CINE

'Amazing Grace': cuando Aretha le habló a Dios

Los dos conciertos que la diva ofreció en la Iglesia Bautista Misionera del Nuevo Templo en 1972 se convierten en una elegía en el documental 'Amazing Grace'

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Nando Salvà

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En enero de 1972, Aretha Franklin viajó a Los Ángeles para crear lo que se convertiría en su más magnífica contribución al mundo de la música. Después de ganar cinco Grammy y colocar 11 canciones en el número 1 de forma consecutiva, la reina del soul decidió volver a sus raíces y cantar los himnos gospel con los que había crecido cantando de niña, en las ceremonias celebradas por su padre, el reverendo C. L. Franklin. Durante dos noches consecutivas en la Iglesia Bautista Misionera del Nuevo Templo, ante una audiencia que incluía a Clara Ward –su mentora– y a Mick Jagger y Charlie Watts –en la ciudad para grabar con los Rolling Stones Exile on Main St.–, dio sendos conciertos que meses más tarde aparecerían resumidos en el disco doble Amazing Grace, hoy el más vendido de su carrera y el álbum gospel más vendido de todos los tiempos.

En los comentarios que acompañaban al vinilo se leía: «La grabación de estas canciones fue filmada por Warner Brothers, Inc. con la dirección de Sydney Pollack». Sin embargo, el material rodado no dio lugar a ninguna película; aquel proyecto se convirtió en uno de los grandes misterios de Hollywood, y así ha permanecido durante más de 40 años. Desde hoy en los cines, Amazing Grace deja claro que la espera ha merecido la pena.

Su director, Alan Elliott, le ha dedicado tres décadas de su vida. Conoció la existencia de aquel metraje olvidado en 1990, siendo él un joven empleado en la compañía discográfica Atlantic Records. «Entonces entré en contacto con Sydney [Pollack]», recuerda. «Él nunca me explicó por qué el documental no había llegado a completarse, y en cambio se dedicó a alimentar el mito de que en su día Aretha no firmó ningún contrato con Warner. Por supuesto, eso no tenía ninguna lógica». Con el tiempo, Elliott y Pollack decidieron trabajar juntos para revivir el proyecto, pero chocaron respecto a la forma que querían darle. «Sydney quería llenar la película de entrevistas e imágenes de archivo y para mí, en cambio, era esencial usar únicamente lo filmado aquellas dos noches». Años después, mantuvieron la que, confiesa, es la conversación más incómoda de su vida. «Él me dijo: ‘Alan, me estoy muriendo. Y quiero que tú acabes la película’. Tras su fallecimiento en el 2008, conseguí hacerme con el material filmado. Y entonces lo entendí todo».

En 1972 Pollack era un talento emergente de Hollywood, pero no conocía los requisitos que exigía la filmación de un concierto y así se explica que cometiera un error gravísimo durante aquel rodaje: no usó claquetas, por entonces imprescindibles para sincronizar el sonido de la música con las imágenes de la película. El resultado fueron miles de piezas de material que eran inutilizables y que, por tanto, permanecieron abandonadas en un almacén hasta que Elliott se hizo con ellas. Y entonces, gracias a las nuevas tecnologías, la sincronización de música e imágenes ya no era irrealizable.

En los tribunales

Pero, cuando la película estuvo completada en el 2011, surgió otro problema: Aretha Franklin. La cantante acudió varias veces a los tribunales para impedir que el documental viera la luz; ni siquiera Robert de Niro, que en el 2016 intentó proyectarlo en el festival de cine de Tribeca, logró que cambiara de opinión. «Puedo entender que Aretha estuviera resentida con el documental», reconoce Elliott. «En el 72 le prometieron que gracias a él se convertiría en una estrella de Hollywood, pero eso no sucedió».

Notas imposibles

Tras la muerte de la diva en agosto del año pasado, su familia dio inmediata luz verde al estreno de la película. Y lo que había sido concebido como una celebración de las raíces musicales de su protagonista, hoy funciona a modo de elegía. Pero Amazing Grace es mucho más que eso: mientras nos muestra a Franklin increíblemente entregada a honrar el espíritu de las melodías y los versos que sus cuerdas vocales emiten, nos deja ver cómo maneja su propio cuerpo para extraer de él notas imposibles, y deja claros el gozo y la devoción que genera en la audiencia. Se eleva hasta un lugar hasta ahora inexplorado por las películas-concierto; un lugar increíblemente hermoso. 

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