TEATRO
'Lehman trilogy': auge y caída de Lehman Brothers
¿Quién no recuerda la gran quiebra del 2008? El dramaturgo Stefano Massini recreó la historia de tres generaciones y del sueño americano. Ha recalado en el Lliure de Montjuïc con una mayúscula versión musical
José Carlos Sorribes
Periodista
José Carlos Sorribes
El nombre de Lehman Brothers adquirió, el 15 de septiembre del 2008, una funesta fama. La quiebra del gigante financiero puso en jaque la economía mundial y un sistema capitalista que –se llegó a decir entonces– debía reinventarse. Vana esperanza porque aún estamos esperando. El fenómeno llenó las páginas y noticiarios de los medios de comunicación. Y no solo eso, mereció pocos años después un texto teatral del dramaturgo italiano Stefano Massini, 'Lehman trilogy'. Recogía una crónica de tres generaciones sobre el auge y caída de los hermanos Lehman, unos emigrantes bávaros judíos.
Todo empezó en 1844, cuando el mayor, Henry, abrió el camino a Emanuel y Mayer al desembarcar en Nueva York en busca del sueño americano, el mito fundacional del capitalismo. De empezar con la venta de algodón en Alabama hasta edificar un gigante de Wall Street, que acabó teníendo los pies de barro. Un historión que abarca más de un siglo y medio en la meca del capitalismo. Y con todo el ciclo de oficios que se mueven alrededor del dinero: comerciante, banquero, intermediario, inversor y, como broche, especulador.
Estrenada en París en el 2013, 'Lehman trilogy' ha tenido versiones del Piccolo de Milán de Luca Ronconi o del también italiano Roberto Romei durante el Grec del 2016. Las de Sam Mendes en el West End y Sergio Peris-Mencheta en Madrid llegaron dos años después. Es esta última la que presenta en el Lliure de Montjuïc y como brillante cover del hueco en la programación que dejó la dimisión de Lluis Pasqual el pasado verano.
Si la pieza de La Villarroel respondía a una concepción escénica definida por la sobriedad, la de Peris-Mencheta se mueve en otra liga. Primero, porque juguetea con el género del musical, propio del cabaret, como apoyo del texto en una producción ambiciosa y que responde siempre a esa altura de miras. Es un montaje propio del circuito internacional por envergadura y capacidad, tanto de su director como de su elenco.
Camaleónica escenografía
Peris-Mencheta mueve la batuta como un prestidigitador. A lo largo de las tres horas y media del espectáculo (pausas incluidas) –qué menos si se trata de atravesar un siglo y medio del sueño americano– se suceden las escenas con un ritmo que no desfallece y con unas soluciones tan imaginativas como brillantes. Mucho ayuda también una camaleónica escenografía, propia del teatro de barraca y con una plataforma giratoria que da mucho juego.
No falta nunca el humor en un montaje que se mueve en el terreno de la parodia caricaturesca para evitar el peso de una lección histórica/financiera, que también la hay. Si Peris-Mencheta es un soberbio director, cuenta además con un equipo de intérpetes a la altura. Seis actores que se multiplican en un centenar largo de personajes. Igual cantan que actúan o bailan, formando un sexteto sin fisuras, Son unos verdaderos atletas del escenario. Muy grandes.
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