escapada

De vinos y risas por la ruta de Costers del Segre

Con unas 40 bodegas, la pujante DO leridana promueve sus recorridos entre copas para enamorarse de sus viñedos, su gastronomía y sus paisajes

Patricia Castán

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Anna Montes estudia bien sus vitrinas antes de seleccionar un par de vinos para la ocasión. Esta emprendedora regenta La Bodega (Tremp, Pallars Jussà), una cálida vinoteca-punto de encuentro donde brindar, tomar un buen aperitivo para combatir el frío invernal y aprender todo lo que uno quiera sobre los vinazos de las tierras de Lleida. Rompe el hielo con un Finca Siós (Costers del Sió), con base de garnacha, que estalla en el paladar y activa los sentidos, y en cuestión de minutos pone al visitante en situación para adentrarse en una versión exprés de la Ruta del Vi de Lleida. Sus comarcas empiezan a apostar fuerte por el filón del enoturismo, con la denominación de origen Costers del Segre como bandera, conjugando gastronomía, naturaleza, deporte y paisajes pintorescos.

La pujante denominación de origen es de reciente trayectoria, aunque por sus tierras corran muchos siglos de vendimia. En el XIX, antes de ser arrasada por la plaga de la filoxera, la zona llegó a sumar 120.000 hectáreas de generosas viñas. A principios del siglo XX quedaron reducidas a menos de 15.000, que hace unas pocas décadas un puñado de bodegas se empeñaron en resucitar, con el gigante Raimat a la cabeza, experimentando con nuevas variedades de uva y sacando provecho a las particularidades del terreno, que en algunos casos permite cosechas incluso a 1.200 metros de altura, con una climatología y terrenos que dan lugar a vinos llenos de personalidad y matices.

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A día de hoy, la D. O. suma cuatro décadas de vida, aglutina unas 40 bodegas en varias subzonas leridanas, con unas 250 referencias y una constante evolución. De hecho, casi 30 cellers han surgido en los últimos 15 años, explica Tomás Cusiné, responsable de las bodegas Castell del Remeibodegas Castell del Remei y presidente de la ruta.

Ese itinerario, que trata de abrirse al turismo sostenible, se traduce en casi una veintena de bodegas visitables, una decena de alojamientos con encanto, una veintena de restaurantes y media docena de enotecasaglutinadas en un plano guía. En el asunto se han volcado también la oficina del consejo regulador de Costers del Segre, el Patronat de Turisme-Diputació de Lleida y muchos empresarios y entidades culturales.

ESCAPADA DE FIN DE SEMANA

Recorrerla a fondo llevaría varios días, así que una buena opción para escapadas de fin de semana es elegir una zona o varias comarcas. En este caso, y con el cronómetro puesto, el Pallars Jussà, la Noguera y el Urgell. El de Finca Siós es uno de los ejemplos de su 'fet diferencial'. Este vino de lagar (fermentado en piedra) homenajea al progenitor y fundador del proyecto. Anna también nos da a probar un Brocada (Cellers Miquel Roca), que sin estar en la D. O., tiene el mérito de la vendimia manual y la viña recuperada con variedades autóctonas.

También en Tremp, el Epicentre (centro de visitantes del Pallars Jussà) puede ser un buen punto de partida para empaparse del territorio. Se trata de un espacio interactivo con sala 3D, pantallas táctiles y mucha información para combinar el periplo entre vides mientras se respira su historia, naturaleza y cultura local.

Lleida se llega en avión, AVE, coche…, aunque para catar la ruta se necesita vehículo y ojos bien abiertos. Las bodegas salpican el camino, y un día soleado y sin niebla se divisan sus llanuras endulzadas con lagos y valles según se avanza hacia el Pallars.

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En Talarn, merece la pena concertar una parada en la bodega de Castell d'Encús (2001), un proyecto muy personal de Raül Bobet, con 23 hectáreas de alta densidad y entorno de bosque, donde se trabaja con lagares. Allí se guía a los visitantes por sus históricos seis agujeros de roca arenisca datados de siglo XII donde el vino ya escribía sus rasgos en esa fermentación, ahora retomada.

Es también la primera bodega que apuesta por completo por la geotermia, aprovechando los recursos naturales del clima, la altura y hasta la gravedad. Sus botellas son llamativos también por la nomenclatura (Ekam, Taleia, Taïka, Quest, Acusp, Thalarn…).

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Nada que ver con Castell del Remei, la fantástica finca histórica de Penelles (La Noguera), una antigua colonia agrícola y primera bodega catalana que elaboró y etiquetó vinos de crianza. La visita cuenta con varios atractivos: el patrimonial (atención a su sala de exposiciones y su santuario), el gastronómico (tiene restaurante) y el enológico, claro (conocer su enoteca o catar y adquirir sus premiados y exportados vinos y los de sus otros sellosvinos , Tomàs Cusiné y Cérvoles). Cusiné, cuya familia adquirió las tierras en 1982, señala que el 60% de su producción ya es ecológica y aspira a llegar al 100%.

La ruta del vino da para buenos paseos, mucho chinchín entre productores y amantes del vino con los que intercambiar opiniones y risas, descansos con pícnic incluido o paradas estratégicas para degustar caracoles, bacalao, conejo guisado, 'trinxats', 'orelletes', cocas de 'recapte'… y cómo no, sus aceites.

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En L'Olivera (Vallbona de les MongesPla d'Urgell) pueden catarse las dos productos, vinos y aceites ecológicos, con el plus de conocer su proyecto único de cooperativa social, que integra en el proceso a personas con discapacidades. Como sus vinos, ya han arraigado en el pueblo.