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'Ad Astra': allá arriba nadie te oye llorar

El espacio exterior se ha convertido en el lugar idóneo para que cineastas de renombre exploren la psique humana. 'Ad Astra', la última película de James Gray, es una nueva prueba de ello

Ad Astra

Ad Astra / periodico

Nando Salvà

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A juzgar por todas esas películas sobre guardianes de la galaxia y caballeros jedi daría la impresión de que, pese a esconder algún que otro peligro, el espacio exterior es un lugar festivo y carnavalesco y lleno de espadas láser, mapaches que hablan y bares de alterne interplanetario. Y no es aventurado dar por hecho que ahí arriba las cosas son muy distintas; que, en realidad, quienes cruzan la exosfera se enfrentan a un abismo de soledad y angustia existencial.

Para constatarlo no hay más que fijarse en la nueva película de James Gray, 'Ad Astra', que podría definirse como una relectura de 'El corazón de las tinieblas' en la que Kurtz no se oculta en la jungla sino en los límites mismos del sistema solar. La protagoniza Brad Pitt en la piel de Roy McBride, un astronauta conocido por su naturaleza inquebrantable; su ritmo cardiaco no pasa de 80 ni cuando experimenta la peor de las calamidades. Pero esa frialdad es puesta a prueba cuando McBride emprende un tormentoso viaje rumbo a Neptuno en busca de otro astronauta, que al parecer ha perdido el juicio y tal vez tenga la clave para salvar a la humanidad del desastre: su padre. 

La pequeñez del ser humano

Mientras lo acompaña, decimos, la nueva película se muestra menos atenta a la vastedad del cosmos -aunque también- que a la pequeñez del ser humano, y en el proceso entra a formar parte de una ilustre lista de ficciones sobre el espacio dirigidas por algunos de los autores más interesantes del cine actual y centradas más en viajes psicológicos que en trayectos en aeronave. De hecho, todas ellas hacen orbitar sus narrativas alrededor de un trauma de naturaleza paternofilial. 

En última instancia, en efecto, 'Ad Astra' es la historia de un hombre que vive aplastado por la sombra de su fallido progenitor y que parece condenado a seguir sus mismos pasos. Por su parte, el protagonista de 'Interstellar' (2014) recurre a cubos tetradimensionales y agujeros de gusano para comunicarse con su hija. En 'Gravity' (2013), la odisea espacial que sufre Sandra Bullock para sobrevivir no es más que un reflejo del dolor que siente por el fallecimiento de su pequeña, que vendría a ser más o menos el mismo que atormenta al protagonista de 'First man' (2018), Neil Armstrong, en su periplo hasta convertirse en el primer hombre en pisar la Luna.

En 'La llegada' (2016) -que se mire como se mire es una película sobre el espacio aunque técnicamente no transcurra en él-, una lingüista logra comunicarse con unos alienígenas que, de algún modo, le permiten conocer a la hija que aún no ha concebido, y en 'High life' (2018) un joven y su pequeña son los únicos supervivientes de una misión a través de la galaxia que los conduce hacia un agujero negro y, casi seguro, a la muerte. 

Quizá no sea casual que las películas arriba citadas fueran usadas por sus respectivos autores para poner a prueba los límites de su creatividad en términos temáticos o estilísticos; tal vez liberarse de las ataduras a la Tierra les permitiera también explorar los confines de su propia creatividad. La maestría técnica exhibida por Alfonso Cuarón en 'Gravity' a la hora de rodar planos secuencia ingrávidos y catástrofes espaciales -el mexicano ya había demostrado su pericia formal, pero no a ese nivel- lo convirtió en uno de los directores más aclamados de la actualidad. 'La llegada' sigue siendo la ficción de narrativa más experimental de Denis Villeneuve, y 'First man', la más compleja de Damien Chazelle en términos emocionales. 

'High life' es una obra especialmente misteriosa incluso según los estándares de la directora Claire Denis, y Christopher Nolan convirtió 'Interstellar' en la más ambiciosa y personal de su carrera por su modo de fusionar el espectáculo épico con la intimidad y la emoción.

Y esa misma mezcla es lo que también hace de 'Ad Astra' la película más singular de Gray. Por un lado, incluye ataques de babuinos enloquecidos y persecuciones que no desentonarían en 'Mad Max' de no ser porque suceden en la Luna; por otro, es una de las odiseas espaciales más introspectivas que se recuerdan. También una de las mejores.

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