Súbete al taburete

13 barras donde comer mejor que ante una mesa

Ruta no apta para coxis blanduzcos. En estas barras disfrutarás más que en muchos restaurantes de mantel y purito. Viagra gastro: siempre arriba, nunca fallan

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Òscar Broc

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La barra no es una trinchera para solitarios, es el refugio de los más listos. En la barra controlas, observas, ejerces de tertuliano, conoces gente, tiendes puentes de complicidad con los cocineros y siempre comes antes. Eres como Leo DiCaprio en la punta del Titanic. En los siguientes restaurantes, la barra es la protagonista. En algunos incluso es la única opción. Eso sí, a pesar de las estrecheces, se come mejor en estas barras que en muchos restaurantes de mantel y purito. Si quieres ver mesas, prueba en Ikea o en el Mundial de pimpón.


1. LA CASA DE LA GRASA

Can Paixano (Reina Cristina, 7) 

¿Sentarse en Can Paixano? ¿Estamos locos o qué? A esta tasca con 50 años de historia se viene a sufrir. Te guste o no, comerás de pie, delante de una barra abocada a unas planchas que no paran de freír tocino en toda la santa noche. Coge la camisa de tu abuelo, porque la ropa se impregnará de un aroma maravilloso a fritanga ibérica reconcentrada y plancha cretácica.

Se imponen los bocadillos de panceta, butifarra, morcilla, sobrasada, fuagrás, lomo y cualquier cacho de cerdo que pase por allí. Tendrás que cogerlos con guantes de artificiero para no mancharte los dedos y vive Dios que pondrás a prueba tu juego de codos para alzar el elixir de la casa: un espumoso rosado con más 'punch' que Mike Tyson. Templo.


2. CON OCHO BASTA

Direkte Boqueria (Cabres, 13) 

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Una barrita de madera en forma de ele que sirve también de palco VIP para ver la función. En eso consiste Direkte Boqueria. Solo caben ocho suertudos que contemplan, a escasos centímetros de su napia, cómo Arnau Muñío y Shu Zhang sacan todo el jugo a una cocina que parece la casa de Yoda.

Lo más curioso es que la medida del restaurante es inversamente proporcional a la calidad de sus platos, pequeñas grandes gemas en las que la cocina catalana y asiática bailan en perfecta armonía sobre la barra. Déjate mimar por los menús degustación y soñarás con el pulpo con pepino encurtido, la coca con cebolla, papada ibérica y sardina o la carrillera de ternera ahumada Pekín. Alerta Visa: serio peligro de volver y fundirte la paga doble. 


3. SUSHI EN BARRA

Sato i Tanaka (Bruc, 79) 

Si las barras no son lo tuyo, en Sato i Tanaka no te quedará otra que traer una mesa plegable de cámping. No hay mesas, claro que no. Les basta con dos barras de madera que no pueden acoger a más de 15 comensales. 15 elegidos que se olvidarán de las estrecheces en cuanto vean a los dos artesanos del 'sushi' fabricar 'nigiris' de otra galaxia, prodigios como el de navajas, el de gamba de Palamós o el de anguila braseada, amparados por el sello de calidad de la saga Kenji. En las barras de Sato i Tanaka se consume arte y te sentirás como un bichejo cruel cada vez que te lleves uno de esos pequeños a la boca. Duele destrozar algo tan bello.


4. EN EL FONDO DEL MAR

La Barra de Carles Abellan (Paseo Joan Borbó, 19)

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Si no es la barra más bella y cómoda de Barcelona, poco le falta. ¿He dicho barra? En realidad es una doble barra que atrapa a los camareros por ambos flancos. Madera noble, baldosas de diseño, sillas acolchadas y buen gusto a chorro; es imposible no sentir que flotas en un crucero cuando te sientas en ella y te dejas querer por el producto supremo de la carta, delicados platillos y tapas de autor que comparten gloria con pescado y marisco de la máxima calidad. Todo recién hecho, fresquísimo, caro y con el lujo de unas pantallas que muestran las evoluciones de los cocineros: mejor que Netflix.


5. UNA CAÑA AL AIRE 

El Vaso de Oro (Balboa, 6) 

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Es decir barra y pensar en el letrero amarillo del Vaso de Oro. Porque en esta veterana cervecería de la Barceloneta los fieles comulgan en una barra con más historia que la pirámide de Keops. Una barra regia, larga, con taburetes no aptos para coxis blanduzcos; un baile de codos, culos y chepas que te dará la vida si te va el barullo. Por su lomo se deslizan las mejores cañas de Barcelona, amén de unas tapas y platillos que provocan desmayos entre los guiris impresionables. El lomo con 'foie' es legendario, la rusa no puede faltar y en lo que al pescado y marisco a la plancha concierne, ya lo decía Miguel Bosé: no dirás que no.


