TEATRO

'Todas las noches de un día': una pareja de altura en el Goya

Carmelo Gómez y Ana Torrent son los protagonistas de esta obra de Alberto Conejero, la historia de un amor imposible enmarcada en atmósfera de 'thriller'

'Todas las noches de un día': Una pareja de altura en el Goya

'Todas las noches de un día': Una pareja de altura en el Goya / periodico

José Carlos Sorribes

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Carmelo Gómez y Ana Torrent. El actor que fue una gran estrella del cine español, donde hoy se prodiga muy poco, y la actriz que saltó a la fama como la niña de la icónica 'El espíritu de la colmena', de Víctor Erice. Son la enorme pareja de 'Todas las noches de un día', pieza del dramaturgo Alberto Conejero, también poeta como queda claro en este título. La obra ha aterrizado en el Goya tras una larga gira española donde ha alcanzado el éxito que debería repetir en el teatro de la calle de Joaquín Costa.

Es esta una obra que obliga a un seguimiento meticuloso, de aquellos de no perderse detalle de la trama y de una interpretación muy medida. Samuel es un apasionado jardinero, siguiendo la tradición paterna, y trabaja para Silvia, una enigmática señora que habita la casa que perteneció a un tío suyo. Poco a poco veremos cómo se desgrana la relación entre ellos, y también con el adverso mundo exterior, en el sendero de un amor imposible. Desfilan muchas emociones subterráneas que envuelven un montaje con inequívoco aire de 'thriller' psicológico e incluso policial, por las pesquisas alrededor de una desaparición.

'Todas las noches de un día' tiene el aroma del teatro comercial, en el mejor sentido de la palabra, bien construido. El texto de Conejero no es, sin embargo, de digestión rápida porque hay un cuidado exquisito en un lenguaje de alto vuelo poético. Y una fragmentación temporal en su dramaturgia que obliga casi a la construcción de un puzle para seguir el hilo de la trama. La efectividad de un tercer personaje ausente, un investigador policial que interroga a Samuel sobre la misteriosa desaparición, sirve para ir poco a poco desentrañando las claves.

El centenar largo de funciones que lleva la obra queda patente viendo la sincronía entre Gómez y Torrent. Él es un actor descomunal, de aquellos que trabajan a cara descubierta, de forma directa, con mucha verdad y ningún truco. Y es que a Carmelo Gómez te lo crees siempre. Sea el jardinero de 'Todas las noches de un día' o el alcalde de Zalamea en el montaje de la Compañía Nacional de Teatro Clásico que se vio en el Lliure hace unos años en su anterior presencia en un teatro barcelonés.

El peso del pasado

Torrent, mientras, da siempre el tipo de aquellos personajes atormentados por la huella de un suceso pretérito de sutura inviable. Lo deja entrever en cada uno de sus gestos, en la ensoñación que le provoca una relación sentimental, con tierra de por medio y por vía epistolar, con un viejo conocido. Solo busca en ella el alivio para contrarrestar el insoportable peso del pasado.

Todo lo que rodea a Samuel y Silvia tiene un aire claustrofóbico, de una vida atrapada por un destino inclemente, bien manifestado en ese vetusto invernadero donde se desarrollan todos sus encuentros. Ahí solo queda el recurso de la belleza de las flores que tanto mima Samuel porque el mundo exterior es un desierto para ambos. La dirección de Luis Luque se pone, como no podía ser de otra manera, al servicio de texto e intérpretes en el 'crescendo' dramático que precisa 'Todas las noches de un día'.