QUÉ HACER HOY EN BARCELONA
Un 'Pinocho' musical y tecnológico
La Sala Barts ofrece cinco días esta versión moderna del cuento
Eduardo de Vicente
Periodista
El cuento clásico Pinocho, de Carlo Collodi, alcanzó su máxima popularidad después de que Walt Disney hiciera su versión cinematográfica en 1940. Desde entonces no han parado de aparecer regularmente nuevas adaptaciones de esta historia, la más reciente dirigida por Mateo Garrone, el director de Gomorra, en el 2019 con Roberto Benigni (el autor de La vida es bella) interpretando a Geppetto. Una de las aproximaciones más originales al personaje fue otra cinta animada de 2004 producida por Filmax, Pinocho 3000 P3K, donde la marioneta era un robot que quería convertirse en un humano. Una premisa similar utiliza Pin8cho, el musical, una obra teatral muy tecnológica, escrita, dirigida y compuesta por José Masegosa, que puede verse desde hoy y hasta el lunes en la Sala BARTS.
El escenario representa una habitación futurista iluminada con neón. A la izquierda se encuentra una misteriosa cápsula cilíndrica y, a la derecha, unos cubos de reciclaje y una mesa de trabajo con un ordenador. Al frente de todo está la doctora Cereza (Sara Navacerrada), una joven inventora vestida extravagantemente y con una voz aguda algo irritante. Es un poco friki, la verdad. Nos presenta su última creación, un robot al que llama Basuritas, cuya misión consiste en reciclar los desechos llevándolos al contenedor correspondiente. Pero algo falla y, entonces, nos damos cuenta que a la investigadora siempre le falta algo para acabar de completar sus proyectos.
Pinocho en el siglo XXI
A continuación conoceremos a Grillo (Antonio Villa), el ser que controla el ordenador y que le hace de voz de la conciencia, que le reprocha que es muy torpe y que siempre acaba haciendo el ridículo. Cereza es también YouTuber y está obsesionada por conseguir más seguidores en las redes sociales, como nos cuenta en la primera canción, Instagram. Ahora su intención consiste en dar movimiento al androide que tiene en la cabina y, tras varios intentos, lo consigue. Y, como se trata de su octavo proyecto, lo llama PIN8 (Ángel Martínez). Pero lo más difícil llega luego, cuando debe enseñarle a poner en marcha sus habilidades motoras (Vamos a enseñarte el movimiento), con la ayuda de un Grillo transmutado en Elvis. Igualmente debe aprender las emociones y los valores humanos y le explica que, para contentar a los amigos, a veces es bueno decir mentirijillas.
La siguiente es hacer su aparición es Troyana (Laura Enrech), un virus informático con aires de hada madrina de dudosas intenciones que se ha liberado casualmente y que lo celebra con Estoy viva. Asegura que puede convertir a PIN8 en humano a cambio de un pequeño favor. Cereza anhela tener un amigo que le ofrezca Una sonrisa real y que la cuide y acaba aceptando, pero el virus le advierte que ella también debe ser responsable de sus decisiones y que, si el androide se porta mal, volverá a convertirse en metálico. Tras unas palabras mágicas, su sueño se hace realidad y PIN8 lo festeja cantando su versión, Estoy vivo.
La amistad y la sinceridad
En las siguientes escenas, la situación se complicará, el niño se verá obligado a mentir (su nariz enrojecida le delata) con La farsa, bajará a la platea donde pedirá ayuda a los niños, conocerá a un pastelero con acento francés (Ciudad de la luz) y todos se enfrentarán al resultado de sus decisiones (Es por mí que solo sabes mentir). El epílogo (Sal de la red) envía un mensaje muy oportuno para los peques, en el que los anima a salir a jugar con sus amigos de verdad y critica la obsesión por ser popular en las redes sociales con unos “amigos” a los que, en su mayoría, nunca han visto.
Es un montaje muy vistoso, repleto de atractivos visuales con una escenografía y elementos muy llamativos y canciones agradables. Está ambientado en tono futurista e incluyendo tanto asuntos contemporáneos como la adicción a Internet como referencias dedicadas a los adultos (David Bisbal, Mariano Rajoy, Amancio Ortega, Zinedine Zidane o los contratos laborales). Eso sí, el texto puede resultar algo irregular: tiene un arranque interesante y un desenlace educativo pero también algunos baches (las escenas escatológicas quizás están algo fuera de tono). En resumen, una puesta al día de un clásico infantil (que falta le hacía) que destaca el valor de la amistad y enseña a los niños a ser sinceros, ya que saldrán temiendo que, si dicen mentiras, puedan acabar abochornados... con la nariz roja.
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