ECHAR RAÍCES
La palmera canaria de Bac de Roda-Guipúscoa
El centenario ejemplar, colonizado por las cotorras, conserva una copa densa y un buen estado de salud
Antonio Madridejos
Periodista
ANTONIO MADRIDEJOS
Hubo un tiempo en que las palmeras, hoy presentes en un sinfín de paseos y plazas de municipios sin grandes heladas, eran casi una rareza que se plantaba en jardines como símbolo de modernidad y prestigio. Este es el caso del robusto y centenario ejemplar que crece en la confluencia de Guipúscoa con Bac de Roda, en el distrito barcelonés de Sant Martí, que antiguamente embellecía la entrada de una fábrica ya desaparecida (el bloque de pisos que ocupa el lugar apenas le deja respirar).
Las palmeras canarias, de tronco más recio y copa más densa que las palmeras datileras –aunque a veces cuesta distinguirlas si no se ven los frutos–, han sufrido un colosal declive en la última década por culpa del picudo, un coleóptero de origen asiático que perfora los troncos hasta matarlas. El ejemplar de Bac de Roda, sin embargo, ha resistido con buena salud y no muestra más colonización que la de una nutrida familia de cotorras que se ha instalado en la copa. La palmera, con un pequeño alcorque, tiene un perímetro de tronco de 2,10 metros y una altura aproximada de 17. Está incluida en el catálogo de árboles de interés local.
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