A PIE DE CALLE

10 terrazas ideales en Barcelona

Rincones con mesa y sombrilla en los que querrás quedarte a vivir todo el verano. Para todos los públicos: clásicos, íntimos, estresados e incluso vampiros

Cafè d'Estiu

Cafè d'Estiu / periodico

Albert Fernández

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A pie de calle, con vistas y alejada del ruido. Eso es todo lo que le pedimos a una terraza, tanto da lo exquisita o básica que sea. Tampoco importa el momento del día ni la compañía: apetece terraceo. Así que te presentamos 10 terrazas ideales que no te puedes perder.  ¡Ojo, que te quitan el sitio!

1. Bliss

PARA ÍNTIMOS 

Plaza de Sant Just, 4

Cuando te sientas en la terraza de Bliss, accedes a una especie de pacto secreto con lo profundo del Gòtic. En esta placita resguardada del ruido todo parece lejano. Puedes ver turistas caminando con la cabeza levantada hacia las antiguas fachadas, y las conversaciones resuenan con la reverb encantadora de una quietud latente. Atiendes al contraste entre las sillas naranjas del local y la piedra gris de la vetusta basílica dels Sants Màrtirs Just i Pastor, que abre sus puertas a tu espalda como una invitación a lo arcano.

La camarera de Bliss aparece con un giro ágil desde la calle de Dagueria, y enseguida ves que su acento alegre concuerda a la perfección con el aire agradable del local, cuyo interior hecho de dos espacios distintos es también muy recomendable. Una vez llega a la mesa tu té, vino, esa degustación de quesos con tostadas y tomates secos, o lo que sea que se te antoje pedir de su cocina non stop, ya solo te queda gozar a tope de tu paz mental o esa cita anhelada: la tarde solo puede girar a mejor.

Si no hay sitio: en la misma plaza tienes la terraza rústica del Cafè de L’Acadèmia, (Lledó, 1) o la opción de adentrarte en los encantos de Ginger (Palma de Sant Just, 1).


2. Hotel & Restaurante Market

PARA COLONIZADORES

Calle del Comte Borrell, 68

Sin ser yo muy de fumar, en la terraza del Hotel Market he apurado unos cuantos pitis a toda gustera. Si quieres disfrutar de este fabuloso porche alojado en un tranquilo pasaje de Sant Antoni, tendrás que salvar algunos recelos turísticos. Para cuando plantas tus glúteos en alguno de sus cojines estampados te das cuenta de lo absurdo que es no visitar este rinconcito de estilo colonial por el simple hecho de no ser guiri.

Además, contrariamente a lo que puedas pensar, los precios del restaurante y el cocktail bar son de lo más permisibles: el atractivo menú diario no llega a los 12 euros. Lo mismo pasa con las bebidas. Normal que me acomode y me dé por encender un cigarro: el sitio sirve lo mismo para entrevistas profesionales como para charlas con tu pareja hasta pasada la medianoche, gintónic o cóctel ad hoc en mano. 

Si no hay sitio: en plena zona 0 de la gentrificación barcelonesa no te va a costar divisar más terrazas. La de El Dinàmic de Bcn (pasaje de Pere Calders, 4) o el terrado de Federal Café (Parlament, 39) son dos buenas ideas. 


3. Xiringuito Aigua

PARA CHIRINGUITEROS

Jardines del Príncep de Girona, s/n 

El Baix Guinardó existe. Bueno, y el Guinardó en general. Si todavía lamentas el cierre de la panorámica terraza del Centre Cívic Guinardó, o si huyes de Gràcia y la eterna yincana por conseguir mesa en sus atestadas plazas, aquí está tu oasis. Xiringuito Aigua se emplaza en un parque diáfano y versátil, ribeteado con diversas especies de árboles y animado por los correteos de niños y perretes.

Su terraza junto al lago es ideal para perderte en las páginas de un libro en una mañana soleada, y también el garito perfecto para echar la caña con la tropa al final del día. Además, su nuevo propietario se ha propuesto animar el cotarro a la enésima: no solo renueva la carta, también programa conciertos y disc jockeys los jueves por la tarde. Verbena sin fin. 

Si no hay sitio: la cafetería de los jardines de La Sedeta (Sicília, 321) no queda lejos. Y siempre puedes aventurarte ilusamente en las Cruzadas de Gràcia.