6. ORIENTE EXTREMO

Dos Palillos (Elisabets, 9) 

En el célebre restaurante de Albert Raurich todo se vive al calor de la barra, el lugar indicado para disfrutar de las coreografías de un equipo que funciona cual mente colmena. No son cocineros, son gemólogos tallando piedras preciosas, es decir, manipulando una materia prima colosal y facturando delicadísimos bocados de ensueño que te llevan a Japón, China y otros rincones de Extremo Oriente.

Tendrás que desembolsar más de 100 euros por el menú festival, pero ¿no era eso lo que ibas a pagar por una entrada para el próximo concierto de Lady Gaga? Créeme, estarás mucho mejor en la barra de Dos Palillos.


7. ¿QUÉ PASA, TRONCO? 

Sagàs (Pla de Palau, 13) 

Hay dos Sagàs: el aburrido y el molón. El aburrido es el local del fondo, provisto de mesas, para grupos ruidosos, parejitas con sacarosa y familias. El molón es el de la entrada, donde reposa una de las barras más bonitas y cálidas de Barcelona; un tronco de árbol loncheado, sobre cuyas entrañas el cliente devora los bocadillos gurmet y platillos de la casa.

Esta barra juega en otra liga, la misma que habitan los bocatas rellenos de embutidos y vegetales de la población de Sagàs, materia prima excepcional, llegada directamente al plato sin intermediarios. Se nota. Todo sabe a gloria. Cuando se ponen internacionales, te preparan el mejor 'pork bun' de Barcelona, pero alerta máxima con el bocadillo de albóndigas con guisantes, la chapata de la casa, las bravas (son antológicas) y la ensalada César, sin rival en la urbe. Lo llaman 'finger food', yo lo llamo felicidad en barra.


8. BARRA ENTRE BARRAS 

El Quim de la Boqueria (Mercado de la Boqueria. Local 606)

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Uno de los mejores restaurantes de Barcelona y no tiene comedor. En el Quim de la Boqueria te aposentas en una barra que abraza los fogones y el Josper, la zona donde acontece la acción. La cocina a la vista de este espacio, en el corazón del mercado de la Boqueria, es un espectáculo que debe contemplarse desde el taburete. De la sala de máquinas saltan unos platos tan frescos y sabrosos que tiritan de vida. Huevos con chipironcitos, rabo de toro, presa ibérica, ostras, salteados de setas con fuagrás… Encadénate al taburete, corres el peligro de salir levitando como un globo de helio.  


9. MANDANGA CELESTIAL

Bar Ángel (Ocata, 2)

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Qué sería de un artículo de barras sin el Bar Ángel, uno de los comederos más fiables y honestos del Born. Tiene un pisito superior y un par de mesitas al fondo, pero los feligreses saben que en este santuario oculto se mastica en barra. Una barra que alberga a una docena de personas y acoge magníficas tapas y platillos con producto de temporada en su pellejo marmóreo.

El cerdo es el centro de rotación de la sucinta carta y los precios anonadan; cuesta encontrar materia prima de tanta calidad por unos dineros tan razonables. Y no me vengas con las incomodidades: te zamparías sus judías con bogavante, sus garbanzos con morcilla y su presa ibérica hasta en una silla eléctrica.


10. DE RAMEN CEREBRAL

Grashopper Ramen Bar (Plaza de Llana, 9) 

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El 'ramen' en barra. Punto y 'gyoza'. Hay que agradecer que Grashopper no se haya puesto de moda y no haya claudicado a la tentación de poner sillas y mesas. Perdería su encanto. El restaurante es tan solo una cocina a la vista y una barra de madera en forma de ele, a muy poca altura del suelo, con los cocineros más elevados que el comensal. Bordan el 'ramen' en todas su variantes –esos caldos– y se marcan unos entrantes de taconeo, como las magníficas 'gyozas', el 'kimchi' y la caballa rebozada. Ah, cerveza artesana para bajarlo todo… y faja lumbar también: se come de miedo, pero es más incómodo que una pieza de Lego en el zapato.


