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'Nausée': los sueños rotos de los treintañeros
La Badabadoc recupera esta obra en una versión renovada
Eduardo de Vicente
Periodista
Cuando somos jóvenes estamos repletos de sueños, aspiramos a tener una vivienda propia, una pareja con la que seamos felices, un trabajo a nuestra medida, etcétera. Sin embargo, en muchos casos, a medida que pasan los años nos vamos desencantando y comprobamos como gran parte de aquello que anhelábamos no se ha cumplido. Las nuevas generaciones lo tienen aún más difícil ahora debido al desorbitado precio de los pisos, la ausencia de contacto social o la escasez de empleos bien remunerados. Ese es el toque de atención que lanza Nausée, la obra que acaba de recuperar La Badabadoc escrita y dirigida por Carla Torres Danés y protagonizada por Carla Abulí (ambas ya coincidieron en Qüestió d’honor) y Jordi Ciurana. La pieza data del 2018 pero ha sido renovada, sobre todo en cuanto a puesta en escena, para adaptarla a los nuevos tiempos.
Es una obra sobre el desencanto de los treintañeros centrada en dos amigos, Rut y Marc, cuyas ilusiones se van rompiendo. Pretende ser un homenaje a La náusea, la primera novela filosófica del existencialista Jean Paul Sartre, de ahí su título en francés, con la que tiene algunos puntos en común. La trama transcurre en nuestros días y la banda sonora contiene varias canciones de Bob Dylan. El escenario muestra el interior de un piso, con un tendedero, varias sillas plegables, una mesa grande a modo de escritorio, vasos, ropa y un teléfono, todo de color blanco, como el vestuario de los actores con la excepción de un misterioso líquido verde.
El baile como vehículo de evasión
En el prólogo, los dos protagonistas están felices, son veinteañeros que danzan frenéticamente al ritmo de Yo quiero bailar, el popular tema de Sonia y Selena mientras lanzan al viento sus deseos de futuro, lo que quieren tener cuando sean mayores… Se cierra esta breve introducción y suena el Mr. Tambourine Man de Dylan. Han pasado diez años y se han dado de bruces con la realidad. Tienen que compartir un minúsculo apartamento de 28 metros cuadrados, sus vidas amorosas son un desastre, ella tiene varios empleos de subsistencia, sobre todo como dependienta, y él intenta triunfar como escritor y apenas sale de casa.
Se sienten vacíos, buscan algo que les ilusione, recurren a sus recuerdos de infancia para consolarse. Ella se siente mal desde la muerte de su padre y se refugia en Juani, el pez al que habla constantemente, y él, en las pastillas. En la obra también juegan un papel importante las proyecciones, ya que Rut se dedica a aprenderse discursos en inglés, desde un monólogo sobre depredadores sexuales como Harvey Weinstein a la activista paquistaní Malala Yousafzai. El baile es su evasión, el momento en el que se olvidan de todo y saltan frenéticamente al ritmo de Todo me da igual, de Pignoise, Me siento bien de Hombres G o cuestionando la letra de Mujer florero, de Ella Baila Sola.
Reflexión y diversión
Otro de los elementos originales consiste en una serie de llamadas telefónicas que informan sobre noticias actuales. El texto aprovecha para tratar una larga serie de temas por los que pasa de puntillas como el machismo, el racismo, la xenofobia, los cánones de belleza, el tráfico de armas, las mentiras de la sociedad, el escaso valor que se le da al arte y las Humanidades, el mito de Sísifo o la eutanasia tan solo apuntándolos, sin entrar demasiado en ellos. Uno de los más recurrentes es el síndrome de Peter Pan, no quieren crecer y convertirse en adultos porque, y tienen razón, no pueden conseguir lo que esperaban.
Una de las escenas más divertidas consiste en una "limpieza energética" que hacen de la casa para que todo les salga bien. Aquí, y en los momentos en los que barre o friega con un peculiar movimiento, es donde más sale a relucir el talento cómico de Abulí, que no para quieta durante casi toda la obra y es un auténtico torbellino, debe acabar exhausta. Y es que uno de los alicientes del texto es que, frente a un argumento tan triste, deja de lado el dramatismo y muestra la situación de los protagonistas con más naturalidad que lágrimas.
Unas náuseas muy justificadas
Las náuseas, lógicamente, también hacen su aparición en las vidas de ambos y el escenario, al principio más o menos ordenado, va convirtiéndose en un espacio cada vez más caótico y lleno de objetos tirados por el suelo, como sus propias vidas. Es un grito desesperado de una juventud sin esperanzas, con los sueños rotos y una realidad que les atenaza. Una advertencia para navegantes, si ellos no tienen futuro no lo tenemos los demás y su situación debería ser resuelta de inmediato porque ahora mismo están hartos y solo pueden sentir… náuseas.
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