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'El Petit Príncep': vuelve un clásico navideño

El musical regresa a la Sala BARTS hasta mediados de enero

Tots petit princep

Tots petit princep / DAVID RUANO

Eduardo de Vicente

Eduardo de Vicente

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Hace unos años cuando se acercaban las Navidades muchas cadenas televisivas programaban la película ¡Qué bello es vivir! Eso fue antes de que se convirtieran en alérgicas al blanco y negro... Era lo que se denominó un clásico navideño y, si miramos a nuestro alrededor, en el apartado teatral tenemos algo similar. Se trata del musical El petit príncep, el espectáculo creado por Manu Guix y Àngel Llàcer a partir del cuento poético y filosófico de Antoine de Saint-Exupéry, que acaba de encarar su séptima temporada en el BARTS, donde permanecerá hasta el 17 de enero. Es un montaje mágico, repleto de fantasía e imaginación, por lo que no es de extrañar que más de un niño (y un adulto) haya repetido la experiencia varias veces.

Mientras esperamos que se inicie la función podemos contemplar un cartel con los dibujos originales del autor entre los que vemos al protagonista, el principito, elefantes, planetas, estrellas y, por supuesto, la rosa. También está salpicado por algunas de las frases principales: “L’essencial és invisible als ulls”, “mira de ser feliç” o “la veritable alegria es alegrar-se amb l’altre”. El narrador es el aviador e irá explicando su historia mientras al fondo se proyectan imágenes de cada una de las diferentes escenas. Lo interpreta, por lo general, Manu Guix, pero tampoco desmerece el papel un Enric Cambray muy cercano al espectador.

Imagen de los dibujos del cuento con la que se inicia el espectáculo.

Imagen de los dibujos del cuento con la que se inicia el espectáculo. / SÒNIA PARDO

Un aviador, una rosa y otros personajes

Pese a ser un adulto, sigue teniendo el alma de un niño y critica múltiples conductas de los mayores. Nos cuenta que, tras sufrir un accidente con su avión (mostrado con un sorprendente efecto en la pantalla), aterrizó en un desierto donde conoció al Petit Príncep que resulta ser el único que sabe interpretar su extraño dibujo y le pide ”Dibuixa’m un xai”, así como le descubre la función de los incontrolables baobabs. Llega uno de los momentos estelares de la representación, la deliciosa La rosa, con predominio del color rojo, elegancia y un delicado vestuario que convierten a la actriz en una flor. Uno de los números que más se recuerdan por su belleza musical y la brillante interpretación de Diana Roig.

Las escenas entre el Petit Príncep y la rosa son toda una delicia.

Las escenas entre el Petit Príncep y la rosa son toda una delicia. / DAVID RUANO

A partir de ese momento, el Petit Príncep irá conociendo a diversos personajes como el rey, situado en lo alto; al vanidoso, egocéntrico y presumido que se muestra en siete espejos; el bebedor que quiere olvidarlo todo; el matemático (Resultat) obsesionado por los números; el farolero que repite que “ara es dia, ara es de nit” o el geógrafo. Estos personajes son interpretados por los otros dos miembros del reparto, Eloi Gómez y Miguel Ángel Sánchez, que saben imprimir a cada uno de ellos su propio sello.

El vanitós tiene su cara reflejada en varios espejos.

El vanitós tiene su cara reflejada en varios espejos. / DAVID RUANO

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Un tramo final muy emocionante

En El meu asteroide, el Petit Príncep nos cuenta cómo añora su planeta y es el momento en el que Júlia Bonjoch nos emociona con su interpretación para luego encontrarse con un zorro con el que entabla amistad y pronuncia el citado lema “L’essencial és invisible als ulls”, un animado tema que recuerda al You’ve got a friend in me de Toy Story, y que el público sigue con palmas. El dúo La meva rosa es otra de esas escenas maravillosas, totalmente hipnótica, que provoca las primeras lágrimas en la platea, algo que se repetirá a lo largo de este tramo final como con Vaig aprendre, para lucimiento del aviador (“Tots tenim un Petit Príncep a dins només cal voler-lo sentir”).

El aviador y el Petit Príncep tienen sus momentos de lucimiento en el tramo final.

El aviador y el Petit Príncep tienen sus momentos de lucimiento en el tramo final. / DAVID RUANO

Quien aún no haya utilizado el pañuelo (¡qué difícil se hace usarlo con la mascarilla puesta!) no tendrá más remedio que sacarlo en la despedida y el medley que cierra la función con estrellas en el techo y cayendo sobre los espectadores. Un colofón maravilloso a un montaje que nos hace sentirnos pequeños (no es tan solo infantil, los adultos lo disfrutan tanto o más) y nos hace preguntarnos cuándo y por qué dejamos de pensar como niños. Es muy vistoso y todos los elementos (escenografía, iluminación, vestuario, etcétera) están cuidados al detalle y con un gusto exquisito. Tan solo se echa a faltar la música en directo, ya que está pregrabada al igual que los coros, lástima. Pero ello no impide que salgas con la sensación de haber vivido una aventura maravillosa y te sientas, tú también, un principito.

El equipo se despide del público entre emocionadas ovaciones.

El equipo se despide del público entre emocionadas ovaciones. / SÒNIA PARDO