Girard, seudónimo de Gonzalo Suárez. De chaval, este reconocido escritor y cineasta tomaba nota de todo lo que escuchaba, hasta que se hartaba: «Cambio de corro y me meto en una concentración de andaluces». 'El Noticiero Universal' publicó los microrrelatos del joven fisgón en la sección 'La Farola de Canaletas'.


2. Viajes de época

El intercambiador de Catalunya

Turismo de subsuelo: ‘La Rotonda dels Transports’ está en el intercambiador. 

Turismo de subsuelo: ‘La Rotonda dels Transports’ está en el intercambiador.  / Marc Piquer

En el cruce de la Rambla con Pelai convergían las dos murallas medievales construidas en los siglos XIII y XIV. Se alzaba también la segunda de las torres de Canaletes, y pegado a ella, el portal de Sant Sever, cuya base es todavía visible al descender con el ascensor que da acceso al pasillo que conduce a la estación de Catalunya de los Ferrocarrils Catalans. Al abrirse las puertas, entristece ver la persiana bajada del Bar Manantial, que ha perdido incluso el rótulo. Desconozco si siguen en su sitio los paneles luminosos de hormigón en el pequeño comedor interior, uno de los cuales recrea la fuente de Canaletes (el manantial que daba nombre al establecimiento); o si permanecen al pie de la barra las cerámicas que ilustraban diferentes pueblos de las Españas. 

El Bar Manantial.

La fuente de Canaletes del Bar Manantial. / Marc Piquer

El local aportaba a este sótano tan feo y concurrido un toque rancio que le iba que ni pintado. Solo se salva, pese a estar muy deteriorado, el trabajo artístico 'La Rotonda dels Transports', del que son autores antiguos profesores y alumnos de la escuela Massana. Se trata de un conjunto de piezas de mosaico de gres, inauguradas en 1966 y restauradas en 2003, que representan diversos tipos de medios de transporte, desde aviones rudimentarios y barcos de vapor hasta globos aerostáticos, bicicletas primitivas y submarinos estrambóticos, con los que me imagino que Julio Verne hubiera gozado de lo lindo.


3. Primer Burger King

El antiguo Bar Canaletas

Dos escenas campestres de la antigua balconada del Bar Canaletas,  ahora Burger King.

Dos escenas campestres de la antigua balconada del Bar Canaletas, ahora Burger King. / Marc Piquer

Si en 1978 ya fue todo un acontecimiento la inauguración en la plaza de Calvo Sotelo (actual Francesc Macià) de un Pokin’s, podéis imaginaros cómo se vivió la apertura del primer Burger King. Hacía solo unos meses que McDonald’s se había estrenado en la vecina calle de Pelai, y lo había celebrado sin reparar en gastos: con una fiesta de tres días en la que participaron artistas de circo, marionetistas y 'castellers', y se repartieron un sinfín de regalos. Ahora le tocaba el turno a la segunda firma mundial en 'fast food', y bien que lo hizo, cuando en 1982 adquirió el famoso Bar Canaletas

La multinacional se presentó ante la prensa con un almuerzo en el que se ofreció 'escudella i carn d’olla', langosta y crema catalana; y proclamó que daría «nuevo sabor» a la Rambla, atrayendo «ambiente joven» y contribuyendo a hacerla más cosmopolita si cabe. A los ojos de los periodistas –me imagino que todavía con la comilona muy presente–, Burger King «salvó» el histórico establecimiento abierto en 1916. En realidad, se limitó a preservar parte del mobiliario, las pinturas –algunas, de Utrillo– y los espejos que habían sobrevivido a la reforma de 1979, y que con el paso del tiempo han ido desapareciendo. Sigue en pie, eso sí, la balconada, con sus escenas campestres, que pese a que desentonan con el entorno, pueden interpretarse como una invitación a ir de pícnic por Montjuïc y sacar de la cesta a la hora del piscolabis… un triple Whopper.


4. El presidente mártir

Placa a Josep Sunyol i Garriga

Placa de homenaje a Josep Sunyol i Garriga. 

