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'Silvio (y los otros)': El bufón que fue Rey

Paolo Sorrentino convierte la figura de Berlusconi en una sátira salvaje en 'Silvio (y los otros)'. Una obra irreverente y chabacana, el reflejo perfecto de su protagonista

'Silvio (y los otros)': El bufón que fue Rey

'Silvio (y los otros)': El bufón que fue Rey / periodico

Nando Salvà

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La nueva película de Paolo Sorrentino empieza con un aviso escrito en el que asegura no estar basada en hechos reales, aunque lo está, y proclama que cualquier parecido de sus personajes con gente real es pura coincidencia, aunque no lo es. En ella, por segunda vez en su carrera, el italiano satiriza el circo de la política italiana, envenenado de vulgaridad y corrupción endémica, a través de las experiencias de uno de sus infames representantes: si en la hipnótica 'Il divo' recreó el ocaso del que fuera primer ministro Giulio Andreotti, ahora la inspiración no es otra que el inefable Silvio Berlusconi.

Sorrentino lo captura entre el 2006 y el 2009, esencialmente exiliado en su casa de Cerdeña, pero todavía uno de los líderes más reconocibles del mundo; la gente sigue necesitando sus influencias, y él aspira a mantener su poder y quién sabe si a liderar Italia de nuevo.

Corrupción y estiramientos faciales

Los pecadillos de Berlusconi han sido sobradamente documentados: la corrupción, los escándalos sexuales, el fraude fiscal, los frecuentes elogios a Mussolini, los estiramientos faciales, el terrible tinte capilar… Sus escándalos son tan notorios que tienen su propia página en la Wikipedia; y todos ellos –y algunos más— están presentes en mayor o menor medida en 'Silvio (y los otros)', obra desmelenada e irreverente y chabacana y superficial y, por tanto, el reflejo perfecto de su protagonista.

Escena tras escena, Sorrentino llena la pantalla de fiestas increíblemente horteras y cuidadosamente coreografiadas, en las que la diversión la proporcionan la cocaína y el MDMA y, cómo no, las 'velinas'. La cámara se desliza a través del vicio, y satiriza el exceso rebozándose con él. No tendría excesivo sentido contar una historia sofisticada y trascendente a partir de un tipo grosero y palurdo, y eso es algo que 'Silvio (y los otros)' demuestra entender perfectamente. En cualquier caso, la película rechaza convertir a Berlusconi en un bufón o un villano. Es más bien un sujeto patético; su principal deseo es mantenerse joven y deseable, querido por todos sus súbditos. Arrinconado por la que no tardará en ser su exesposa, Veronica Lario, y abandonado por quienes eran sus aliados políticos, se ve obligado a reconsiderar las realidades privadas que subyacen tras sus escándalos públicos.

Y, mientras lo observa, Sorrentino no se olvida de recordarnos que Silvio no es exclusivamente responsable de ser quien es y de hacer lo que hizo. Nos señala también a nosotros, los espectadores, que le reímos las gracias y convertimos sus bufonadas en heroicidades, y que en el proceso contribuimos a convertir la política en lo que es hoy.

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