11. TOMA EL DINERO Y CURRI

Fan Curry Hacci (Sèneca, 4) 

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De los mismos productores de Fan Shoronpo, llega este filme de bajo presupuesto alérgico a las masas… y a las mesas. El poco espacio que ocupa se divide en barras pegadas a la pared que recorren los contornos del local y se alimentan de taburetes. Diez comensales, aproximadamente, menú de mediodía a 12 € y atmósfera 'street food', que dirían los modernos.

No te quedarás mucho tiempo, no sufras por la hernia: los curris japoneses que preparan son tan ricos que te durarán 5 minutos. El de 'karaage' (pollo frito a la japonesa) es un sopapo de placer. Además, bordan los fideos y no se andan con chiquitas en materia de sake. Desodorante y toallitas cerca: en verano, el curri cuesta y aquí empezarás a pagar con sudor, como en 'Fama'.


12. NUNCA FALLA

La Barra del Coure (Pasaje de Marimón, 20)

Si vas de cenita formal, pedida de mano y esas cosas, mejor que reserves mesa en Coure. Pero si eres de nuestra panda, un roedor chepudo de barra, afilarás los codos en La Barra del Coure, el restaurante del piso superior. Se trata de una versión más informal y canallesca de su hermano mayor, una experiencia que se vive en 'petit comité', en compañía de otros 9 comensales, dejando que las tapas y raciones con el sello de calidad y el producto de la casa se deslicen por la madera ambarina.

Podrás ir a lo seguro, con bocados clásicos como las deliciosas croquetas, o sofisticar el ágape con la seguridad de que todo se fragua en la misma cocina que nutre al restaurante de abajo. La Barra del Coure es viagra gastro: siempre arriba, nunca falla. 


13. LA BARRA DE LOS VALIENTES 

Mendizábal (Junta de Comerç, 2)

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Antes de ampliar el negocio y abrir un comedor adosado, el Mendizábal era una barra abocada a la calle, en la confluencia de Hospital y Junta de Comerç, en el mismísimo píloro del Raval. El Mendizábal del 2018 tiene sala interior y conserva su magnífica terraza, pero la pieza ancestral sigue ahí, impertérrita, auscultando al barrio alimentando a su fauna en la misma rúe. No pasa el tiempo para la barra descubierta del Mendi. Y todavía hay románticos que prefieren comerse uno de los magníficos bocadillos de la casa sobre el metal ajado, en la calle, de pie, tragando polución y sintiendo el ajetreo del barrio en el pescuezo. Definitivamente, la barra de los valientes. 


BARRAS MÁGICAS

BARRAS MÁGICAS Hay barras en Barcelona donde se come muy bien, pero también hay barras en las que bombea la historia de la ciudad, barras telúricas cuya simple visión te hará retroceder en el tiempo sin condensador de fluzo.

CASA ALMIRALL 

Joaquín Costa, 33

Esta barra archiconocida se niega a moverse de finales del siglo XIX. El mármol ancestral, la madera ajada del mostrador y la estatua de la musa de la Exposición Universal de 1888 son garante de senectud.

MUY BUENAS

Carme, 63

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Un reducto modernista recuperado por el Grupo Confiteria. Ha tenido a bien conservar el menhir de mármol que fue la barra en otros tiempos; se trata de un recuadro mágico en el que podrás degustar cócteles con licores catalanes y acariciar la historia del Chino cada vez que pases los dedos por su dermis de piedra blanca. Posiblemente es la barra más bonita de Barcelona.

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VERSALLES 

Gran de Sant Andreu, 255

La descomunal barra en pleno centro del local es otro 'stendhalazo': un majestuoso mostrador de madera tallada, salpicado de estatuas de semidiosas, con destellos modernistas y guiños a la Barcelona de principios del siglo XX. Hipnotiza tanto como el precioso bloque de mármol que preside el Bar Mudanzas, en el Born (Vidrieria, 15). 

BLUESMAN COCKTAIL BAR

Gran Via de les Corts Catalanes, 668

Esta barra del Hotel Palace bien vale la sangría de cada cóctel: unas 16 cucas la pieza. Es una barra de cine, con madera de calidad, más terciopelo rojo que una peli de David Lynch y un tesoro entre las botellas: una cafetera 'steampunk' que debe de llevar en el hotel desde principios de 1900. En otro hotel, el Mandarin Oriental, cuentan con el Banker’s Bar (paseo de Gràcia, 38-40): en el techo de su elegantísima barra hay cajas de caudales pertenecientes al banco que antes estaba ahí. Sorbos de guante blanco.