Placa de homenaje a Josep Sunyol i Garriga.  / Marc Piquer

En Canaletes hay incrustada en el arcén una placa de homenaje que debe de ser la más pisoteada de Barcelona. La lámina –escondida bajo las mesas de la terraza del bar Núria– rememora la trágica muerte de Josep Sunyol i Garriga, presidente del Barça cuando estalló la guerra civil que fue fusilado después de que, acaso por un error del chófer o quién sabe si por un acto de traición del mismo, cruzara las líneas enemigas durante una visita al frente republicano. 

Sunyol fue diputado de ERC en el Congreso y fundador de 'La Rambla'. Este rotativo tenía la redacción en el número 133 (la plancha se halla justo delante) y los domingos reunía muchos curiosos enfrente, sumamente atentos a los resultados de la liga de fútbol que se anunciaban en una pizarra. Fue así como, muy probablemente, se inició la costumbre de celebrar en Canaletes las victorias más célebres del equipo blaugrana.

Por cierto, en la placa no se hace ninguna referencia a otro de los ocupantes del vehículo en el que viajaba el mandatario culé, muerto también en aquella emboscada: Pere Ventura, el Guantes, exportero del RCD Espanyol que al retirarse ejerció de periodista en 'La Rambla'.


5. Un bar (honesto) con vistas

La terraza del Yurbban

La Terraza del Yurbban Ramblas tiene un bar «honesto». 

La Terraza del Yurbban Ramblas tiene un bar «honesto».  / Marc Piquer

Cada vez hay más hoteles que permiten el acceso a la terraza a quienes no se hospedan, sin embargo, el cielo de Canaletes sigue siendo un territorio prohibido para los barceloneses que ansían descubrir vistas insólitas de su ciudad a cambio de un refrigerio por lo general caro. El último establecimiento hotelero que ha abierto en la zona es el Yurbban Ramblas Boutique Hotel, en la Casa Joan Busquets (número 129). Y tiene terraza, pero restringida a los clientes. Seguramente por eso se han atrevido a poner un bar «honesto» (así lo llaman), sin nadie que atienda. Los usuarios pueden consumir a placer agua embotellada, cerveza, vino y limonada, con el compromiso de que sean sinceros e informen en recepción de lo que han tomado. Para los más curiosos, también hay prismáticos (tienen la plaza de Catalunya a tiro). 

Sería aconsejable que tanto deleite no postergue la traca final: bajar a cenar al Canaletes. La antigua cervecería Baviera, vituperada por sus tapas mediocres y su coste abusivo, se ha transformado ahora en un restaurante de cocina catalana a la brasa, con productos de proximidad y ¡sin freidora!


6. Combinados exclusivos

El Rossi y el Miró del Boadas

El Rossi, una rareza del Boadas. 

El Rossi, una rareza del Boadas.  / Montse García

Cuando Miguel Boadas, hijo de emigrantes catalanes, abandonó su Cuba natal para venir a Barcelona, era ya un 'barman' de prestigio que había demostrado sus dotes en el arte de combinar licores. El oficio lo aprendió en el legendario Floridita de La Habana y en 1933 dio el salto con la apertura de su propio negocio. 

Desde un buen comienzo elaboraba un cóctel inventado por él, el Rossi, con el que obtendría un diploma que fue un preludio de su ulterior éxito. Contiene curaçao, vermú rojo, dubonnet y ginebra, y es de las pocas bebidas del Boadas Cocktail Bar que no aparecen en la lista de la International Bartenders Association. Otra rareza es el Miró, que en 1978 Maria Dolors Boadas –hija del fundador– sirvió al artista tras entregarle la Medalla de Oro de la Ciudad, y que se creó expresamente para la ocasión. 

Recogen las crónicas que Joan Miró se lo bebió de un trago –tenía 85 años– y que reaccionó con gran satisfacción: «¡Caray, qué bueno!». Lleva dubonnet, Grand Marnier y el whisky escocés que siempre pedía cuando visitaba la coctelería. Actualmente casi nadie toma en el Boadas un Rossi, y aún menos, un Miró. Pero cuando esto ocurre, se le suele entrever al camarero una mueca cómplice. Sí, yo soy y seré siempre uno de los vuestros.

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