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'Kràmpack': ¿Retrato de una generación?

El montaje del Teatre Aquitània divierte como buena 'sitcom' de los 90, pero no sacude al público como hace 20 años

Escena de 'Kràmpack', en el Teatre Aquitània.

Escena de 'Kràmpack', en el Teatre Aquitània. / periodico

Aída Pallarès

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Simpática, divertida y refrescante. 'Kràmpack' marcó una generación. Estrenada en pleno verano de 1994, explicaba la historia de cuatro amigos (Joel Joan, Jordi Sànchez, Eduard Fernández y Mónica Glaenzel) que se van a vivir juntos. La obra, escrita por un debutante Sànchez y dirigida por Josep Maria Mestres, fue un éxito en el Festival de Sitges, arrasó en Barcelona y, de ahí, se fue hasta Madrid e incluso Caracas. Además, fue el germen de una serie de culto en Catalunya (‘Plats bruts’) y Cesc Gay la adaptó al cine a principios del año 2000. Pocas obras conectaron tanto y tan rápido con el público. Se mire por donde se mire, 'Kràmpack' fue un éxito rotundo. 

No es casual, pues, que ansiosos como estamos en la cartelera barcelonesa de grandes éxitos y de (re)conectar con la juventud, 'Kràmpack' haya vuelto. Una práctica, por cierto, cada vez más habitual. Lo ha hecho en el Teatre Aquitània, donde estará hasta principios de enero, dirigida por Pep Antón Gómez e interpretada, con solvencia, por rostros televisivos como Jaume Casals, Lídia Casanova, Àlex Ferré y Mikel Iglesias. El texto sigue siendo el mismo ya que, según los responsables del nuevo montaje, los intereses de los veinteañeros no han variado: gustar, triunfar y follar. La homosexualidad y bisexualidad de los personajes ha pasado, evidentemente, a un segundo plano, pero el resto casi no ha cambiado. Tampoco lo necesita.

A los 25 años de su estreno, 'Kràmpack' sigue funcionando. Por el difícil equilibrio entre comedia y tragedia, por los diálogos rápidos y fluidos que se convertirían en marca de la casa e, indudablemente, por sus personajes. Cercanos, creíbles, reales. 'Kràmpack' funciona, simple y llanamente, porque está bien escrita, bien estructurada y nos habla, entre otros muchos temas, de algo universal: el amor. Aun así, ha pasado de ser un retrato vital y sincero a convertirse en un mero entretenimiento. ¿Serán capaces de conectar los jóvenes de hoy en día con este 'Kràmpack'? ¿Se sentirán identificados con los personajes y sus vivencias como hicieron sus padres y tíos en los años 90? 

Al estilo ‘Friends’ y ‘Plats bruts’

Al estilo ‘Friends’ y ‘Plats bruts’ Si echamos una ojeada a las historias de los montajes escritos e interpretados, aquí y ahora, por veinteañeros, nos encontramos con tres constantes inexistentes en el texto de Jordi Sànchez: precariedad, feminismos e importancia de la estética. Pienso en ‘Livalone’, de Francesc Cuéllar, en ‘La mujer más fea del mundo’, de Ana Rujas y Bárbara Mestanza, o en ‘This is real love’, del colectivo VV.AA. Tres piezas totalmente diferentes en forma y fondo pero con una característica en común: son lo opuesto a la obra que nos ocupa. Tanto en temática como en puesta en escena. Aún así, 'Kràmpack' funciona y divierte como buena ‘sitcom’ de los 90 (al estilo ‘Friends’, ‘Plats bruts’ o ‘Frasier’), pero, por desgracia, no consigue sacudir y emocionar al espectador como lo hizo hace más de 20 años. ¿Necesitábamos recuperar este éxito de nuestro teatro?