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'Nahuel': heridas que se curan a disparos

La notable ópera prima de la argentina Natalia Garagiola retrata una dañada relación paternofilial que empieza a repararse gracias a la caza

Nahuel

Nahuel / periodico

Nando Salvà

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Nahuel es un chaval problemático que empieza a comportarse de forma violenta tras la muerte de su madre por el cáncer. Tras ser expulsado del instituto a causa de esa conducta, es invitado por su padrastro a abandonar Buenos Aires para instalarse en la granja de la Patagonia donde su padre biológico, Ernesto, reside con su nueva esposa y sus tres hijas. Y lo que sigue después no es una historia precisamente nueva, pero sí una contada con gran sensibilidad por la debutante Natalia Garagiola.

Nahuel y Ernesto apenas se conocen y, aún dañado tras perder a uno de sus progenitores, el joven no tiene espacio en su corazón para alojar a otro. En realidad, ninguno de los dos parece capaz de dirigirle al otro más de dos palabras sin que el resentimiento mutuo salga a la superficie. Sin embargo, cuando el padre decide llevarse al hijo a cazar y enseñarle la disciplina necesaria para sostener y manejar un rifle, finalmente ambos encuentran un punto de conexión; y en el transcurso de un puñado de expediciones a solas o con los colegas de Ernesto, su relación empieza a experimentar un lento deshielo.

Dado que ninguno de los personajes es precisamente locuaz, Garagiola cuenta su historia sobre todo a través de la observación, y el avance narrativo tiene lugar menos a partir de los breves intercambios que del lenguaje corporal, acciones aparentemente no relacionadas entre sí y motivos recurrentes como las comidas familiares, que empiezan siendo momentos en los que la tensión podría cortarse con un cuchillo y luego se convierten en situaciones más afables.

Y también el paisaje se convierte en reflejo de esa evolución; a través de planos abiertos, la directora captura la majestuosidad del entorno sin romantizarlo en exceso, y retratando la naturaleza como algo inicialmente frío y inhóspito, violento y destructivo después y, por último, más conciliador.

Típicas inseguridades masculinas

El proceso que la relación sigue en su camino hacia el terreno de la redención, decimos, no es sino una variación del mismo que ya nos han contado numerosas ficciones previas. Menos común, eso sí, es la habilidad que Garagiola exhibe a la hora de capturar los matices de unas dinámicas y unas inseguridades típicamente masculinas, y a la de explorarlas sin caer en sentimentalismos. En ese cometido cuenta con la valiosa ayuda de sus dos intérpretes principales, Germán Palacios en la piel de un hombre carismáticamente sombrío y lacónicamente feroz azotado por la culpa, y el debutante Lautaro Bettoni –soportando con aplomo una gran carga emocional– en la de un joven en cuyo interior el dolor avanza inexorable entre capas de instinto autoprotector. 

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