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'El tercer asesinato', cuando la verdad no sirve

El japonés Hirokazu Koreeda retrata la compleja relación entre un criminal confeso y su abogado

'El tercer asesinato', película del japonés Hirokazu Koreeda

'El tercer asesinato', película del japonés Hirokazu Koreeda / periodico

Nando Salvà

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Venerado gracias a sus conmovedores dramas sobre familias enfrentadas a conflictos sociales, románticos o económicos, el japonés Hirokazu Koreeda cambia de tercio con su nuevo trabajo, 'El tercer asesinato', un drama criminal que podría definirse como una versión 'dostoyevskiana' de Rashomon: un famoso abogado llamado Shigemori asume un caso que a priori parece un mero trámite.

Un hombre, recién puesto en libertad tras pasar 30 años en prisión por un doble asesinato, ha matado a su jefe y ha quemado el cuerpo. No hay duda de que es culpable: incluso lo vemos haciéndolo al principio de la película. El cometido de Shigemori es evitarle la pena de muerte y, por tanto, es importante conocer los motivos del crimen.

INTERROGANTES QUE AFLORAN

El problema es que el acusado cambia una y otra vez su versión de lo sucedido. Y otros interrogantes empiezan a aflorar: ¿qué papel jugó la esposa de la víctima, quizás interesada en cobrar el dinero del seguro? ¿Y la hija de la víctima? Todo lo que era obvio en la primera escena deja de serlo, y el abogado se ve obligado a preguntarse incluso si su defendido cometió realmente el crimen.

La gran baza de 'El tercer asesinato' es que, sobre esa base argumental, Koreeda usa las herramientas dramáticas de los géneros policiaco y judicial -secretos no revelados, giros que nos nublan la comprensión, 'flashbacks' que nos hacen dudar lo que creíamos saber- con fines insólitos: le interesa menos ofrecer una resolución conclusiva que explorar dilemas morales complejos.

ENTRE LO JUSTO Y LO INJUSTO

El guion consiste en una serie de discusiones sobre la ley japonesa y en sucesivas escenas de conversaciones entre defensor y defendido en prisión rodadas en primer plano, en las que los reflejos de los rostros de ambos se van superponiendo en el cristal que los separa y borran así las líneas entre lo justo y lo injusto: todos, sostiene Koreeda, somos culpables de algo.

El director deja claro su desdén por un sistema judicial que prefiere velar por sus propios intereses antes que preservar la justicia, y se pregunta: ¿con qué derecho nos atrevemos a juzgar a otros y decidir quién es culpable? Quien no hace nada ante un crimen, ¿es también un criminal?

Su reflexión más intrigante sugiere que descubrir la verdad no solo suele ser fútil sino que a veces resulta perjudicial para el bien común. "¿Es eso lo que cree usted que hice?", pregunta el acusado al abogado después de que este le explique su teoría sobre lo que sucedió la noche del crimen. "Es una bonita historia".