4. La Font del Gat 

PARA FAMILIAS 'NOSTRADES'

Paseo de Santa Madrona, 28

Imaginemos el domingo ideal de una familia catalana cultivada. Pongamos que después de pasar la jornada asimilando la polifonía artística de la Fundació Miró, tres generaciones del mismo apellido descienden en armonía por el parque de Montjuïc, señalando las flores más vistosas de los Jardines de Laribal, hasta desembocar en ese gran balcón a la ciudad y su historia que es la terraza de La Font del Gat.

Todos admiran las vistas entre exclamaciones, dedican un momento a pasar la mano por el surtidor de piedra con forma de cabeza felina, y se diría que en la lejanía puede escucharse a la Caballé entonando las notas más altas de aquel himno olímpico a la ciudad. 

Los niños se acomodan en las sillas señalando la gárgola de la portalada, y la abuela se dedica a comentar la importancia de Josep Puig i Cadafalch en este restaurante pensado para celebraciones, aunque también admite vermuteo.

Llegan el vino y los platos y el aire se vuelve vivo y las charlas, efusivas hasta el punto de repetir brindis. En algún momento, uno de los chavales saca su móvil decidido a elevar a la enésima la reunión familiar con el penúltimo hit de la Rosalía. Con altura. facebook.com/La-Font-del-Gat

Si no hay sitio: también hay mucha altura en el Turó de la Rovira, en el clásico Mesón Las Delicias (Mühlberg, 1) o en el Club Petanca Carmel (Gran Vista, 27).


5. Cafè d’Estiu

PARA ILUMINADOS

Plaza de Sant Iu, 5

Lo contrario de apropiación cultural sería algo así como no enterarte de lo que tu propia tradición te ofrece, ¿no? A estas alturas, no tener claro que en el accesible patio del Museu Frederic Marès hay una terraza que da para 700 likes tiene delito. Si te gusta soltar tópicos como ese de sentirte «turista en tu ciudad», verás que aquí la cosa cuadra: pondrás caras de flipe admirando las piedras centenarias del antiguo Palacio Real, y también verás que, bueno, los precios pican un poco.

En todo caso, la calidad del sitio está más allá de la carta del bar. Hay mucho que ver y respirar mientras los graves del hilo musical se mezclan con las campanas de la catedral. El recogimiento que ofrece D’Estiu resulta sensacional para nómadas mentales, o para cruzar miradas con pupilas de otros países. Enamórate de alguien de fuera, pero por favor, no caigas en el empanamiento cultural. 

Si no hay sitio: si te apetece un escenario parecido, pero algo más abierto,  L’Antiquari (Veguer, 13) cuenta con una legión de mesas en plena  plaza del Rei. 


6. L’Arrossat

PARA VAMPIROS NÓMADAS

Plaza de Masadas, 6-4

No hace falta ser un protagonista de Lo que hacemos en las sombras para querer huir del sol de vez en cuando. Los arcos de cualquier terraza de la plaza de Masadas son perfectos para cuando necesitas un poco de mañaneo sano y conversación larga entre tapas, a poder ser con un poquito de sombra y en un barrio diferente.

La Sagrera no es Les Corts, pero precisamente por eso vale la pena explorar sus calles y sus gentes. En L’Arrossat puedes empezar con un vermut y algo de picar mientras compruebas fascinado que todavía hay niños capaces de jugar con una pelota o en la fuente, en vez de volcarse sobre el centelleo de un móvil.

Mientras el sol va cambiando sobre la plaza porticada, es fácil que decidas emplatarte viendo pasar paellas a diestro y siniestro. Se está tan a gusto que te puede dar el tercer café mientras sigues arreglando el mundo con tus colegas. 

Si no hay sitio: siempre puedes regresar al Chernóbil de turistas irradiados por las terrazas que ya conoces en el centro, Sant Antoni o Gràcia. Aunque precisamente las de Les Corts son geniales.


7. Bar Bodega Flassaders 1956

PARA CLÁSICOS MODERNOS

Calle dels Flassaders, 9

Conocí a una chica que tenía un talento natural para culebrear entre cuerpos y obstáculos con tal de conquistar una mesa en alguna terraza codiciada. Cuando se trataba de aposentarse en Flassaders, aquello era como conseguir entradas para una ópera de vanguardia y muy exclusiva. El campamento de muebles de metal que extiende al sol de la plaza de Jaume Sabartés esta sencilla bodega supone una oportunidad dorada de contemplar algún vistoso episodio urbano.

