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Acercando a Pitarra al siglo XXI
Epidèmia Teatre estrena el musical 'Mistela, candela, sarsuela' en El Maldà
Eduardo de Vicente
Periodista
Las jóvenes compañías teatrales tienen la sana costumbre de arriesgar más de lo habitual. Suelen trabajar en salas pequeñas con aforo limitado pese a lo cual intentan sorprender e ir creciendo y experimentando con cada nuevo montaje. Eso es lo que lleva haciendo desde el 2016 la gente de Epidèmia Teatre. Debutaron adaptando un musical de Broadway al pequeño formato (9 to 5) con resultados más que meritorios y su siguiente paso fue crear su propia obra, Bed & breakfast, sobre las aventuras amorosas de los chicos de hoy en día a partir de las canciones de Els Amics de les Arts. Su nuevo proyecto sigue esa línea de “más difícil todavía” intentando llevar a nuestros días los versos y temas del siglo XIX de Serafí Pitarra y Eduard Vidal y Valenciano con Mistela, candela, sarsuela, que acaban de estrenar en El Maldà.
En el mismo combinan textos de esos autores de las obras El punt de les dones, Si us plau per força y La gran sastressa de Midalvent para elaborar una comedia musical nueva puesta al día que respeta las rimas pero juega con los ritmos. Que nadie espere algo vetusto y apolillado ya que han intentado conservar la esencia pero convertirlo en contemporáneo con expresiones de hoy en día. De hecho, transcurre en un tiempo indeterminado, su estética puede rememorar a Los paraguas de Cherburgo de los años 60, aunque una antigua cuña de la Cadena Catalana radiofónica parece situarnos en los 80. En cualquier caso, el tono vintage está presente.
Una comedia en verso
Mientras esperamos el inicio suenan una versión instrumental de La revoltosa y el clásico Dónde vas con mantón de Manila, de La verbena de la Paloma, para que nos vayamos ambientando. El escenario está ocupado a la izquierda por dos taburetes con piezas de ropa y, al fondo, el piano. A la derecha, un colgador, un perchero y un montón de vestidos colgados y, en el centro, dos especies de cómodas con ruedas que se utilizarán con diversas funciones. Una voz en off nos advierte que emplearán un catalán actualizado y nos leen un poema en el que aseguran que “ja era temps del saber viure, i no anar, com tots hem vist, al teatro per estar trist, sino per xapàs de riure”.
Y eso, justamente, es lo que veremos, una comedia de enredos amorosos que transcurre en una sastrería en la que, desde el primer número, nos arrancan una sonrisa con su simpatía y sus coreografías resultonas. Los empleados reciben la noticia de que va a regresar, tras varios meses de ausencia, la sastressa /mestressa (Mireia Lorente-Picó) que aparece con un vestido rojo chillón como pidiendo guerra. Paralelamente, el joven Tit (Joan Sàez) intenta conquistar a su adorada Marieta (Aida Llop) mientras el encargado Lluc (Lluís Oliver) intenta poner orden y celebran su llegada bebiendo mistela.
Del arpa al hip hop
Conoceremos luego a Corina (otra vez Aida Llop) que sueña encontrar a su príncipe azul (que nadie piense mal, el nombre ya estaba en la obra de Pitarra) y la llegada de una carta de un pretendiente anónimo despierta su atención. Esta escena es una auténtica delicia, con la intérprete tocando una pequeña arpa con un tema tan romántico como delicado. Más tarde descubriremos el origen del nombre de la sastrería (como tiene su gracia, no lo desvelaremos) y seremos testigos de cómo la jefa pretende seducirá a Tit y le ofrece un ascenso con una canción muy pícara con dobles sentidos.
En un episodio muy irónico se produce un duelo entre dos parejas de médicos más preocupados por el dinero que por la salud de la paciente. La madre de Corina (Mireia Lorente-Picó) pretende que la chica se olvide de su enamorado misterioso y que se case con un hombre rico mucho más mayor a lo que la chica, idealista ella, se niega. Algunos temas también se interpretan a ritmo de hip hop como el divertido monólogo en el que se repasan los productos típicos de una larga lista de pueblos catalanes. Los aplausos suenan por todos los rincones de la sala.
Tributo al pasado desde el presente
Otros ingredientes del cóctel serán dos abanicos, unos loros, un micrófono que baja del techo o una calabaza para concluir con un final lúdico tan sorprendente como estripat y el público se une a los actores en la fiesta. Es un divertimento muy trabajado cuya intención es reivindicar a estos ingeniosos artistas de hace dos siglos para lo cual han debido llevar a cabo un impresionante trabajo de documentación. Homenajear al pasado desde el presente, desde la osadía de unos jóvenes que tienen poco que perder y que se atreven a mezclar conceptos y épocas con una soltura poco habitual. Un trabajo de corta, pega y remienda (con una inteligente dramaturgia de Silvia Navarro y juguetona dirección de Gemma Sangerman) que podría estar hecho en una sastrería de lujo pero que proviene de una pequeña tienda de barrio (Epidèmia Teatre), lo que le da aún más mérito. Solo les ha faltado repartirnos un chupito de mistela al final…
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