TEATRO

'Persones potencialment perilloses': la violencia no anda lejos de casa

De lo particular a lo global, Roger Torns presenta una drama familiar en el Teatre Tantarantana que nos avisa de que las peores actitudes pueden estar a la vuelta de la esquina

Teatro persones potencialment perilloses

Teatro persones potencialment perilloses / periodico

José Carlos Sorribes

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Una tragedia contemporánea a ritmo de hip hop. Buen reclamo, sin duda, para la obra que ha abierto la temporada en el Teatre Tantarantana dentro del proyecto El Cicló, la reconocida y aplaudida iniciativa de la sala de Ciutat Vella que da impulso a jóvenes compañías. Persones potencialment perilloses, el título de la pieza en cuestión, es también un excelente gancho. Lleva la firma y dirección del también actor Roger Torns, quien a partir de un entorno particular quiere llevar su mirada a uno global: el crecimiento de peligrosas conductas, propias del fascismo, que nos aproximan al túnel más oscuro del pasado.

Persones potencialment perilloses se enmarca en el siempre fructífero marco de una familia, lo es tanto en el ámbito teatral como en su faceta de espejo social. Dos hermanos de distinto padre, una madre viuda de su segunda pareja y el novio de la hija forman el cuadrado de una drama ambientado en una urbanización de aquellas crecidas cerca de un pueblo. Bajo una atmósfera asfixiante, los protagonistas se dicen muchas cosas, pero se ocultan bastantes más. 

Raquel (Laura Daza) es una adolescente que vive absorbida por sus aspiraciones en la música –de ahí lo del hip hop del reclamo– y con la rebeldía propia de su edad. Su novio, Carles (Alex Sanz), le acompaña en ese objetivo, aunque da la impresión de que va un paso por detrás y al ritmo que ella marca. La madre (Romina Cocca) lleva una  anodina vida tras sus frustradas relaciones conyugales. De pronto, vuelve al domicilio familiar su hijo Ismael (David López), después de una discusión con su novia que él ha zanjado de mala manera.

Raquel no traga a su hermano, con el que en poco o nada coinciden. Él es un  joven conservador, ranciete, de la vieja escuela, y que no acaba de entender la vida que lleva su hermana, sus veleidades artísticas. Por si fuera poco, un día le dio una paliza a Negro, el perro de la casa, que para Raquel casi es uno más de la familia. Ni ella ni el can, algo violento, han olvidado esa conducta.

Convivencia rota

Más pronto que tarde la chispa prende y el conflicto sacude una convivencia familiar marcada por ese destino inevitable, el propio de las tragedias clásicas. La madre se ve incapaz de mediar entre los hermanos, hay demasiadas facturas pendientes, más allá de la violencia contra el perro, y el desgarro será inevitable. Ahí es cuando el texto y la dirección de Torns cogen vuelo. 

El director cuenta con un cómplice equipo actoral en el que Laura Daza transmite el carácter volcánico de Raquel y Alex Sanz brilla como el melancólico, y también lleno de ternura, Carles. A David López le toca cargar con el personaje más desagradable, ese hermano mayor que tiene los tics de esas personas potencialmente peligrosas del título. La argentina Romina Cocca, mientras, da el tono a esa madre desbordada por todos lados.

La pieza de Torns funciona en cuanto se mueve por los cauces del drama familiar, y de esa violencia soterrada en entornos íntimos, pero no tanto cuando mezcla con su parte musical, la del hip-hop. Da la sensación de que la música entra forzada, como lo es el desenlace de la obra que no tiene el clímax de la parte central. Pequeñas objeciones para una propuesta a considerar.