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'La número uno', luchando contra gigantes de cristal

La nueva película de la francesa Tonie Marshall demuestra que el camino de las mujeres a la cúspide del mundo empresarial es un campo minado

'La número uno', luchando contra gitantes de cristal

'La número uno', luchando contra gitantes de cristal / periodico

Nando Salvà

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Los edificios altos del distrito parisino de La Défense, hechos de marcos de acero y vidrios polarizados, proyectan los reflejos deformados de un mundo financiero gobernado casi exclusivamente por hombres. Los pisos más altos de esas imponentes fortalezas siguen siendo territorio mayormente prohibido para las mujeres. Y 'La número uno' sostiene que esperar de ellas que rompan esa barrera simplemente acreditando méritos es, esencialmente, una ingenuidad.

"No creo en la solidaridad femenina", declara en un momento de la película Emmanuelle Blachey (Emmanuelle Devos), la única mujer con cargo ejecutivo en una empresa líder en el sector de la energía. A lo largo de su carrera, después de todo, ha evitado jugar la carta del género. Sin embargo, a medida que se acerca al techo de cristal, comprende que es necesario cambiar de método para hacerse valer en un mundo en el que imperan la corrupción y la misoginia.

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UNA MUJER AMBICIOSA

Es una mujer ambiciosa y con dotes de liderazgo a la que no le tiembla el pulso a la hora de tomar decisiones drásticas, y esas cualidades la convierten en candidata ideal para sustituir al director ejecutivo de una compañía incluida en el CAC40 -el equivalente francés al Ibex 35-; ninguna mujer ha ocupado nunca una posición como esa en Francia.

Y cuando un grupo femenino de presión se ofrece a apoyarla en la lucha por el puesto, pese a sus reservas iniciales, decide aceptar el reto. Para conseguirlo, eso sí, tendrá que dañar a quienes la rodean y a sí misma, y comprobará la desesperación con la que algunos hombres pelearán por mantener viejas jerarquías.

MANIOBRAS MARRULLERAS

Mientras la acompaña en el proceso, 'La número uno' retrata un mundo de superficies en el que el sexismo no dice su nombre y en el que entornos inconfundiblemente lujosos sirven de escenario para las más marrulleras maniobras. Cierto es que la directora Tonie Marshall prefiere abarcar en lugar de apretar: la película incluye suficientes personajes, intrigas y subtramas -problemas conyugales, padres hospitalizados, intentos de suicidio, hijas drogadictas, chantajes, sabotajes- como para llenar una temporada entera de 'Juego de tronos'; y se niega a empujar a su heroína a que se meta en el fango. 

Puede que ello impida al relato alcanzar cotas adicionales de complejidad, pero a cambio le permite ser bastante más humano -y, francamente, también más entretenido- que el grueso de las intrigas ambientadas en el mundo de las altas finanzas. 

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