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'Jaleiu': la gran evasión
Guillem Albà & La Marabunta ofrecen humor y música en el Victòria
Eduardo de Vicente
Periodista
Después del año que llevamos, quien más quien menos lo que necesita es evadirse de los problemas cotidianos y dejarse llevar por un rato por unos artistas que tan solo pretendan entretenernos. Conscientes de todo ello, el clown Guillem Albà y sus acompañantes, los seis músicos de La Marabunta, han orquestado un espectacular e hilarante montaje, Jaleiu, que puede verse todos los martes hasta el 18 de mayo en el Teatre Victòria y en el que garantizan risas, sorpresas y una estupenda banda sonora desde el primer minuto.
Ya antes de iniciarse, los temas que suenan de fondo en la sala son optimistas, como el Happy de Pharrell Williams y similares, y la voz en off que nos recomienda apagar los móviles también se desmelena y empieza a enumerarnos irónicamente todas las demás prohibiciones a las que estamos sometidos. Los instrumentos de viento y el ukelele brillan en el número inicial de bienvenida en el que nos recomiendan que hagamos de la vida un juego. Albà aparece con una americana lila y chaleco y pantalones rojos mientras los músicos hacen sus solos y el público acompaña con las palmas. Y esto no ha hecho más que comenzar...
Del mando a distancia a las palomitas
La alegría se ha instalado en el teatro y ya no se marchará durante la próxima hora y media. Bueno, más o menos, porque el payaso es un especialista de la improvisación, bromea con los espectadores y, a veces, se extiende demasiado. Él mismo lo reconoce explicando que lo que pretende es que se nos pase la hora del toque de queda y nos detengan. Para el siguiente número utiliza un mando a distancia con el que provoca que los músicos hagan pausas, rebobinen o corran. Es uno de los momentos más divertidos.
Las palomitas son las protagonistas de la siguiente escena. El maestro de ceremonias aparece vestido con una camiseta amarilla a rayas y con tirantes e intenta acertar lanzando una al aire e intentando que caiga en su boca. Más adelante aparecerá con una sorpresa gigantesca que acabará en la platea con inesperadas consecuencias. A todo esto, la banda mantiene el tono optimista con músicas animadas y demostrando su virtuosismo a cada momento.
Un policía y un líder político
A continuación, Albà se disfraza de policía norteamericano con una pistola en su mano y repitendo "any problem?", improvisando un rap y asegurando que nos va a hacer una demostration de su puntería disparando a un globo que sostiene uno de sus compañeros. El gag con el que finaliza esta parte, que muestra el recorrido de una bala, es sencillamente genial y acaba con los oés del público.
Su siguiente personaje es un líder político que habla en castellano y que se presenta como el futuro presidente de la nación. Viste una americana azul, gafas y unos zapatos con luces. Los músicos son sus palmeros, los que le ríen las gracias y le aplauden compulsivamente. Todo va bien hasta que decide romper su discurso y hablar con el corazón y juega con rebanadas de pan de molde, un vaso de agua y un paraguas. Incluso llega a reconocer que está haciendo payasadas para finalizar con un desenlace inesperado con homenaje musical incluido.
Un cumpleaños con Little Richard
Uno de los momentos más brillantes llega luego. En el mismo, la banda hace un medley de famosos temas bailables, desde Michael Jackson a la Macarena, mientras Guillem ejecuta sus respectivas coreografías. Y todo ello a un ritmo tan vertiginoso que, a veces, no te da tiempo de reconocer la canción y ya ha acabado. El grupo demuestra su habilidad para hacer sonidos sin instrumentos, simplemente haciendo chocar sus manos con distintas partes del cuerpo y nos presentan al siguiente personaje a ritmo de rock, una especie de Little Richard ataviado de amarillo con flecos verdes.
El recién llegado canta I’m a party y nos advierte que vamos a asistir a una fiesta de cumpleaños con un invitado inesperado. El decorado se llena de banderolas y flores, una piñata y el imprescindible pastel. Aquí, como de costumbre, nada es lo que parece y el desenlace resulta tan arriesgado como cómico. Cobardes, abstenerse. En esta recta final parodia a las estrellas del rock e improvisa una canción sobre el público que le acompaña con una coreografía desde la butaca y acaba proponiéndonos un efecto que crea una atmósfera mágica en la sala.
Alegría y vitalidad
Sus últimos mensajes son que vayamos con cuidado, que vigilemos pero que no nos olvidemos, mientras tanto, de vivir e insiste con la canción inicial en que nos tomemos la vida como un juego, al igual que hacen ellos. Es un espectáculo lleno de alegría y una contagiosa vitalidad con dos ingredientes básicos: el humor sin límites de Albà y la música festiva de la incansable banda. Quien quiera dejar atrás los malos rollos de estos meses y pasar un buen rato, ya tiene una estupenda opción para una fantástica evasión. La gran evasión.
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