'Opening Night'

Green Gold Lounge: nuevos universos bailables

¿Recuerdas la última vez que entraste en un pub nuevo en Gràcia? Green Gold Lounge abre puertas como una promesa de noches inéditas de juerga sonriente, con una asombrosa barra de cócteles y ambiente de fantasía

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Albert Fernández

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<strong>Green Gold Lounge</strong> (Progrés, 38) acaba de colgar su cartel. Literalmente. Hasta hace poco, podía verse el surco de un antiguo rótulo por encima de la entrada. Pero desde hace unos días ya luce esa cabecera con un cielo nocturno inervado de colores, constelaciones rojas y azules que palpitan con las oscilaciones de la luz, dando idea de un cosmos vivo. Esa placa celeste da para quedarse atontado un rato, y todavía estamos en la calle. 

Frente a la puerta, unos cuantos acólitos fuman y charlan relajadamente, desprendiendo un buen rollo contagioso. Es 'Opening night' en este nuevo bar de Gràcia, y el ambiente es alegre y vaporoso incluso antes de entrar. Ah, ¿que cómo puede abrir un nuevo pub en Gràcia, teniendo en cuenta que hace mucho que no se conceden licencias? Fácil, se trata de un traspaso. Green Gold Lounge anida donde hasta hace poco se reunía la parroquia de La Maceta, en el mismo local que en otros tiempos se conoció como La Mandrágora. 

Abrimos la primera de las dos puertas y damos con un pequeño recibidor, donde nos saluda el arcoíris que ilumina el frontal de su mostrador, una primera invitación al delirio. Desde aquí puede sentirse el rumor de la música y el alboroto dentro. Tomamos aire y nos preparamos para el viaje alucinante. Tras la segunda puerta, el verdadero 'big bang': órbitas saltarinas de gente flotando en un ambiente de excitación absoluta, con estallidos de luz sobre un despliegue de superficies pulidas, vírgenes, recién colonizadas. La barra se extiende hasta la mitad del bar, nueve metros de mármol oscuro, moteado y reluciente, ocupado en su parte central por toda clase de utensilios de coctelería y una buena selva de botánicos y frutas. Entre tanto fulgor, parece que ese par de piñas bailen con los vasos y las champaneras. Al otro lado de la barra, los neones cálidos de un botellero gigante confieren cierto brillo sobrenatural a un repertorio de licores infinito, que se recorta sobre el fondo de tocho negro.

Subidón de sensaciones

Suena un 'remix' extasiado de UB40 y los camareros parecen asentir a los ritmos jamaicanos mientras sacuden sus cocteleras. Justo entonces aparecen los propietarios de Green Gold Lounge, Thomas y Travis, dos californianos entusiastas llegados de San Diego con ganas de liarla a lo grande a base de música, bebidas antológicas y un subidón de sensaciones. Lo primero que hace Thomas es alumbrar con la linterna del móvil hacia nuestros pies: aquí el suelo no es lava, sino una galaxia de estrellas que refulgen bajo las suelas, volviendo todo más ingrávido aún. 

Si la jerga que estoy usando, junto el nombre del pub y su logo rematado por una corona de hojas verdes te lleva a pensar en vegetales psicoactivos, has acertado. Los responsables de este nuevo garito tienen experiencia en compartir cáñamos y cogollos en clubs privados de EEUU, así que no es de extrañar que se entreguen a tope a las buenas 'vibras' y la felicidad sin fronteras. 

'Looks' que cortan el aliento

¡Fua!, una llamarada nos hace girar la vista de nuevo hacia la barra. Los mixólogos del lugar están preparando uno de sus cócteles flamígeros, de nombres tan sugerentes como Blue Dragon, Fire Phoenix y Burning Zombie. Si pides uno de esos, procura no quemarte la nariz con el chisporroteo y recuerda tomarlo con una cañita, no vayas a quemarte con la copa dando un trago ansioso. Mientras brindamos, divisamos al final del garito siluetas dislocadas bailando sobre una océano de luces. Esa energía dispara la mente y da ganas de llegar al fondo del asunto. Dejamos a la legión de sedientos subidos al reposapiés de la barra para llegar a la sala grande. Las pulsaciones se aceleran al ritmo que suben los 'beats' por minuto. Cuesta creer que tengamos un nuevo sitio donde bailar en Gràcia. 

Esta noche mezcla latidos cannábicos con aires latinos el 'dj' Mapuxe Sound. Al son de este gurú, la gente se sacude alegremente por un espacio diáfano, con mesas y taburetes a los lados, más un escenario elevado. Una nerviosa corriente láser se proyecta desde el techo, rebotando obsesivamente en paredes y copas. Aquí todo el mundo baila con estilillo y unos 'looks' que cortan el aliento: rastas, chandalazos y actitud. Al enésimo sorbo se me va la cabeza. Le veo las comisuras a la noche, danzo sobre los haces de luz y me pierdo en el espacio profundo. Floto mientras se expande el universo nocturno de Barcelona.

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