PLAGA DEL SIGLO XXI

¿Eres un yonqui tecnológico?

Adam Alter explica en el ensayo 'Irresistibles' quién y cómo nos ha convertido en adictos al móvil

OYE, QUE YO CUANDO QUIERA LO DEJO_MEDIA_2

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Imma Muñoz

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¿Tú también quieres saber si estás enganchado a la tecnología? Te propongo que respondas ahora estas cinco preguntas:

1) ¿Con qué frecuencia te das cuenta de que has pasado más rato del que pretendías en internet?

2) ¿Con qué frecuencia se quejan las personas de tu alrededor del tiempo que dedicas a internet?

3) ¿Con qué frecuencia revisas el correo electrónico antes de ponerte con algo que tienes que hacer?

4) ¿Con qué frecuencia duermes menos a causa de sesiones nocturnas en internet?

5) ¿Con qué frecuencia te encuentras a ti mismo diciendo «solo un ratito» cuando estás en internet?

Contesta con sinceridad y suma 0 puntos si tu respuesta es «no procede»; 1 si es «raramente»; 2 si es «a veces»; 3 si es «con frecuencia»; 4 si es «muy a menudo»; 5 si es «siempre». Si superas los 13 puntos, tienes una adicción moderada que harías bien en empezar a controlar. Si son más de 21, la adicción es grave y puede conllevar «problemas significativos en tu vida».

Esto no te lo digo yo, te lo dice el profesor de Márketing y Psicología de la Universidad de Nueva York Adam Alter (y puedes encontrar el test completo aquí), que ha escrito un riguroso ensayo, titulado 'Irresistible', que pretende responder a una pregunta que él mismo plantea en la portada: «¿Quién nos ha convertido en yonquis tecnológicos?».

280 MILLONES DE ADICTOS

Porque eso es lo que son (¿somos?) millones y millones de personas en el mundo: 280 en el 2015, según datos que presenta el libro, que se estructura en tres bloques para ayudarnos a entender por qué flaquea nuestro autocontrol ante la tecnología y cómo evitarlo. El primero analiza qué son las adicciones del comportamiento y de dónde provienen, para concluir que son muy similares a las que podemos desarrollar por el tabaco, el alcohol o las drogas, pues activan las mismas regiones cerebrales, causan daños parecidos y se alimentan de las mismas necesidades humanas. Con el agravante de que pueden ser más difíciles de combatir, ya que salir del entorno que ha propiciado la adicción es muy importante para superarla, y ¿cómo esquiva uno la omnipresencia tecnológica?

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En el segundo, Alter desgrana los ingredientes de las adicciones (la consecución de metas; el 'feedback', que se concreta, en las redes sociales y muchos videojuegos 'on line', en interacción social; la adrenalina que proporciona el suspense...) y cómo los manejan los diseñadores de experiencias para lograr que no podamos pasar sin ellas. Y entendemos ahí el porqué de la provocadora argumentación con la que arranca el libro: tras escuchar a gurús tecnológicos como Steve Jobs, Chris Anderson (editor de la biblia 'Wired') o Evan Williams (fundador de Blogger y Twitter), concluye que quienes se dedican a crear productos tecnológicos siguen «la regla de oro de los traficantes de drogas: nunca te enganches a tu propia mercancía».

En el tercer bloque del libro brilla la esperanza: del 'smatphone' también se sale. Ya hay clínicas especializadas en ello, pero, para no tener que llegar a esos extremos, Alter propone la adquisición de hábitos positivos, para los que da consejos que tienen mucho de sentido común, pero que él fundamenta (como fundamenta cada idea del libro) con teoría y ejemplos reales. Y advierte: ojito con los niños. Hay que evitar que se expongan demasiado pronto a las pantallas. Y no solo porque ellos no tienen el autocontrol del que, al parecer (el libro nos explica muchos casos que llevan a dudar de ello), gozamos los adultos, sino también porque la empatía se adquiere con el cara a cara, del que móvilestabletas y demás dispositivos nos alejan. No podemos (ni debemos) controlar el progreso, pero sí evitar que nos fagocite.