cine
'Mandy': el placer de un mal viaje
Protagonizada por un Nicolas Cage descontrolado, es una de las cintas más brutales y cautivadoras del año
Si un grupo de científicos lograran crear la perfecta película de culto en un laboratorio, seguro que se parecería muchísimo a 'Mandy'. Sus dos horas de metraje combinan referencias al 'giallo', al rock progresivo y al heavy metal, a 'Yo soy la justicia', a 'Mad Max', a 'La matanza de Texas', a 'Hellraiser' y a Nicolas Roeg, y además contienen la interpretación más desquiciada que se recuerda de Nicolas Cage.
Se trata de la segunda película escrita y dirigida por Panos Cosmatos, en su día responsable demente de 'Beyond the black rainbow' (2010). Cuenta la historia de un leñador (Cage) cuyo pequeño paraíso terrenal se convierte en puro infierno cuando una secta de 'hippies', secundados por una banda de moteros mutantes, asesinan a su esposa mientras él es obligado a mirar. Una vez libre, el leñador se convierte en un ángel vengador. Si hubiera más argumento, prometemos que lo explicaríamos.
Diseñada a la manera de una pesadilla lisérgica, 'Mandy' se toma su tiempo durante una primera mitad que avanza con languidez narcótica. Es en la segunda que degenera en el más absoluto caos y encadena una escena brutal tras otra: cráneos aplastados, cuellos cortados y penetrados con objetos afilados, y la sangre brota a chorros; aparecen en escena un hacha, y una ballesta cuyas flechas “cortan hueso igual que un niño gordito come un pastel”, y un par de motosierras que se baten en duelo. Vemos a Cage en calzoncillos, profiriendo alaridos mientras se rocía las heridas con vodka entre gritos, y esnifando cocaína, y encendiéndose un cigarrillo con la llameante cabeza cortada de un enemigo.
LUZ ROJA APOCALÍPTICA
Qué duda cabe de que 'Mandy' se toma muchas molestias para ser lo más bizarra posible, como demuestran esa luz roja apocalíptica que lo baña todo, y esas secuencias oníricas en formato 'anime', y ese anuncio publicitario insertado porque sí en el que un diablo verde vomita queso sobre un grupo de niños completamente encantados. Su objetivo es funcionar sobre el espectador a la manera de una droga sintética y, por tanto, sus efectos pueden resultar intolerables para quienes no tengan claro qué se están metiendo.
Pero quienes sepan apreciar el atractivo de lo perverso y lo aberrante, y sepan ver la belleza en el duelo y la tragedia de un hombre pacífico empujado a convertirse en un monstruo, y se dejen deslumbrar por el blanco de los ojos de Cage contrastando con su rostro cubierto de sangre, sin duda descubrirán en 'Mandy' una de sus películas del año.
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