Cine

Cómo Nicolas Cage se convirtió en meme

La carrera de Nicolas Cage está dividida entre el exceso y la genialidad. Pasó de un Oscar a películas que se publican directamente en DVD. El cambio no fue de la noche al día: ya se veía venir

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Nando Salvà

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Nicolas Cage tiene un Oscar: lo ganó en 1996 gracias a '<strong>Leaving Las Vegas</strong>'. También tiene un hijo al que bautizó con el nombre kriptoniano de Superman, Kal-El. Y tiene tatuado en la espalda un lagarto con sombrero de copa, y cuando muera será enterrado en una pirámide. Con el paso del tiempo, su excentricidad ha llegado a ser tan legendaria que buena parte de los memes que circulan por internet se limitan a mostrar su cara de loco. Así es Nicolas Cage. Por un lado, un actor capaz de inducir hábilmente al público a la risa o la lágrima gracias a al dominio total de sus recursos actorales; por otro, el actor más chalado de su tiempo. Esas dos mitades siempre han convivido, pero con el tiempo la segunda ha llegado a ser tan dominante que, a estas alturas, resulta fácil olvidar que un día Cage interpretó personajes normales.

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El actor regresa hoy a la cartelera a bordo del 'thriller' '<strong>Como perros salvajes</strong>' en la piel de un exconvicto contratado para orquestar un secuestro, y en él vuelve a demostrarnos que, sea la película que lo rodea buena o mala, él siempre se las arregla para ser una presencia magnética en pantalla. El estreno es una buena excusa para celebrar su simpar carrera repasando su ascenso sostenido hacia la cumbre del disparate.

Primeros brotes. Si alguien pusiera en duda que Cage está loco, la prueba número 1 para demostrarlo sería '<strong>Besos de vampiro</strong>' (1988), una película tan demente que hay que verla para creerla. En ella interpreta a un hombre convencido de ser un vampiro, que se pasea por la ciudad atacando a mujeres, suplicando que lo maten y gritando «¡Soy un vampiro!», a ratos con una dentadura de plástico en la boca. Durante el rodaje Cage comió cucarachas vivas. Fue el undécimo papel en su carrera, y bien podría haber sido el último. Sin embargo, no era más que el principio.

La fiera a raya. En '<strong>Corazón salvaje</strong>' (1990), la inolvidable historia de los amantes Sailor y Lula, el director David Lynch supo manejar con precisión maestra la tendencia al exceso de su estrella. De la película, los fans de Cage recuerdan sobre todo la descripción que Sailor hace de su chaqueta de piel de cocodrilo: «Es un símbolo de mi individualidad y mi fe en la libertad personal». Pero a lo largo del relato el actor grita, aúlla y hace movimientos de karate simplemente porque le apetece, y hasta sale de su Ford Thunderbird descapotable haciendo el pino.

Fuera de control. '<strong>El riesgo del vértigo</strong>' (1993) quizá es la peor película de Cage, pero su interpretación es de las que hacen época. Da vida a un gánster caricaturescamente frenético, adicto tanto a la cocaína como a los más grotescos ataques de gritos, que hacen que buena parte de sus diálogos y del personaje en conjunto resulten incomprensibles. La película fue dirigida por Christopher Coppola, que no es otro que su propio hermano mayor –el tío de Cage, recordemos, es Francis Ford Coppola–, de manera que es posible que tan bizarra interpretación fuera alguna forma de sabotaje en venganza por todas las collejas recibidas en la infancia.

Huida hacia adelante. Si no puedes con tu enemigo, dicen, únete a él. Incapaz de domar sus instintos más histriónicos, en '<strong>Cara a Cara</strong>' (1997) Cage decidió darles rienda suelta incluso más de lo que el absurdo planteamiento de la película requería –interpretó a un criminal que se intercambia el rostro con un agente del FBI encarnado por John Travolta–. Sus escenas son tan explosivas como el champán que se derrama a chorro de la botella. Cage literalmente se sale, abriendo los ojos como platos y haciendo muecas imposibles. Queda para el recuerdo el prólogo de la película: en la iglesia, disfrazado de sacerdote, arrima cebolleta a una muchacha del coro y grita «¡alelluya!» mientras se alivia por debajo de la sotana.

Intentos de rehabilitación. En '<strong>Los impostores</strong>' (2003), a las órdenes de Ridley Scott, encarnó a un estafador que aqueja un desorden obsesivo-compulsivo y por tanto es una máquina de tics nerviosos. El hombre trata de dominarlos, pero no siempre con éxito. En la escena más memorable, haciendo gala de desmesura propia de un volcán en erupción –hasta el peluquín parece a punto de salírsele volando–, Cage abronca a un farmacéutico que no le da la medicina. En un momento, exclama: «¡¿Alguna vez te han arrastrado por la acera y golpeado hasta que mees sangre?!». 

Rendición y abandono. Además de inspirar millones de memes, su trabajo en '<strong>The Wicker Man</strong>' (2006) pareció señalar el momento preciso en el que Cage dejó luchar contra su propia naturaleza disparatada. En la piel de un policía que llega a una isla misteriosa en busca de su hija desaparecida, el actor se dedica a golpear y dar patadas a varias mujeres, y lo hace disfrazado de oso. Fue solo un adelanto de su personaje en '<strong>Teniente corrupto</strong>' (2009), al que dio vida con el programa de centrifugado corporal permanentemente activado. Mientras farfulla incoherencias y ríe como un maniaco y sufre alucinaciones de reptiles, el resto del reparto parece observarle con preocupación. Si ese papel pudiera embotellarse y venderse, sería un aroma cien por cien Cage.

Metamorfosis completada. En 2009 se hizo público que Cage había dilapidado una fortuna de 150 millones de dólares, en buena medida haciendo una estrafalaria lista de adquisiciones: un Lamborghini que había pertenecido al Sha de Persia, dos islas de las Bahamas, un tiburón, un cocodrilo, dos cobras albinas, un esqueleto de dinosaurio, un tigre de dientes de sable, cuatro yates de lujo, una casa encantada, 15 mansiones por todo el mundo y dos castillos europeos. Asimismo, se supo que el fisco estadounidense le reclamaba 13 millones de dólares. Para pagar la deuda tenía que ponerse a trabajar, y mucho. Pero para entonces ya era un actor demasiado extremo para Hollywood. Por eso, al margen de unos pocos títulos como '<strong>Kickass</strong>' (2010), '<strong>Joe</strong>' (2013) o la saga '<strong>Ghost Rider</strong>', en los últimos años ha puesto su tendencia a la diarrea gestual al servicio continuado e incansable del tipo de películas que se estrenan directamente en DVD. 

Mientras tanto, se ha dedicado a conciencia a agrandar su reputación de desequilibrado, explicando a los medios las anécdotas más imposibles: que una vez fue acosado por un mimo; que en otra ocasión despertó en plena noche y, a su lado, se encontró a un señor desnudo que comía helado; o que solo come aquellos animales a los que atribuye buenas facultades sexuales. Probablemente nada de eso lo dijera en serio. Asimismo, es posible que los últimos diez años de su carrera hayan sido cuidadosamente diseñados a modo de gigantesca broma.

Sea su locura genuina o no, tras ella se oculta un 'showman' único dotado con el más valioso de los dones: haga lo que haga, nunca aburre. Una buena interpretación la puede dar casi cualquier actor, pero solo Nicolas Cage puede ser Nicolas Cage

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