CINE

Los payasos más diabólicos del cine

Con el estreno de 'It: capítulo 2', recordamos a algunos de los bufones maquillados y sonrientes más inquietantes

Pennywise

Pennywise / periodico

Nando Salvà

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Solemos considerar a los payasos como figuras de entretenimiento inocuo y amable para los niños, pero la cultura popular lleva tiempo exponiendo el lado oscuro que esas sonrisas pintadas y esos rasgos caricaturizados ocultan. No hay más que fijarse en su proclividad al comportamiento maníaco y su incapacidad para expresar emociones genuinas para sospechar que no son tan tontos e inofensivos como parecen. "Un payaso es divertido en el circo pero ¿cuál sería nuestra reacción si al abrir una puerta en medio de la noche nos encontráramos a uno a la luz de la luna?". Se lo preguntó el actor Lon Chaney, que encarnó a uno de los primeros payasos sombríos del cine en la película muda He who gets slapped (1924).

Que esos bufones maquillados son gente lúgubre quedó claro por primera vez en Londres por Joseph Grimaldi, exagerado caricato cuya vida personal estuvo marcada por la calamidad, la depresión y el dolor físico; cuando Charles Dickens escribió las memorias del personaje, creó el arquetipo del payaso que es feliz por fuera pero triste y autodestructivo por dentro.

También gracias a la versión del Pierrot interpretada en la primera mitad del siglo XIX por Jean-Gaspard Deburau, que no solo deleitó al público francés con su mímica sino que, en 1836, mató a un niño con su bastón. Y cualquier duda al respecto quedó despejada por John Wayne Gacy, que se dedicaba a entretener a menores con la cara pintada de blanco y los labios rojísimos y que, entre 1972 y 1978, agredió sexualmente y mató a más de 35 jóvenes en Chicago.

Sobre todo desde entonces, el payaso criminal se ha convertido en arquetipo cinematográfico esencial. Su eficacia vuelve a quedar demostrada gracias a It: capítulo 2, segunda entrega del díptico basado en la novela homónima de Stephen King sobre un maléfico clown llamado Pennywise y sobre el grupo de habitantes de Derry a quienes aterroriza. Su estreno es la excusa perfecta para proponer nuestra galería particular de reversos tenebrosos de Ronald McDonald.

The Joker ('El caballero oscuro', 2008)

La más célebre de las némesis de Batman es un verdadero agente del caos, y tan malvado que tiene costumbre de poner bombas en hospitales. Se pasea maquillado de payaso para cubrir las cicatrices que le dejó su padre maltratador cuando le cortó las comisuras de los labios hasta las mejillas para darle una sonrisa permanente –consideraba que el chaval era demasiado serio–. A su repulsivo aspecto contribuye el hecho de que el maquillaje se le desprende constantemente, y eso hace que parezca que su rostro se está derritiendo.

Los payasos asesinos ('Killer klowns', 1988)

Cuando un pequeño pueblo es invadido por extraterrestres que se dedican a capturar a la gente del pueblo, nadie los toma en serio, en parte porque esos aliens parecen payasos de circo, llevan pistolas de rayos de azúcar y mantienen a sus víctimas encerradas en capullos de algodón de azúcar. Las apariencias engañan, claro.

Shakes ('Shakes the clown', 1991)

En esta comedia negra de culto, el resentido presentador de un programa de televisión para niños –conocido como Binky the clown– mata a un hombre con un alfiler durante un subidón de cocaína. Shakes, un payaso alcohólico que trabaja en fiestas de cumpleaños, será acusado del asesinato.

Twisty the clown ('American horror story: freak show', 2014)

En el pasado, Twisty se disparó en la cabeza con una escopeta pero solo logró mutilarse el rostro, así que lo cubrió con una enorme máscara sonriente. Tras ese accidente, cogió la costumbre de secuestrar niños para convertirlos en su audiencia. En términos de maquillaje, es uno de los bufones más repugnantes que existen.

Payaso triste ('Balada triste de trompeta', 2010)

(Balada triste de trompeta, 2010) Se centra en un sangriento triángulo amoroso entre miembros de un pequeño circo ambulante: un payaso triste y sensible y un vicioso payaso feliz se baten por el corazón de la trapecista. Nuestra inicial simpatía por el payaso triste se desvanece en cuanto el personaje se convierte en un asesino épicamente sediento de sangre. Por lo que respecta al payaso feliz, es propenso a la violencia, la violación e incluso el asesinato.

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