TEATRO

'Calma!': una receta contra las prisas

El clown Guillem Albà ha aterrizado en el Off de La Villarroel para proponer un poquito de pausa contra el frenesí que nos rodea

Guillem Albà, junto a una marioneta con su imagen, en una escena de `Calma!¿.

Guillem Albà, junto a una marioneta con su imagen, en una escena de `Calma!¿. / periodico

José Carlos Sorribes

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El título del legendario álbum en directo de los no menos míticos Siniestro Total le va de perlas a ‘Calma!’, el último espectáculo de Guillem Albà que presenta el Off de La Villarroel en cuatro únicas funciones -muy pocas, sin duda- en este mes de diciembre. Es un periodo quizá demasiado breve porque no abundan las ocasiones en la cartelera teatral más ‘mainstream’ de poder ver a un clown con tanta empatía como el payaso de Vilanova i la Geltrú.

Contra el frenesí que nos rodea, un poquito de pausa -viene a decir Albà- para bajarnos de la habitual montaña rusa del día a día. La primera escena ya deja muy claro por dónde van los tiros. Un tsunami de llamadas de móvil -con una pila de los dichosos aparatitos en el escenario- nos sitúa de inmediato en el mundo en que vivimos, en el que el pitido de un insignificante wasap se convierte casi en algo tan importante como las alertas por incendio que se hacían desde los campanarios de los pueblos.

A partir de su gestualidad, con el apoyo de la música, de títeres o de sombras en una enorme tela, se va construyendo un montaje que pone en alerta por los riesgos que entraña una sociedad moderna hiperconectada que no sabe apreciar el valor de las pequeñas cosas.

¿Vale la pena? Esa es la pregunta que se hace, y que nos hace, Albà y que obviamente es retórica. El payaso se deja la piel en todas las escenas, como hace en la frenética del ‘Time speed’, la más melancólica del viaje submarino o la carrera imparable con la que describe el ciclo de la vida, desde que nacemos hasta que enfilamos la recta final del crepúsculo.

Bolsos voladores

Bolsos voladoresAlbà tiene, además, la capacidad de buscar la complicidad del espectador. Es un tipo muy empático que consigue que todo el público juegue con una pelota de playa, que se abrace o que los bolsos de los espectadores corran entre las filas. El gag no lo encaja todo el mundo de la misma manera. Así, el día de la primera función hubo quien temió perderlo, o que se lo quedara alguien, con un énfasis que se reveló excesivo. “¡Que soy un payaso!”, llegó a exclamar el actor.

Y es que Albà nos propone un juego tan ingenuo como irresistible, en el que hay que dejarse llevar sin ataduras. Y hacerlo para acabar acompañándolo hasta una paradisiaca playa donde contemplar la tranquilidad del mar o la ensoñación de una puesta de sol. Un lugar donde sí se encuentra la calma.