TEATRO

'Oh, mami!': comedia de traca y desacomplejada

Se puede reivindicar la sexualidad femenina de muchas formas. La que han elegido Oriol Vila y Raquel Salvador con 'Oh, mami!' es la de un alocado vodevil que desata la carcajada en el Borràs

'Oh, mami!': Comedia de traca y desacomplejada

'Oh, mami!': Comedia de traca y desacomplejada / periodico

José Carlos Sorribes

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Hay obras que entran en la cartelera casi de puntillas, sin hacer demasiado ruido. De repente, se van convirtiendo en un éxito de público. ¿Casualidad? No. Imposible esa circunstancia en el negocio teatral.  Pero ese es el camino que parece haber cogido 'Oh, mami!'  la nueva entrega de la compañía Nico&Sunset, que cogió el nombre de la webserie rodada con móviles que alcanzó renombre y éxito en el entorno digital. Nico era el actor Oriol Vila, que se desdobla aquí en la faceta de autor y director, tarea esta que comparte con Raquel Salvador (Sunset). Tras su incursión en la comedia con tintes esperpénticos que fue 'Paradise' han doblado la apuesta ahora con 'Oh, mami!'

Aviso para espectadores puntillosos. Hay que acercarse al Borràs con el ánimo desacomplejado y con la idea de dejarse atrapar por la locura que invade la escena. Porque Oriol Vila ha escrito una comedia bizarra, muy pasada de vueltas y con latido televisivo. Lo que empieza como las tribulaciones en una pastelería que han abierto unas aburridas madres de la zona alta –rumbo a la bancarrota con sus 'cup cakes'– termina siendo un pelotazo. El altillo del local se transforma en un espacio de masajes íntimos, dejémoslo así, a cargo de un par de buenos mozos (o no) para señoras insatisfechas. 

¿Sutilezas? Pocas o ninguna. Pronto lo comprobamos cuando vemos que una de las madres suelta más tacos que un hincha al que el VAR le ha anulado un gol decisivo a su equipo. Pero lo que provoca de entrada estupefacción, por no decir rechazo y temor ante lo que está por venir, se olvida porque las situaciones se vuelven tan rocambolescas que abocan de forma inevitable a la risa, cuando no a la carcajada.

Rompiendo tabús

La platea, además, colabora y es una fiesta. Igual se ríe que se jalea a los intérpretes que se comen palomitas. Sí, montañas y montañas. No recordaba este cronista, salvo en algún monólogo del Capitol, esa licencia generosa para el espectador teatral. En el Borràs están por romper tabús, y además hacer caja, aunque cierto es que la obra lo permite.

Igual que la escritura de Vila tiene pulso y nervio –habría que verla en propuestas menos bárbaras–, la dirección da alas al trabajo de un equipo interpretativo que también va a todo trapo. Descubrir la comicidad de Anna Barrachina sobra porque forjó armas en 'La Cubana'. Está todo dicho. Betsy Túrnez también tiene kilómetros en el género y Joana Vilapuig, menos rodada teatralmente, defiende bien su rol de esposa engañada.

Ellos se encargan, esta vez, de roles más secundarios que no irrelevantes. Octavi Pujades está muy puesto como el musculoso masajista yanqui que se convierte en el gran reclamo del altillo de la pastelería. Jofre Borràs y Artur Tusquets se multiplican en diferentes personajes y tienen sus momentazos como el 'gag' de la monja en patinete o el del 'heavy' con música de AC/DC a todo volumen.