Y esta estampa se sirve fresquita desde los tiempos de la dictadura. Mientras apuras el quinto o sacudes las últimas gotas de Espinaler sobre tus chips puedes asistir a una reyerta de balcón a balcón, comparar las variedades cromáticas en el mosaico de dermis foráneas o, con algo de suerte, presenciar alguna redada o visita policial. Tranqui, también hay días sin show.

Si no hay sitio: estás en pleno Born, así que terrazas no faltan. La más singular, por el espacio y la causa social que defiende, es el café del Espai Mescladís, en el Pou de la Figuera (Carders, 35). Y el patio del Antic Teatre (Verdaguer i Callís, 12) es hace tiempo un secreto a voces.


8. Bar Clot

PARA CLÁSICOS CLÁSICOS

Plaza de Font i Sagué, 3 

A veces un bar de toda la vida te puede salvar el día. Con sus servilleteros de Cacaolat, las sillas chirriantes, y el clásico señor afable que te trae decidido un café potente o un zumo como Dios manda, el Bar Clot te conquista de primeras. De todas las terrazas de esa serpenteante rambla peatonal que desemboca en el mercado del Clot, la de este sencillo bar de barrio es a mi entender la que ofrece una perspectiva más aventajada.

Desde este refugio retro puedes dejarte mecer por las sombras de las hojas del platanero, abstraerte frente al bullicio de gente en la entrada del mercado, e incluso inventar historias a partir de ese continuo de tiendas y quioscos y bancos y caras. El héroe del día es el que sabe estar en paz con el mundo.

Si no hay sitio: con el mismo aire de bar de mercado, pero menos inputs humanos, puedes pegarte a los tochos del mercado de la Concepció, en el pasaje donde el restaurante Casa Amalia (pasaje del Mercat, 4-6) planta su terraza. Otra opción es probar suerte detrás del mercado de la Boqueria.


9. Bar Seco

PARA ESTRESADOS

Paseo de Montjuïc, 74 

Si alguna vez te has planteado disparar con cerbatana a los domingueros apostados en las mil terrazas de la calle de Blai, precisamente para ocupar su lugar, te ofrecemos la luz al final del camino: tienes que ir a terapia. Pero antes de eso, tal vez puedas relajarte tomando algo en la terraza del Bar Seco. Verás, este local ubicado en la aireada esquina de paseo de Montjuïc con Nou de la Rambla se ha convertido en una fabulosa taberna Km 0 con productos eco, una cerveza tan peculiar como la bilbaína La Salve, y platos de traca.

Como sé que te van los detalles, fíjate en estos manteles de cuadritos, combinan con cualquier filtro de Instagram. El personal es de lo más agradable, te preguntan sonrientes qué te ha parecido lo que tomes, sea el vermut o unas gyozas. Ale, acábate el plato y brindemos, que no ha sido nada. ¿Ya estamos más tranquilos? Bien. Mañana tienes hora a las diez. 

Si no hay sitio: yo atravesaría Blai con los ojos cerrados y probaría suerte en la plaza del Sortidor o incluso en la más humilde plaza de Santa Madrona.


10. La Caseta del Migdia

PARA TODOS

Mirador del Migdia, s/n 

Alcanzar la terraza de La Caseta del Migdia es un poco como llegar a la pantalla final de un videojuego de plataformas. La cima del mundo es este chiringuito que se alza sobre el Mirador del Migdia en Montjuïc. Presenciar el espectáculo panorámico que te ofrece la ciudad desde ese aquí es gloria pura.

La Caseta del Migdia solo abre en verano y los fines de semana (aunque este año inauguran los miércoles de Sardinas & Rumba, con reserva). Por supuesto, está caro conseguir sitio, así que cuando logras sentarte hay que celebrarlo: bien de brasa, bien de birra, bien de puesta de sol y bien de sandungueo. Tomar algo en esta campa elevada da tanto gozo que yo creo que aunque clavaran en la tierra las mesas y las sillas al revés, con las patas hacia arriba, el sitio seguiría a reventar. 

Si no hay sitio: yo esperaría.