TEATRO

'Flashdance': Fiebre por los 80 en el Tívoli

Fue una película con éxito rotundo y canciones que engrosaron la lista de 'hits'. Dos pilares suficientes para asentar el recuerdo nostálgico del musical 'Flashdance'

'Flashdance': Fiebre por los 80 en el Tívoli

'Flashdance': Fiebre por los 80 en el Tívoli / periodico

José Carlos Sorribes

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La lista de 'hits' es imbatible. A ver quién se resiste a unas canciones de energía rabiosamente ochentera. Son el principal motivo para poner en pie un musical a partir de 'Flashdance', el filme de Adrian Lyne (1983) que cosechó una legión de fans. Pese a que fue sustituida por dobles en las coreografías más exigentes, lanzó a la fama a la actriz Jennifer Beals, que encarnaba a la joven Alex Owens, una heroína de clase baja: soldadora de día y bailarina de noche. Eran los tiempos de la MTV y sus vídeos (hoy ya pura arqueología), calentadores y mallas de licra. Los 80 en toda regla. De ese espíritu se empapa el musical porque se trata de evocar, a cara descubierta, los recuerdos del filme en quienes tomen asiento en la platea.

La producción –la primera de Selladoor Spain– que estrena el Tívoli se mueve por ese carril y nunca escapa de él. El clímax llega con 'Maniac', 'Gloria' (sí, la de  Umberto Tozzi en versión de Laura Branigan), 'I love rock’n’roll', 'Manhunt' y, por supuesto, con 'What a feeling'. El popurrí final, con un mix de todas ellas, levanta al público de sus asientos. Otra cosa son el resto de canciones, compuestas 'ex profeso' para el musical. Realzan la historia romántica entre Alex y su jefe, Nick, y adornan la ingenua y naíf profesta social de 'Flashdance'. Son bastante más ñoñas y con azúcar en exceso.

Y es que la trama de 'Flashdance' solo alcanza para una intrascendente película de fin de semana, de aquellas de repantigarse en el sofá. Nos presenta una simple historia de superación y la lucha por un sueño de la protagonista –entrar en una academia de baile–, acompañada de amigas con ilusiones y frustraciones similares. La mayoría de espectadores ya saben qué les espera y se encuentran en el Tívoli con una actriz protagonista, Chanel Terrero, que en primer lugar destaca por su enorme parecido con Jennifer Beals. Ella sí que canta, baila y actúa, todo a la vez, y destaca principalmente por su calidad vocal. La intérprete catalana, de origen cubano, manifiesta siempre un entusiasmo contagioso y se deja la piel, literalmente, en el famoso número final de examen de acceso a la academia al que se llega con la reserva encendida. A su lado, Sam Gómez (Nick) mantiene el tipo y también brilla en unos duetos bien sincronizados con Chanel Terrero.

La solvencia de Olga Hueso

También destacan las voces de Alexandra Masangkay y Cecilia López, así como la capacidad interpretativa de Clara Alvarado y Olga Hueso, esta en el papel de Hanna, la inspiración familiar de Alex y aquí con un recorrido mayor que en el original de la película. Bien que lo aprovecha Hueso, actriz de solvencia contrastada en el género y que ya le robaba plano a la propia Nina en 'Mamma mia!'

Son caras destacadas de un musical sin ambiciones, con una primera parte demasiado larga, unas imaginativas soluciones escenográficas a partir de enormes escaleras móviles y proyecciones en una gran pantalla para recrear los diferentes espacios. El necesario cuerpo de baile es tan enérgico como la banda que toca en directo. Todo para componer una llamada a la nostalgia de la que participan los entregados seguidores de 'Flashdance' y sus 'hits' ochenteros.