teatro

'Negrata de merda': no somos racistas... ¿o sí?

La dramaturga Denise Duncan se luce con este montaje del Teatre Tantarantana que fomenta la reflexión sobre los microrracismos de la vida cotidiana

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José Carlos Sorribes

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El título, explícito a rabiar, lo dice todo: 'Negrata de merda'. Quedan suficientemente claras las intenciones de la dramaturga y directora costarricense, residente en Barcelona, Denise Duncan. Despliega en el Tantarantana un catálogo que nos pone delante de una cuestión preocupante: esos microrracismos cotidianos, las pequeñas actitudes, que son los cimientos de un problema mucho más grave: racismo puro y duro. De padre negro y madre blanca, Duncan es una joven mestiza que sabe de qué habla. Se educó en un colegio en el que ella era la única no blanca.

'Negrata de merda' parte, solo eso, de un referente claro: Un dios salvaje, de la dramaturga francesa Yasmina Reza, que tras su éxito teatral en todo el mundo contó también con una versión cinematográfica de Roman Polanski. En ambas piezas, un conflicto entre dos niños sacude la convivencia de sus progenitores y abre la caja de los truenos.

Nick, un niño africano adoptado de 5 años, llega a casa un día muy afectado porque su compañera Anna le ha llamado "negrata de mierda". Pol y Andrea, sus padres,  se ponen en contacto con los de Anna, Joan y Laura, y exigen una reparación en forma de disculpa. Algo que parece una insignificancia se convierte en un embrollo que crece y crece. Los aludidos lo zanjan diciendo que son "cosas de críos". Los afectados no se conforman y piden más. Hasta el punto que que incluso una periodista se interesa para un reportaje de denuncia.

Este atractivo planteamiento sobre el racismo llega en un pack en el que se abordan otros temas: la adopción, la precariedad laboral o las relaciones de pareja. Y también esa zona de confort ético que buscan algunas actitudes solidarias. El público está a cuatro bandas en el mismo escenario, convertido en un cuadrilátero donde se suceden las escenas, algunas incluso asaltos por la vehemencia de los argumentos. En ese espacio casi desnudo, con buenas ráfagas sonoras en las transiciones, los cinco intérpretes a un palmo del espectador componen un cuadro que se sigue siempre con interés.

Escrito con excelente pulso teatral

Y ello sucede porque Duncan muestra un excelente pulso teatral en su escritura, tanto en la definición de personajes como de las situaciones. Lo consigue a partir de una economía de lenguaje y precisión que revelan fuste de excelente dramaturga. Pese a su planteamiento reflexivo, Duncan también sabe jugar el tono de comedia. En la casilla del debe de Negrata de merda puede reseñarse algún personaje forzado en la trama, el de la periodista, otro quizá un pelín estereotipado, el del repelente padre de Anna, o una escena final irrelevante.

Son mínimas objeciones para una obra que cuenta con un reparto bien engrasado. Y es que Negrata de merda, en definitiva, tiene mimbres para que su recorrido vaya más allá del admirable proyecto 'El Cicló' del Tantarantana.